En este contexto se ha de entender cómo la idea de que Moscú es “la tercera Roma”, formulada por un monje, probablemente a Iván III, pasan a apropiársela los zares para ser a un tiempo cabeza religiosa y política de su imperio. El monje Filoféi hacía al zar responsable de toda la Cristiandad; y si no actuaba con justicia, el fin del mundo estará próximo, pues no habrá una cuarta Roma:
“Si diriges tu imperio con justicia, tú serás un hijo de la luz y un ciudadano de la Jerusalén celestial... Y ahora te digo: ten cuidado y presta atención... Todos los imperios de la cristiandad están reunidos... en el tuyo, aunque dos Romas han caído, la tercera se mantiene en pie y no habrá una cuarta”116.
La teoría de la traslatio imperii, utilizada por siglos por los emperadores bizantinos para desligarse de Roma y asumir ellos la supremacía espiritual en Oriente, servirá también a partir del XVI a los zares rusos con fin similar. Se considerarán los herederos religiosos y políticos del abatido imperio de Bizancio. Proclamarán a Moscú tercera Roma117, con una confusa mezcla de concepciones mesiánicas –de esperanzas de un reino de Dios traído a la tierra por el creyente pueblo ortodoxo ruso118– , y al mismo tiempo con una Iglesia muy supeditada a los poderes políticos (supeditación, en lugar de la protección que en recta teología debe un gobernante cristiano a la Iglesia para el libre y mejor desempeño de su misión). La confesionalidad del Estado, así malentendida, será factor secularizador de la sociedad rusa –sobre todo, de la alta– a no largo plazo (como no dejó de suceder en Francia con el absolutismo de un Luis XIV, o con el despotismo ilustrado del XVIII en naciones europeas aún oficialmente católicas)119.
Iván IV (1547-84). Consolidación de la unidad nacional y sometimiento de la Iglesia
Al fallecer Iván III en 1505, le sucede una agitada regencia, con numerosos asesinatos entre los clanes de los boyardos (nobles que sirven a la nación en el ejército ante las frecuentes invasiones). A la anarquía pondrá fin Iván IV “el Terrible”, coronado como “Zar” por el metropolitano de Moscú en la catedral de la Dormición de María120. Él y su antecesor Iván III son los iniciadores del moderno Estado ruso, creadores de su unidad nacional. Dan una gran seguridad a la nación al acabar con las devastadoras correrías de los mogoles y tártaros asiáticos. Iván IV, sin dejar de recurrir a medios brutales, consolida la obra política de su antecesor121, y a la vez extiende las fronteras del imperio más hacia el Este (Siberia) y el Sur (el Volga y el Caspio).
Iván IV somete a la Iglesia ortodoxa. Depone uno tras otro a los metropolitas que se le resisten, y a Filipo lo hace ahorcar. Se reafirma como primera autoridad religiosa para todo el mundo ortodoxo: el de su imperio, y también el de los cristianos sometidos al sultanato turco. Éstos verán por siglos en los zares de Moscú a sus mejores protectores, que con frecuencia les atienden en sus peticiones de ayuda, e incluso que podrían emprender –como insinúan algunos patriarcas orientales a sucesivos zares– la reconquista de Constantinopla122.
“Entonces –comenta Bushkovitch– , con una economía en buena medida agrícola a Rusia no le faltaban artesanos ni comerciantes. Tampoco era un país de campesinos al borde de la subsistencia, aislados de todos los mercados” (era un país con bastante fáciles comunicaciones por su llanura, no sometido por ello a las características crisis de subsistencias de la Edad Media por la dificultad de acudir pronto con alimentos de un lugar a otro en caso de una súbita pérdida de las cosechas)123.
El agravamiento de la situación del campesinado a partir del fin del siglo XV
La estructura política de aquel primer Estado creado por Iván III y IV no es aún de fuerte centralización, pues junto al zar coexiste una poderosa nobleza que participa en el gobierno de la nación y en la toma de decisiones importantes. Son los boyardos, representados en la Duma o Consejo del Gran Príncipe; muchos de ellos, príncipes de los territorios recién anexados a la Corona, o recompensados por los príncipes con tierras por sus servicios en defensa de la nación. Eran propietarios de inmensas extensiones, y en sus tierras, o en las del Estado, laboraba la mayoría de la población, millones de campesinos; los más, aún libres, con prolongados contratos de arrendamiento124.
Pero pronto empeora la situación del campesinado, pues la corona y los príncipes, para pagar a sus subalternos –funcionarios del Estado, militares de caballería... – , les entregarán tierras en que ya no vigen los antiguos contratos de arrendamiento. Con lo cual se va hacia la servidumbre de la gleba, hacia un claro endurecimiento de la vida del campesino. Bushkovitch señala que a partir de fines del XVI se llega a “un considerable aumento de la clase terrateniente a expensas de los campesinos libres. Esto influyó mucho en los levantamientos que estallaron en las siguientes décadas”125.
Este comentario del historiador ruso coincide en sustancia con la clara advertencia de Jaime Vicens Vives que replica contra la idea tan extendida de que la situación del campesinado europeo mejora sin cesar a partir del fin de la Edad Media. Aporta Jaime Vicens, en síntesis, estas dos importantes precisiones:
1) que en el Occidente europeo existía durante la Edad Media un fuerte campesinado libre, propietario o arrendatario, ya del señor o de alguna institución eclesiástica, pero con contratos por largos plazos y razonables rentas para el propietario, es decir, con condiciones no sometidas a la pura ley de la oferta y la demanda, como sucederá ya en el XVIII y sobre todo en el XIX (en Inglaterra algo antes) cuando por espíritu liberal o capitalista se impongan los contratos al mejor postor, y surja a continuación un multitudinario proletariado campesino; y más tarde, otro industrial.
2) que en el Este de Europa, y sobre todo en Rusia, a partir del final del siglo XV, la servidumbre se endurece. El siervo feudatario pierde el antiguo régimen más paternal del señor, que con sentido cristiano entendía que debe administrar justicia en sus tierras y no disponer de los administrados como le plazca, lo que en gran manera sucederá desde entonces y será sancionado por ley. Así lo expresa Vicens Vives:
“La cristalización de las clases sociales [–es decir, el comienzo de la división de la sociedad en «clases»–] y el desarrollo del capitalismo industrial tuvieron como consecuencia general en el siglo XVIII el empeoramiento de la condición jurídica y económica de los campesinos y de los obreros de Europa. Este fenómeno, que hasta época reciente no ha sido constatado y estudiado, tiene por característica exterior una recrudescencia de antiguos privilegios feudales, que parecían haber caído en desuso. Contraviniendo la antigua hipótesis de la liberación progresiva e ininterrumpida del campesinado europeo, la realidad muestra las inflexiones profundas de esta historia. Una de ellas, como hemos visto126, corresponde a últimos del siglo XV; la segunda es propia del siglo XVIII.
En el Oriente de Europa [y sobre todo en Rusia, como se ha señalado] la situación de los campesinos es realmente miserable... El campesino se halla sujeto al poder omnímodo del señor o del noble propietario del campo. En el curso del siglo XVIII se acentúan y amplían [estas] facultades... Basta decir que en 1765 Catalina II otorgó a los señores la facultad de enviar sus siervos a trabajos forzados, completando un privilegio de la época anterior en que se les confería poder mandarlos a Siberia”127.
“La época de las perturbaciones” (1605-13) y la reconstrucción del país
A los pocos años de la muerte de Iván IV (1584), su hijo y más probable sucesor, Dimitri, es asesinado. Parece que por orden de Boris Godunov, un noble casado con la hermana de Dimitri que llega a gobernar como zar. Enseguida surgen numerosas gentes convencidas de que el desaparecido Dimitri un día ha de volver (fenómeno algo similar al del tan popular Infante don Sebastián portugués, que nunca volvió y durante largo tiempo fue esperado).