(Mill, 1859, 2001, p. 14)
Mill es, pues, tajante en rechazar la idea de que la necesidad de respetar la libertad de las personas se sustente en alguna consideración moral distinta de la que defiende el utilitarismo: la obtención de un beneficio.
Para Mill, las personas progresan, mejoran, cuando fortalecen sus facultades mentales y morales. Estas facultades, al igual que los músculos, requieren ser ejercitadas de forma continua, requieren ser empleadas sin interrupción; de lo contrario, se atrofian, se debilitan y eventualmente se convierten en atributos sin valor.
¿Cómo se ejercitan las facultades mentales y morales? Decidiendo, optando, actuando por uno mismo; en suma, ejerciendo la libertad sin interferencias:
“The human faculties of perception, judgment, discriminative feeling, mental activity, and even moral preference, are exercised only in making a choice. He who does anything because it is the custom makes no choice. He gains no practice either in discerning or in desiring what is best. The mental and moral, like the muscular powers, are improved only by being used. The faculties are called into no exercise by doing a thing merely because others do it, no more than by believing a thing only because others believe it. If the grounds of an opinion are not conclusive to the person’s own reason, his reason cannot be strengthened, but is likely to be weakened, by his adopting it: and if the inducements to an act are not such as are consentaneous to his own feelings and character (where affection, or the rights of others, are not concerned) it is so much done towards rendering his feelings and character inert and torpid, instead of active and energetic.
He who lets the world, or his own portion of it, choose his plan of life for him, has no need of any other faculty than the ape-like one of imitation. He who chooses his plan for himself, employs all his faculties (…)”
(Mill, 1859, 2001, p. 55)
Si las personas progresan cuando logran el fortalecimiento de sus facultades tanto mentales como morales, y si tal fortalecimiento se obtiene a través del ejercicio constante de las facultades en cuestión, entonces se hace necesario garantizar la libertad sin interferencias. Solo de ese modo será posible alentar el desarrollo de las personas y de la sociedad:
“Having said that the individuality is the same thing with development, and that it is only the cultivation of individuality which produces, or can produce, well-developed human beings, I might here close the argument: for what more or better can be said of any condition of human affairs than that it brings human beings themselves nearer to the best thing they can be? or what worse can be said of any obstruction to good than that it prevents this?”
(Mill, 1859, 2001, p. 59)
En consecuencia, la libertad sin interferencias se justifica en los beneficios que genera, en las consecuencias positivas que produce: fortalecimiento de las facultades mentales y morales de las personas.
En “Utilitarianism”, Mill realiza una defensa organizada de la tesis central de Bentham contra cada una de las críticas efectuadas al utilitarismo.
Mill reconoce que el valor de un placer depende tanto de un factor cuantitativo como de un factor cualitativo. En consecuencia, no todos los placeres tienen el mismo valor:
“It is quite compatible with the principle of utility to recognize the fact that some kinds of pleasure are more desirable and more valuable than others. It would be absurd that, while estimating other things, quality is considered as well as quantity, the estimation of pleasures should be supposed to depend on quantity alone”
(Mill, 1863, p. 11)
Para Mill, los placeres del intelecto, de la emoción y de la imaginación, son más valiosos que los placeres sensoriales:
“It is better to be a human being dissatisfied than a pig satisfied; better to be a Socrates dissatisfied than a fool satisfied. And if the fool, or the pig, are a different opinion, it is because they only know their own side of the question. The other party to the comparison knows both sides”
(Mill, 1863, p. 14)
En consecuencia, Mill rechaza la idea de que el utilitarismo solamente valore los placeres sensoriales y, por tanto, asimile a las personas con los animales. El utilitarismo, según Mill, exalta todos los placeres, aunque asigna mayor valor a los placeres del intelecto, de la emoción y de la imaginación.
¿Cómo determinar si un placer es más valioso que otro en términos cualitativos?
Mill considera que las preferencias subjetivas son las que determinan si es que un placer es superior a otro en términos cualitativos. Si una persona está familiarizada con dos placeres, el placer A y el placer B, y prefiere al primero sobre el segundo, entonces el placer A es más valioso para esa persona:
“If I am asked, what I mean by difference of quality in pleasures, or what makes one pleasure more valuable than another, merely as a pleasure, except its being greater in amount, there is but one possible answer. Of two pleasures, if there be one to which all or almost all who have experience of both give a decided preference, irrespective of any feeling of moral obligation to prefer it, that is the more desirable pleasure”
(Mill, 1863, p. 12)
Luego de sustentar la idea de que la existencia de placeres con distintos valores no resulta incompatible con los principios del utilitarismo, Mill enfrenta otro problema: el del cálculo de los efectos de las acciones. Su objetivo es descreditar la crítica que señala que las personas, antes de realizar una acción determinada, no tienen información ni tiempo para efectuar el cálculo de los beneficios y de los costos de dicha acción, tal como lo exige la tesis de Bentham.
Mill empieza el ataque contra la crítica en cuestión con una comparación ingeniosa:
“(…) defenders of utility often find themselves called upon to reply to such objections as this – that there is no time, previous to action, for calculating and weighing the effects of any line of conduct on the general happiness. This is exactly as if any one were to say that it is impossible to guide our conduct by Christianity, because there is no time, on every occasion on which anything has to be done, to red through the Old and New Testaments”
(Mill, 1863, p. 33)
Así como el cristiano no requiere ex ante revisar los textos sagrados a fin de determinar si es que una acción es correcta o no; el utilitarista tampoco requiere ex ante efectuar el cálculo de los beneficios y costos a fin de determinar si es que una acción es correcta o no.
Deslegitimada la crítica indicada, Mill ofrece una solución de sentido común al problema del cálculo de las consecuencias de las acciones. Según Mill, las personas, a lo largo del tiempo y en base a la experiencia, logran obtener conocimientos sobre las tendencias de las acciones, sobre los efectos posibles de las acciones. Tales conocimientos dan forma a las reglas morales que las sociedades aplican:
“(…) there has been ample time, namely, the whole past duration of the human species. During all that time, mankind have been learning by experience the tendencies of the actions; on which experience all prudence, as well as the morality of life, are dependent”
(Mill, 1863, p. 33).
Si las personas actúan en base a esas reglas morales, sus acciones tenderán a generar más beneficios que costos. Si las personas deciden decir la verdad, deciden actuar de forma honesta, entonces, generalmente, obtendrán resultados consecuentes con el “principio de la utilidad”67:
“(…) mankind must by this time have acquired positive beliefs as to the effects of some actions on their happiness; and the beliefs which have thus come down are the rules of morality for the multitude, and for the philosopher until he has succeeded in finding better”
(Mill, 1863, p. 34)
En consecuencia, las reglas morales vigentes constituyen guías que permiten anticipar las consecuencias de las acciones. Las personas, por lo tanto,