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AGRESIÓN: ¿VIDA O MUERTE? UNA INVESTIGACIÓN SOBRE LAS RAÍCES DE LA AGRESIÓN
Gonzalo López Musa
Siguiendo a Winnicott en su artículo de 1939, “La agresión y sus raíces”, donde cuestiona de manera radical las raíces de la agresión propuestas por distintos autores en psicoanálisis, intentaré en este trabajo desarrollar la pregunta que lo nombra: ¿Vida o muerte?, pero involucrando de manera central la propuesta de Freud y sus consecuencias en su obra posterior al año 1920 para la clínica y el lugar del analista y la pulsión de muerte y su desarrollo teórico, desde un empuje a cero cantidad y una resistencia a la ligadura, hasta la idea posterior del sadismo y lo destructivo determinados por una fuerza originaria destructiva, la que luego fue tomada por Klein y su propuesta de la “envidia-pulsión de muerte”, y cuestionada posteriormente por Winnicott.
Iniciaré el camino de esta pregunta con una revisión crítica del desarrollo teórico de Freud sobre la pulsión de muerte, haciendo hincapié en las ideas relacionadas con el retorno a lo inorgánico, el apoyo en la biología y la herencia. Esto fue determinante en la postura kleiniana, y luego en los aportes de Winnicott en relación al ambiente y su lugar en la comprensión de la agresión, y su camino de logro hacia la construcción de la realidad y la subjetividad, o de fracaso y advenimiento del odio y la destructividad envidiosa.
Todo parte, en el largo recorrido hacia la pulsión de muerte, desde el postulado en el Proyecto de psicología de 1895 del principio tomado de la física, la inercia, la búsqueda de los sistemas del retorno a cero cantidad o excitación, de la manera más rápida y eficiente posible. Es un principio general del funcionamiento y equilibrio de los sistemas de intercambio de energías. Dada la naturaleza de la materia a tratar, establece Freud una modificación de este principio, que llama ‘principio de constancia’, que propone la búsqueda del sistema de una vuelta al estado de reposo a través de la descarga del exceso de la cantidad, por medio de la descarga motora. Ya no es una vuelta a cero, sino que, a un cero relativo, a un nivel “suficiente para la sobrevivencia”. Este postulado vuelve a ser puesto en juego 25 años después en su polémico texto Más allá del principio del placer (Freud, 1920), donde vuelve a necesitar del apoyo del funcionamiento de los sistemas y de la biología para plantear el concepto de la ‘pulsión de muerte’, la vuelta a lo inerte o lo inorgánico, que nuevamente nos pone en contacto con un cero, lo no manifiesto. Esta idea irá sufriendo transformaciones que mencionaremos más adelante y que llevan finalmente a la propuesta de Winnicott de revisar estas raíces conceptuales, en palabras de Green, “ir hasta el fondo” (2010, p. 175).
Siguiendo especialmente la idea de Freud de cero, pienso que la reflexión sobre esta cero cantidad, perturbada por exigencias externas, nos puede llevar a Winnicott con su propuesta de ‘no integración’ como la condición de inicio del bebé humano, lo que desarrollaré en el transcurso de este artículo.
Se atreve Freud, en su texto de 1920, a ser creativo, a especular, a avanzar con sus ideas buscando y encontrando novedades que han hecho pensar y crear a todos los distintos e importantes autores del psicoanálisis y, también, a todos los que nos interesamos por el tema, ya sea desde la clínica y/o desde la teoría.
La teoría de las pulsiones se planteó desde los inicios de la obra de Freud, hasta que en el texto de 1920 culmina en la dualidad pulsional con la idea de Eros y Tánatos. Una construcción metapsicológica propia del psicoanálisis que, como mencioné anteriormente, propone un sistema que busca la vuelta al estado de reposo o de no cantidad, planteado por Freud en el Proyecto de psicología (1950 [1895]); una vuelta al mínimo necesario para la sobrevivencia, un cero relativo posterior a la experiencia de gratificación. Sin embargo, en este primer momento, no conceptualizó una oposición o una resistencia de la cantidad, un empuje contrario y opuesto de la no actividad a la actividad, sino que una búsqueda eficiente y rápida de la vuelta a cero. En el texto de 1920, este cero registra dos novedades importantes que implicaron un cambio radical en la mirada del psiquismo, sobre todo en Freud y Klein, y por lo tanto, un cambio relevante en el lugar del analista y la mirada sobre el paciente y sus procesos de cura: primero, una oposición a la investidura y, segundo, una significación destructiva de esta oposición: la muerte se equiparó a cero, la destructividad se equiparó a la oposición a la investidura.
Freud se pregunta sobre este principio de la búsqueda de la vuelta al estado de reposo o de placer, lo propone como el funcionamiento primario de la pulsión, y ya al inicio del texto plantea que “ciertas otras fuerzas contrarían [al principio del placer]” (1920, p. 9), pero aquello que lo contraría proviene de la pulsión de conservación que empuja secundariamente al ‘principio de realidad’, que vela por la autopreservación del individuo. Desde este lugar, la represión (que para Winnicott es central en el fracaso de la destructividad como precursora de la comunicación) ocupa un lugar fundamental en el proceso del desarrollo del sujeto y la tensión en relación al principio del placer y las pulsiones sexuales. Como se observa, es primario el juego de las investiduras o la ligadura, pero esto se complica puesto que el paso de no-ligado a ligado se llena de significaciones hasta que se transforma en búsqueda de muerte en vez de vuelta al estado de reposo (que tiene esa cercanía con el estado de no integración de Winnicott).
El modelo de la resistencia en análisis adquirirá relevancia; aquello que ocurre en el yo y sus defensas va a ser extrapolado a una energía originaria que se comporta de la misma manera. Dado que en las propuestas del desarrollo de Winnicott no hay un yo temprano, de inicio, y que por lo tanto, la representación no tiene lugar en este primer momento, la resistencia, que va a ser derivada en muerte y destrucción primaria para Freud, no tiene lugar en Winnicott.
La compulsión a la repetición, que le da evidencias a Freud de esta energía primaria regresiva y resistente a la novedad —necesaria para el postulado de la pulsión de muerte—, es posible pensarla como lo que expresa lo traumatico, que repite lo que no se puede metabolizar y que nunca fue placentero para ninguno de los sistemas, tema del que se ocupan Ferenczi y Winnicott posteriormente. Pero Freud privilegia un sesgo demoniaco en su vivenciar y va a ir a buscar en la biología este sesgo; lo mismo que Winnicott ha criticado a Melanie Klein: ir a la biología, a la herencia, saltándose el ambiente y su influjo sobre el desarrollo humano.
Sin embargo, lo que le interesa a Freud de la repetición no tiene que ver con el contenido o el origen de lo repetido, sino con la manifestación de