Teoría y análisis de la cultura. Gilberto Giménez Montiel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gilberto Giménez Montiel
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786078768264
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por millones, y serán cada vez más. “Fronterizos” de nacimiento, o por las vicisitudes de su trayectoria, o incluso porque quieren serlo deliberadamente, pueden influir en los acontecimientos e inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Los “fronterizos” capaces de asumir plenamente su diversidad servirán de “enlace” entre las diversas comunidades y culturas y, en cierto modo, serán el “aglutinante” de las sociedades donde viven. Por el contrario, quienes no logren asumir esa diversidad propia, figurarán a veces entre los más virulentos quienes matan por la identidad, y se ensañarán quienes representan esa parte de sí mismos que querrían hacer olvidar. Es el “odio a uno mismo”, del que tantos ejemplos tenemos en todas las épocas de la historia…

      *- Amin Maalouf, Identidades asesinas, Alianza Editorial, Madrid, 1999, pp. 27–50. Traducido del francés por Fernando Villaverde.

      La presente contribución se propone presentar una definición de grupo étnico y un análisis de sus características esenciales. Trata de someter a prueba las razones que determinan la adopción del paradigma étnico dentro del discurso político. La tesis que pretendo argumentar es que la identidad étnica no puede ser considerada como una simple sobrevivencia residual destinada a ser marginada de los procesos de modernización, por el contrario, representa una de las repuestas posibles a la creciente dificultad que experimentan las sociedades contemporáneas para lograr la integración y el desarrollo. En la época de la globalización existen procesos económicos, sociales y políticos —de las migraciones masivas a la competencia exasperada, del fin del desarrollo a la crisis de la política y de las grandes narraciones— que impulsan a redefinir la pertenencia política en términos exclusivos y particularistas, tornando actual y practicable la adopción del paradigma étnico.

       Identidad étnica y vínculo de sangre: el problema de la frontera

      A mi modo de ver, la limitación principal de esta clasificación radica en su excesiva inclusividad, es decir, en que abarca formas de agregación social y tipologías identitarias extremadamente diversas e inspiradoras de dinámicas conflictivas irreductibles entre sí. Incluir en una misma categoría a grupos humanos identificados en términos lingüístico–culturales como los francófonos de Quebec o los occitanos, y las etnias de la ex Yugoslavia o de la ex Unión Soviética, en donde los límites del grupo social se definen esencialmente por la consanguinidad y la descendencia común, me parece una excesiva reducción de la complejidad y diversidad de los fenómenos. Una acepción tan amplia de grupo étnico no permite captar su especificidad, es decir, el elemento que permite distinguir entre un grupo étnico y una secta religiosa, entre una minoría lingüística y cultural y un grupo de interés, y así por el estilo.

      Sancionar una pertenencia significa al mismo tiempo delimitar una diversidad: reconocer y circunscribir un espacio compartido, trazar una frontera, definir un “afuera”. Muchas de las características más significativas de una identidad de grupo, y una gran parte de los conflictos que ésta puede generar, se deciden a partir de la naturaleza y modalidad de construcción de esa frontera. Por lo tanto, definir qué es la identidad étnica significa interrogarse sobre la naturaleza específica y el fundamento particular de la frontera social de ese grupo humano que llamamos étnico. La atención sobre la forma y el fundamento de la frontera permite, además, evaluar las prestaciones que cierto tipo de identidad puede ofrecer, o su mayor o menor adecuación a los desafíos que los individuos deben de afrontar.

      La identidad étnica posee, de este modo, una especie de inconsistencia de segundo grado. La naturaleza “creída” de la consanguinidad se sobrepondrá a la naturaleza arbitraria de cualquier tipo de identidad. La identidad no es una propiedad de los objetos, no es una verdad ligada a la naturaleza de las cosas. Es más bien la adopción de una frontera —motivada pero indemostrable— cuyas razones no radican en la naturaleza de los objetos sino en las exigencias de definición y de autolimitación del sujeto. La identidad es la inserción de una diferencia en el continuum de lo semejante, en virtud de la cual se establece la distinción entre nosotros y los otros: la introducción de un nosotros artificial en la infinidad privada de sentido de la singularidad. Por consiguiente, no sólo el nosotros del parentesco constituye una simple opinión sino que ni siquiera existen fundamentos racionales para la preferencia del nosotros del parentesco respecto de otros nosotros.

      Si bien es cierto que la consanguinidad no requiere de una demostración, necesita, sin embargo, argumentos, y éstos se basan en todas las semejanzas que parecen atestiguar un pasado compartido: rasgos somáticos, lengua, cultura y tradiciones comunes, religión, mitos y memorias, usos y costumbres. El carácter superfluo de la demostración empírica de un vínculo de sangre no exonera la búsqueda de rasgos comunes capaces de argumentar indirectamente a favor de la pertenencia a una misma estirpe. Por consiguiente, los diversos elementos que de tanto en tanto han sido identificados por los estudiosos como fundamentos del grupo étnico, deben de interpretarse más bien como argumentos de una creencia.