El odio y la clínica psicoanalítica actual. Carmen Gloria Fenieux. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carmen Gloria Fenieux
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569441561
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un momento previo a la primera investidura, previo al principio del placer, es en este momento donde Freud especula y pone una marca duradera y determinante en su pensamiento, que va a ir derivando hasta sus escritos posteriores pasando por El yo y el ello (1923), El malestar en la cultura (1930 [1929]) y en Esquemas del psicoanálisis (1940 [1938]).

      “Una pulsión sería entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas” (Freud, 1920, p. 36). Todavía es el resultado de la inercia de la vida orgánica, pensamiento que va a ir derivando hasta sus escritos posteriores llegando a ser la expresión de la destructividad primaria. En esta propuesta, la pulsión no es un empuje al desarrollo, sino que la expresión de su naturaleza “conservadora”. Volver a un estado de reposo evoluciona en su propuesta a volver a un estado más originario y luego a lo inanimado, la muerte, y que después deriva en matar a otro como defensa o deflexión de lo destructivo en uno mismo; matar para sobrevivir a la propia destructividad, como lo propone Klein.

      Usar el funcionamiento de la célula para la pulsión, nos propone una energía que funciona de manera semejante en la biología y en el aparato mental, como si lo inorgánico, lo inerte, tuviera que ver con la destructividad, y la muerte fuera una consecuencia de ello. Continuando con este apoyo en la biología, especula Freud la idea de que no hay evidencias de una energía que empuje hacia lo nuevo, solo empuja a lo previo, a lo inorgánico. Morir por causas internas es una frase que, continuando con la evolución del texto de Freud, nos empuja a la destrucción, destruirse por causas internas, como una célula que busca su muerte, que se “suicida” en el planteamiento de Green (2010). Se identifica muerte con destructividad o con autodestructivo, que la célula muera no es lo mismo a que la célula se autodestruya. Muerte y destrucción no son idénticas, la muerte como el resultado del paso del tiempo que agota a la materia no es lo mismo que la materia que se autodestruye.

      Pulsiones de muerte que derivarían del comienzo de la vida en la tierra. Esto nos hace notar que empieza a producirse en el texto este hecho extraño de hablar de pulsión en la célula, en los protozoos; pulsiones sexuales activas en cada célula y se pierde por tanto la definición de pulsión, ya que pareciera no ser necesaria la diferencia entre pulsión e instinto, energía vital y pulsión. “La mantención de la dualidad pulsional obliga a poner desde el lado de la pulsión de muerte lo destructivo como expresión de un empuje inicial, independiente de la experiencia o de la relación con el ambiente” (Freud, 1920, p. 46).

      La neutralización de la pulsión de muerte de las células singulares se logra al desviarla hacia el mundo exterior, por la mediación de un órgano particular. Este órgano es la musculatura (en lo que concuerda Winnicott al plantearla como la vía de expresión de los aspectos destructivos no intencionados del inicio del desarrollo del bebé), medio por el cual se exterioriza y se manifiesta como pulsión de destrucción que no es más que la pulsión de muerte volcada al exterior.

      Expresa la ligadura de la energía libre como la expresión de la pulsión de vida y la resistencia a la ligadura o desligar como la expresión de lo más primario de la pulsión, una energía opuesta que resiste y empuja primariamente a lo inerte, a lo previo, lo que mantiene y rescata la dualidad propuesta por Freud desde el inicio de su postulado pulsional.

      En 1923, en El yo y el ello, ya aparece, en esta segunda pulsión, el sadismo como su representante:

      Sobre la base de consideraciones teóricas, apoyadas por la biología, suponemos una pulsión de muerte, encargada de reconducir al ser vivo orgánico al estado inerte […]. Como consecuencia de la unión de los organismos elementales unicelulares en seres vivos pluricelulares, se habría logrado neutralizar la pulsión de muerte de las células vivas singulares y desviar hacia el mundo exterior, por la mediación de un órgano particular, las mociones destructivas. (pp. 41-42)

      La mirada de Freud sigue necesitando de la biología para apoyar la pulsión de muerte y la diferencia entre biología y metapsicología se diluye y confunde. Postula, para continuar la dualidad tan necesaria para su desarrollo, la idea de la mezcla y desmezcla pulsional que resuelve el tema de la pulsión agresiva y de los componentes destructivos de la pulsión sexual, quedando entonces la pulsión de muerte teñida de la destructividad primaria. Como consecuencia de esto, muerte y destructividad se aúnan en una búsqueda de la muerte a través de la destrucción y no como el fin de lo manifiesto por agotamiento del material. La célula agota su tiempo, pero en esta mirada se destruye.

      En El malestar en la cultura (1930) escala un paso importante Freud sobre esta idea y plantea una “hostilidad primaria” (p. 109), que ya ni siquiera es la destrucción como resultado de la deflexión de la pulsión de muerte, sino que es propiamente hostilidad primaria que espera la oportunidad para manifestarse y que “desenmascara”, dice Freud, a los “seres humanos como bestias salvajes que ni siquiera respetan a los miembros de su propia especie” (p. 108), como muestra de la naturaleza humana originaria. Como vemos, la raíz de la agresión que plantea Freud para llegar a la comprensión de esta destructividad que hace al ser humano una “bestia salvaje” y actuar como tal en determinados momentos de desmezcla, debe ser investigada puesto que supone una naturaleza cuestionable y que interroga al análisis en su búsqueda de develar la esencia del sujeto. Pienso, como veremos más adelante, que “actuar como” y “ser” no son necesariamente sinónimos. Esta confusión e igualación queda expresada cuando Freud plantea “El supuesto de la pulsión de muerte o de destrucción” (1930, p. 115).

      Finalizando el camino con Freud, en Esquemas del psicoanálisis (1940 [1938]), dice: “nos hemos resuelto a aceptar solo dos pulsiones básicas; Eros y Pulsión de destrucción y la meta de esta es disolver nexos y así destruir las cosas del mundo” (p. 146). Nuevamente la idea de disolución y destrucción se hacen sinónimos, al mismo modo que inerte y muerto. En palabras de Green, aquí se plantea un cuestionamiento considerable: el postulado de identidad entre reposo y muerte, ¿cómo se convierte la búsqueda del primero en la aspiración de la segunda? ¿Se convoca la pulsión de muerte para reposar, o bien para “matar el ruido de la vida? (Green, 2010, p. 49).

      Daremos paso a Winnicott con esta frase de Freud “la inclinación agresiva es una disposición pulsional autónoma, originaria del ser humano” (1930, p. 117), a la que Winnicott va a agregar agresiva no intencionada, no dirigida a un objeto, lo que nos pone en el camino de la revisión de la raíz de la agresión propuesta por él.

      ¿Sería la ligazón, el establecimiento de las ligaduras, una defensa o implica una actividad primaria del sistema? En este sentido, el establecimiento de la relación con el otro, que no es tal desde la perspectiva del bebé, tiene que ver con la idea de Freud de la ligadura, pero vista como un aspecto primario de la naturaleza humana, algo que no permite diferenciar dos fuerzas opuestas en el amor y el odio. La destructividad que deviene en odio surge de una complicación, no de la naturaleza destructiva primaria del ser humano. Reprimimos la destructividad producto del hecho de estar vivos, pero ¿qué hacemos con lo que retorna? El dilema entonces no es con la destructividad, sino con el retorno de lo reprimido que puede tomar formas de odio que parecieran hablar de la naturaleza, de lo que nos constituye y no de la represión. La idea de Winnicott respecto de que el verdadero problema tiene que ver con la represión debe ser profundizado, puesto que nos pone en un camino de pensamiento de la clínica del odio completamente distinto al propuesto por la pulsión de muerte, que nos coopta la relación con el paciente y su posible camino de salida hacia la vitalidad.

      El tema entonces es la ligadura y no la muerte, palabra que nos lleva a la destructividad desde la muerte y no desde la expresión de la vitalidad y sus derroteros en torno a la represión. Si esto lo llevamos a la pulsión de muerte versus la muerte de la célula, genera un problema: pensamos al paciente limitado y determinado por la pulsión de muerte, una fuerza inescapable de la naturaleza de cada uno de nosotros.

      Dentro de la línea de Klein, Wilfred Bion nos devuelve a la idea de la ligadura en Freud, lo que rescata en su artículo, ataque al vínculo (al vincular diría más precisamente) donde lo relevante es la función del pensamiento de vincular dos objetos más que el vínculo mismo. Pensamiento que cuando es atacado de manera masiva por la destructividad de la pulsión de muerte,