Sin lugar bajo el sol
Aunque Austria recuperó el control de Borgoña y el norte de Italia, seguía quedando excluida de los tesoros coloniales de España. Esto se combinó con la ratificación anglo-neerlandesa (en 1713) del cierre del río Escalda al comercio internacional, una de las concesiones de España en su tratado de paz de 1648 con las Provincias Unidas. Este acuerdo aseguró la primacía de Ámsterdam sobre Amberes, que con Carlos V había sido el principal centro de distribución atlántico. La exclusión del lucrativo comercio global ha formado parte durante mucho tiempo del pliego de cargos presentado por los historiadores nacionalistas germanos para explicar la supuesta debilidad del imperio. En fechas más recientes, relatos más ecuánimes han acusado a Carlos V de denegar a Alemania la posibilidad de participar en el primer colonialismo europeo al asignar a España en 1548 las localidades marítimas de Borgoña. Las «derrotas» de la Guerra de los Treinta Años, un siglo después, se combinaron con esta concesión para transferir a Suecia numerosos puertos del mar del Norte y del Báltico. Alemania, supuestamente, no pudo participar en el comercio colonial, lo cual retrasó su desarrollo económico y social, que tuvo que impulsarse, con un gran coste político, a finales del siglo XIX, cuando el káiser Guillermo II exigía a voces su «lugar bajo el sol» del imperialismo europeo.86
Estos argumentos, además de ignorar la intensa actividad comercial de los italianos que todavía residían en el imperio durante este periodo, también subestiman la participación germana en el comercio colonial. Maximiliano I y su familia se sirvieron de mercaderes del sur de Alemania, las compañías Fugger, Welser, Herwart e Imhoff, para procurarse piedras preciosas del Lejano Oriente y del Nuevo Mundo. Alemanes, neerlandeses e italianos imperiales participaron de forma activa en las empresas coloniales y comerciales portuguesas en la India y, más tarde, en las operaciones neerlandesas en Brasil, África e Indonesia. El conde Juan Mauricio de Nassau-Siegen, por ejemplo, fue una figura clave en la difusión del conocimiento científico en Europa durante su periodo como gobernador del Brasil holandés entre 1636 y 1644. Miles de soldados germanos sirvieron con portugueses, neerlandeses y británicos en las Indias y en las Américas. El ejemplo más célebre fue el intento frustrado de impedir la independencia de Estados Unidos (1775-1783).87
La ausencia de una monarquía sólida y centralizada no privó al imperio de emprender expediciones coloniales propias. A pesar del estallido de la Guerra de los Treinta Años, el duque Federico III de Holstein-Gottorp fundó en 1621 el puerto y base comercial de Friedrichstadt, en el mar del Norte. Tras obtener privilegios imperiales, el duque despachó una misión comercial a Rusia y Persia (1633-1636), pero la oposición de otras localidades de Holstein, sumada a una insurrección campesina, frustraron sus empresas.88 Se promovió la actividad colonial, pues se la consideraba la panacea contra los problemas de desarrollo económico que llegaron tras el fin de la Guerra de los Treinta Años. Pero, como descubrieron muchos otros europeos, los costes reales superaban los beneficios: en 1669, el conde Federico Casimiro de Hanau-Lichtenberg fue depuesto por su familia después de perder su dinero en la compra de una gran extensión de terreno en la Guayana Neerlandesa.
Brandeburgo-Prusia emprendió la más grande de tales empresas. Tras no conseguir comprar a los daneses Tranquebar (actual Tharangambadi), en la bahía de Bengala, el elector fundó en 1682 la compañía africana de Brandeburgo, organizada según el modelo de sus rivales neerlandeses, mucho mayores y mejor financiadas. La compañía de Brandeburgo se dedicó al comercio triangular atlántico y transportaba 30 000 esclavos africanos a las Américas e importaba azúcar, madera, cacao, índigo y tabaco a través de su base de Emden. La compañía nunca superó los 34 buques de guerra y era demasiado pequeña para imponerse a la hostilidad de neerlandeses y franceses. El puesto principal se vendió en 1717 a los primeros y el último puesto se transfirió a Francia cuatro años más tarde.89 En 1667, Austria fundó una compañía oriental para comerciar con Persia y los otomanos. Interrumpida por las Guerras Turcas (1683-1718), se relanzó en 1719 en Trieste, que había sido designada puerto libre por Carlos VI. Se estableció una nueva armada austríaca al mando de un almirante inglés y se movilizaron campesinos para construir una carretera que comunicase Viena con Trieste a través de las montañas. La bancarrota de la compañía, sobrevenida en 1734, se debió a su vinculación con la lotería estatal austríaca, que había quebrado. En 1722 se fundó una compañía independiente en Ostende para esquivar el embargo del estuario del Escalda y abrir el comercio con India y China, pero fue abandonada en 1731 para comprar el apoyo angloneerlandés a los intereses austríacos en Europa. Prusia también operó por breve tiempo, durante la década de 1750, una compañía mercantil asiática que comerciaba con China.
Todos estos fracasos se precipitaron por circunstancias adversas. Además, el imperio carecía del impulso central, la combinación de apoyo gubernamental y capital financiero presentes en la península ibérica, Inglaterra, Francia y la República Neerlandesa. Pero la razón principal fue que tales actividades nunca constituyeron una prioridad para ninguna de las múltiples autoridades imperiales. Los gobiernos territoriales germanos del siglo XVIII preferían atraer población a permitir que valiosos contribuyentes y potenciales reclutas emigrasen a colonias distantes. De hecho, numerosos germanos buscaron una vida mejor en las colonias británicas de Norteamérica, origen de los «Pennsylvania Dutch» y de la palabra «dólar» (que viene de Taler, una moneda germana de plata). Por otra parte, Brandeburgo-Prusia atrajo a 74 000 inmigrantes entre 1640 y 1740, que incluían 20 000 hugonotes franceses, seguidos de 285 000 personas más hacia 1800. Los Habsburgo consiguieron atraer a unos 200 000 emigrantes para asentarse en Hungría y Catalina II convenció a 100 000 para que se establecieran en Rusia. En suma, durante el siglo XVIII, un total de 740 000 germanos se establecieron en el este y tan solo 150 000 en Norteamérica.90
El acceso de los Hanover al trono británico, en 1714, no cambió la relación del imperio con el colonialismo europeo. Jorge I, preocupado por la posibilidad de que su electorado quedase bajo control británico, mantuvo separados el gobierno, fuerzas armadas y leyes de Hanover. La unión entre británicos y hanoverianos fue puramente personal hasta 1837, año en que finalizó tras el ascenso al trono de la reina Victoria que, al ser mujer, tenía prohibido acceder al trono de Hanover. Este continuó un breve tiempo con su propia monarquía hasta que fue anexionada por Prusia, en 1866.91 La corona británica tuvo un papel importante para impulsar el futuro del mayor imperio del mundo, pero el capital privado también desempeñó un papel decisivo con sus compañías comerciales, activas en Norteamérica, el Caribe, África y en particular en la India. La asunción del título imperial por parte de la reina Victoria, 18 años después de la disolución del Imperio mogol, se limitó a la India. De igual modo, repúblicas como Francia y (a partir de 1898) Estados Unidos se hicieron con colonias sin asumir los signos externos de un imperio. La misión y propósito de estos imperios del Nuevo Mundo eran muy diferentes a los del Sacro Imperio Romano del viejo mundo.
LA QUINTA MONARQUÍA
Emperadores en su propio reino
Los europeos desarrollaron una crítica del imperio mucho tiempo antes de que comenzasen a someter a los no europeos. El antiimperialismo europeo tuvo su origen en la propaganda papal de la querella de las investiduras y, en especial, con la