La ciudad en el imaginario venezolano. Arturo Almandoz Marte. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Arturo Almandoz Marte
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788412337129
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por así decir, se suma, en lo concerniente a la narrativa, la exclusión del relato breve, como en los libros anteriores, por lo que mucha producción cuentística considerada como urbana –desde la de Federico Vegas hasta la de Karl Krispin, pasando por José Luis Palacios– no será incluida en esta investigación, referida principalmente a la novelística; ello no excluye, empero, la consideración de crónicas o ensayos tocantes a la ciudad, como de hecho ocurre con Vegas. Si bien hay casos limítrofes por sus textos transgenéricos, como Antonio López Ortega; o de cuentistas como Ángel Gustavo Infante, referente en el tratamiento de la marginalidad, de los narradores serán incluidos formatos novelescos, como el muy conocido caso de La danza del jaguar (1991), de Ednodio Quintero, en los que finalmente nos interesa, más allá de consideraciones sobre género o extensión, indagar las pistas urbanas o rurales presentes en la narrativa.[44]

      El criterio temporal puede extenderse un poco en lo atinente al ensayo, donde el seguimiento de algunas tesis de los autores requiere en ocasiones ser completado con material más reciente, el cual es con frecuencia tomado de prensa y a veces de Internet. En este sentido, aunque su aserto se vería cuestionado por la preponderancia de Internet y las redes sociales en el siglo XXI, no es casual que Luis Britto García afirmara, a propósito del lanzamiento de su libro Todo el mundo es Venezuela (1998), que «el periódico es el libro de hoy en día. El periódico es un libro que sale cada 24 horas».[45] La profusión ensayística de la prensa se justifica especialmente en períodos de intensos cambios políticos y sociales, lo que ha llevado a Atanasio Alegre a calificar lo vivido en Venezuela desde el Viernes Negro de 1983 hasta la emergencia del enrojecido país de la Revolución bolivariana como ages of extremes.[46] Y si bien el tema político ha tendido a capitalizar esa producción ensayística reciente, una investigación como esta debe estar atenta a filtrar esa agenda, por así decir, y ponerla en relación con sus referentes urbanos e imaginarios.

      10. Si bien las pesquisas de la relación entre ficción y realidad siguen siendo las mismas en este libro, tanto como en los anteriores, quizás se acentúe, en vista de los intensos procesos políticos de la sociedad venezolana en el fin de siglo, la búsqueda del ineludible sustrato que éstos reclaman ante la proverbial inmanencia del escritor, incluyendo al de ficción. En este sentido, en entrevista con Milagros Socorro –quien contrastaba «el protagonismo de las masas o de lo colectivo» con la supuesta subjetividad reivindicada por la novelista venezolana– creo que bien lo resumió Victoria de Stefano a propósito de los «mapas alternativos» que la literatura en producción en el país terminará ofreciendo, en el largo plazo, de cara a comprender el proceso histórico.

      Dentro de 50 años, la literatura de Venezuela va a ser uno de los mapas alternativos del conocimiento del país que somos hoy; porque aun cuando la literatura no aborde en forma directa alguna situación colectiva de la nación, ésta se encuentra siempre presente en lo que escribimos (…) Todo lo que se escribe tiene un texto debajo del texto, una masa oscura no develada.[47]

      Además de esa tensión entre literatura y realidad, en lo concerniente a la relación del ensayo con la novela, al igual que ocurría ya en el tercer libro de esta investigación, se acentúa el desdibujamiento de las fronteras entre narrativa, ensayo y saber especializado. Ello puede verse en el capítulo «Entre cultura y desmemoria», donde reaparecen cuestiones asomadas en partes anteriores de esta investigación por eruditos nacionales –Guerrero, Uslar, Liscano, Pardo– no solo a propósito de Venezuela sino también de Latinoamérica.[48] Creo que esta agenda es representativa de esa «reflexión generalista y cosmopolita» que, al decir de Miguel Ángel Campos, ha sido estigmatizada como «exotismo y extravío», en medio de una ensayística de preponderante alcance nacional.[49]

      Pecando de un localismo preocupante, esta última tendencia asoma no solo a propósito de los vertigionosos cambios políticos, sino también en cuestiones centrales a la ciudad venezolana del fin de siglo, como han sido la segregación y la violencia urbanas. En este sentido, en su introducción a Ciudadanías del miedo (2000), Susana Rotker señaló que las crónicas pueden entenderse como «primeras formas de elaboración, dado que los estudios especializados (sociológicos, criminológicos, antropológicos, culturales) sobre la violencia suelen quedar por lo general y lamentablemente, relegados al campo de los especialistas, sin lograr abrir la brecha de los campos profesionales y discursivos».[50] Al mismo tiempo, la configuración de imaginarios urbanos relacionados con la violencia y la criminalidad urbanas suele reflejar la visión de los medios, apoyada a su vez en encuestas y otras formas de opinión; por todo ello podemos concluir con Rotker: «El saber ‘racional’ sobre la violencia está naciendo en parte, si se lo ve de esta manera, de los relatos, de la subjetividad».[51] Si bien este corpus cronístico es en buena medida producido desde los medios de comunicación, principalmente la televisión hasta los años noventa, recordemos que, tal como fue advertido para el tercer libro, esta investigación no puede, lamentablemente, considerar sistemáticamente la telenovela y otras formas propias de aquélla, aunque se seguirá atento a cómo ellas son espejadas en el imaginario literario sobre la ciudad y la urbanización.[52]

      11. El fracaso de la Gran Venezuela y la corrupción del país saudita en el paso de los setenta hacia los ochenta –prefigurado el 18 de febrero de 1983, después conocido como Viernes Negro– son las coordenadas históricas que abren el inquietante imaginario del primer capítulo. Éste se inicia con un ensayo de Rafael Caldera, pero pronto da paso a la novela, con autores de la generación de 1958. Aunque en parte retrata procesos de las décadas previas, como la inmigración descontrolada conducente a la marginalidad y al subempleo, a la improductividad y burocratización de los aparatos estatales, así como al consumismo y al envite de la sociedad nueva rica, todos estos males son ahora más reconocibles en varios de los novelistas de este capítulo: José León Tapia, Luis Britto García, Carlos Noguera, Victoria de Stefano, José Balza, Eduardo Liendo y Ana Teresa Torres; las novelas en palimpsesto de esta última tornan su imaginario imprescindible desde este primera parte, si bien su obra apareció en los años noventa.

      La comedia humana que transita la muestra narrativa de la primera parte va a ser completada en la segunda con el ensayo y la crónica que registran los irreversibles desequilibrios de la urbanización nuestra, sobre todo en lo atinente al desbalance entre cultura, civilización y memoria. Esa revisión, principalmente ensayística pero con incisos en narrativa, comienza por la inserción de América Latina dentro de la civilización occidental, según una reiterada pregunta que se formularan desde Rafael Caldera hasta Arturo Uslar, para continuar con la cuestión del arraigo de la cultura en la tierra, siguiendo un planteamiento tradicionalista de Juan Liscano, pero comparado aquí con las posiciones de Ángel Rosenblat y José Balza.[53] Aparecen necesariamente diferentes discursos denunciantes de la inflación urbana de Venezuela y de Caracas en tanto su escenario más dramático y babélico: desde los cuestionamientos de Luis Beltrán Guerrero e Isaac J. Pardo, a través del contraste con procesos civilizadores y pensamientos utópicos de otros períodos y contextos históricos; hasta la invectiva de Liscano y Uslar sobre la incultura, la pobreza y el deterioro ambiental. Las crónicas de Elisa Lerner, Igor Delgado Senior y José Ignacio Cabrujas, en tanto pequeña muestra, son revisadas también para obtener respuestas alternativas de generaciones que, si bien más abiertas a los cambios dislocantes, no dejaron de satirizar y caricaturizar la descomposición de la Venezuela saudita y sus malestares capitalinos.

      12. Tal como ha ocurrido en libros anteriores, se hace necesario distinguir en éste una parte donde el imaginario urbano venezolano sigue, por un lado, los itinerarios de los viajes y las migraciones internacionales, remontándose, por otro lado, a ciudades y comarcas del interior. Tratándose ya de un país urbanizado demográficamente, esta provincia venezolana, además de seguir asomando en el imaginario de la urbe, generalmente en planos pretéritos, refleja ahora los embates de esa urbanización atropellada en diferentes ámbitos territoriales, sociales y culturales. De manera que se intenta integrar en esta parte, esperemos que con éxito, el imaginario ensayístico de inmigrantes y viajes, desde Lerner y Alicia Freilich con judíos y Torres con españoles e italianos; seguidos por González León con su periplo europeo registrado en crónica; atravesando una muestra de la migración y la mudanza que, cargada de pasado histórico y provinciano, resuena en algunas novelas de José León Tapia; hasta desembocar en narradores como Carlos Noguera, López Ortega y Antonieta Madrid, algunos