Karen vaciló un minuto.
—Erik, ¿me necesitas ahora mismo? ¿Podría ir allí? Quince, veinte minutos, no más.
Él puso cara de extrañeza ante la pregunta.
—¿No habré causado otro mal rollo entre los dos, verdad?
Ella sacudió la cabeza y esbozó una débil sonrisa.
—Esta vez no. Es más, estaba pensando en ir allí para darle mi apoyo. Me he mostrado tan negativa que creo que Elliott podría agradecer que ya casi lo haya aceptado.
—¿Casi?
—Aún tengo mis reservas. Eso no lo puedo negar, pero lo estoy intentando, Erik. Quiero apoyar a mi marido al cien por cien. Todavía no he llegado a eso, pero lo estoy intentando.
—Pues ve —dijo de inmediato dándole la dirección—. Pero date prisa, aún hay mucho que preparar del almuerzo.
—Seguro que si me quedo demasiado rato, Dana Sue me traerá a rastras —le respondió quitándose el delantal que se acababa de poner y saliendo sin molestarse en agarrar el bolso.
Vio el precioso Mercedes de Mary Vaughn a una manzana de The Corner Spa y, como no había nadie fuera, supuso que seguían viendo el interior de la propiedad, otra enorme casa victoriana en una calle que se estaba convirtiendo en una mezcla entre residencial y comercial. Exceptuando The Corner Spa, la mayoría de los usos comerciales eran para oficinas de agentes de seguros e inmobiliarias. Helen había trasladado su bufete a una de las casas más pequeñas hacía unos meses también.
Cuando Karen entró en lo que parecía una casa que llevaba mucho tiempo abandonada, Elliott le lanzó una amplia sonrisa que rápidamente se desvaneció y dio paso a una mirada de preocupación.
—¿Va todo bien? —le preguntó apartándose de los otros.
—Erik me ha dicho que estabais viendo el local y se me ha ocurrido venir a verlo.
Él pareció dudar si creer o no sus palabras.
—¿Ah, sí?
—Si este gimnasio se va a hacer realidad, tengo que encontrar un modo de aceptarlo y mostrarte mi apoyo. Aunque tengo preguntas.
Elliott sonrió.
—Claro que las tienes. No serías tú si no tuvieras un millón de preguntas. ¿Y si te las respondo todas esta noche? Frances se ha ofrecido a cuidar a los niños otra vez. Podríamos ir a Rosalina’s.
—En ese caso, tenemos una cita.
Cuando los demás pasaron a otra habitación, él señaló a su alrededor.
—¿Qué te parece?
—Me resulta muy triste —respondió sinceramente—. ¿Tenéis dinero para arreglarlo?
Él asintió.
—Mary Vaughn dice que es un robo y Helen y Ronnie creen que al final, incluso con las mejoras que necesita, esto tiene más sentido económicamente que el alquiler que estábamos mirando en un principio. Ronnie nos proporcionará el material para la reforma y nos ayudará. Cree que muchas cosas las podemos hacer nosotros, aunque tendremos que traer a Mitch Franklin y a sus electricistas y fontaneros, como hicieron en el spa.
—Parece caro.
—Como he dicho, me tengo que fiar de Helen y de Ronnie. Dicen que las cifras están a nuestro favor. Esta noche te lo contaré todo.
Ella le dio un beso en la mejilla.
—Será mejor que vuelva a Sullivan’s. He dejado a Erik solo.
—Yo recogeré a Frances de camino a casa. Nos vemos sobre las siete.
Antes de que se marchara, Elliott la tomó en sus brazos y la besó de nuevo.
—Gracias por venir a verme. Significa mucho para mí.
Y, en sus ojos, Karen pudo ver que era cierto.
—Por tu bien, debería haberlo aceptado antes.
—¿Entonces no tienes más dudas? —le preguntó.
Ella suspiró.
—No he dicho eso, pero voy a intentar controlarlas.
—Pues eso es un comienzo —respondió aliviado—. Y yo intentaré asegurarme de reconfortarte para que no tengas que preocuparte.
Karen asintió. Era uno de los mejores tratos del día.
Helen y Ronnie habían preparado un balance de lo que supondría comprar la casa de Palmetto y alquilar un local en Main Street y Elliott se llevó el documento a la cena con Karen.
Ver a Karen en la visita a la casa le había dado esperanza de que pudieran seguir adelante sin que ello causara desacuerdos en su matrimonio.
Sentado a su lado en un banco de Rosalina’s, sin embargo, le estaba costando concentrarse en los números. Estaba más fascinado por su aroma y por el calor que irradiaba su muslo pegado al suyo. Ella, sin embargo, parecía totalmente centrada en las páginas que había extendido sobre la mesa. La oyó emitir un grito ahogado y supo que había llegado a las últimas líneas.
—Elliott, ¡es muchísimo! —dijo impactada.
—No voy a invertirlo todo. Y hay socios, ¿recuerdas?
—Lo sé, pero incluso siendo seis, hay mucho dinero que tardaréis años en recuperar. No empezaréis a obtener beneficios de inmediato, eso nunca pasa en los negocios. ¿Y si tenéis que seguir invirtiendo más y más para poder tener abierto? ¿De dónde saldrá? Nosotros no lo tenemos.
Él volvía a ver el pánico en sus ojos y supo que su determinación de seguir adelante informándola de cada fase probablemente había sido un error. De todos modos, había sabido que no le quedaba otra opción que revelarle todo.
—Habrá capital suficiente para un año desde las inversiones iniciales —le dijo con seguridad.
—¿Y después?
—Todos estamos convencidos de que para entonces ya estaremos sacando beneficios.
—¿Y si no es así?
—Lo será —contestó con impaciencia—. Hemos sido muy prudentes con las estimaciones y tenemos el The Corner Spa en que basarnos.
Ella cerró los ojos intentando claramente controlar el pánico.
—¿Estás seguro?
—Sí. Y lo más importante es que Helen, Maddie y los demás lo están. No nos estamos metiendo en esto a la ligera, Karen. Todos nos jugamos algo en su éxito.
—Pero tú eres el que puede perder más. Los demás tienen negocios de éxito y probablemente tendrán ahorros que los respalden. Nosotros estamos empezando —lo miró a los ojos—. ¿Y qué pasa con el bebé? ¿Cuánto tiempo vas a posponerlo? Creía que era algo que querías de verdad.
—Y lo quiero más que nada —le respondió con sinceridad—. Lo sabes.
—¿Más que esto? —le preguntó retándolo.
—¿Es que tiene que ser o una cosa o la otra?
—De momento, sí.
—Pero aunque te quedaras embarazada mañana, pasarían nueve meses hasta que llegara el bebé.
—¿Te haces idea de lo ingenuo que es eso? —dijo con desaliento—. Hay visitas al médico, vitaminas para el embarazo y otros gastos. ¿Y si las cosas no van bien y tengo que hacer reposo?
—No te pasó ni con Daisy ni con Mack —le recordó decidido a mantener la sensatez frente a la consternación de ella.