Sorprendida por su reacción, Karen observó a su hija.
—¿Es por lo que pasó en el baile?
—No puedo decirlo —le contestó muy tercamente.
—¿Qué significa eso? —le preguntó Karen frunciendo el ceño—. ¿Es que ha hecho alguna otra cosa? Daisy, si has visto o has oído algo, no pasa nada porque me lo cuentes. Es más, es importante que hables con un adulto si otro adulto hace algo desagradable o inapropiado.
Karen estaba dividida entre llegar al fondo de lo que fuera que Daisy había visto u oído o permitirle mantener la promesa que estaba claro que le había hecho a alguien, probablemente a Selena. Pero al final concluyó que tenía que saber la verdad.
—Cielo, esta no es una de esas situaciones en las que puedes guardar un secreto, por mucho que lo hayas prometido. Tienes que contármelo. ¿Qué te ha dicho Selena? ¿O acaso es que has visto u oído algo?
Daisy se quedó en silencio un rato largo, batallando con su apenas desarrollada moral.
—Selena me lo ha contado —acabó diciendo—. Pero es una cosa que no debería saber, por eso me dijo que guardara el secreto.
—Pero a mí me lo puedes contar —dijo Karen con firmeza.
—Dile a Mack que salga del coche y te lo contaré. Si lo oye, se lo contará a todo el mundo.
—¡No lo diré! —protestó el niño con actitud rebelde—. Y no pienso salir del coche.
—Solo un minuto —le pidió Karen, entendiendo que Daisy quisiera guardarse la información todo lo posible—. Por favor. Si no, no tomaremos helado en el lago cuando vuelva Elliott.
Mack le puso mala cara a su hermana, pero el helado era un capricho demasiado poco habitual como para arriesgarse a perdérselo. Se bajó de su alzador y cerró la puerta de golpe.
Karen se fijó en el gesto abatido de su hija y esperó. Sabía que Daisy seguía sopesando la lealtad contra una orden de su madre. Al final susurró:
—Selena dice que Ernesto tiene una novia y que está en su casa con ella.
Karen tuvo que controlarse para no soltar un grito ahogado, no solo por la noticia, sino por el hecho de que la niña de doce años supiera algo así de su padre. Aunque no dudaba ni por un segundo que pudiera ser verdad, no podía imaginar que Ernesto hubiera tenido tan poca discreción.
—A lo mejor Selena ha malinterpretado algo.
Daisy sacudió la cabeza categóricamente.
—Los ha visto juntos. Se estaban besando.
—¿Dónde?
—Delante de la casa de la novia, supongo. Selena volvía a casa caminando desde la parada de autobús del cole y el coche de Ernesto estaba aparcado en la casa. Estaban fuera, besándose en el coche, y luego entraron en la casa agarrados de la mano. Selena me dijo que aunque estaba castigada, por la noche se escapó y volvió. El coche de su padre seguía allí —la miró con preocupación—. ¿No le vas a contar a Adelia que se escapó, verdad?
Karen tenía un millón de preguntas, pero no pensaba expresárselas a su hija de nueve años. Estaba claro que Daisy no entendía del todo las implicaciones de lo que Selena le había contado, o al menos eso esperaba, pero parecía que Selena sí.
—Gracias por contármelo —le dijo dándole un reconfortante apretón de manos—. Y ahora deja de preocuparte por esto. Los mayores lo arreglarán. Tú solo intenta ser más comprensiva con Selena a partir de ahora, ¿vale? Esta pasando por unos momentos muy difíciles para ella.
Daisy asintió.
—Ahora lo entiendo un poco. Quiero decir, entiendo que Selena esté disgustada a veces. Le da mucho miedo que su madre y su padre se divorcien.
Karen pensó en ello. ¿Podría Adelia ignorar algo así, fingir que no estaba sucediendo? Porque si era cierto que Selena había llegado a esa casa andando, estaba claro que lo estaban haciendo delante de sus narices. Karen sabía que ella misma no podría, pero las mujeres Cruz tenían una visión distinta del matrimonio y diferentes expectativas sobre el comportamiento de sus maridos. ¿Aplicarían eso también a una infidelidad tan descarada?
Aún seguía dándole vueltas al tema cuando Elliott y Mack subieron al coche.
—¿Todo bien? —preguntó ella.
Elliott se encogió de hombros.
—Aparentemente —miró hacia el asiento trasero y con una forzada voz de alegría, preguntó—: ¿Vamos al lago?
—¡Sí! —respondió Mack con entusiasmo.
Hasta Daisy esbozó una sonrisa para Elliott.
—Mamá ha dicho que podemos tomar helado.
Elliott sonrió.
—Pues entonces lo tomaremos —respondió guiñándole un ojo—. Cuando tu madre hace una promesa, siempre la cumple.
Karen le agarró la mano y la apretó con fuerza. Elliott también mantenía sus promesas y en ese momento estaba más agradecida por ello de lo que él podía llegar a imaginar.
Elliott se sentía completamente exprimido emocionalmente después del revuelo que se había formado en casa de su madre, del arrebato de Selena y, más tarde, de la tensión en casa de los Hernández cuando había ido a dejar a los niños. Incluso aunque los más pequeños habían gritado de alegría al ver que su padre había vuelto a casa, había podido ver la intranquilidad en el rostro de su hermana y cómo Selena se había mantenido apartada con gesto furioso. Cuando Elliott había intentado hablar a solas con Adelia, ella lo había ignorado.
—Vete —había insistido—. No hagas esperar a Karen y los niños.
—Si me necesitas, llámame —le dijo más como una orden que como una petición. Se le hacía imposible dejar de preocuparse tan rápidamente como ella parecía querer.
—Lo prometo —le había dicho, aunque él sabía muy bien que no podía creerla. Tenía claro que últimamente se estaba guardando muchas cosas e intentando solucionarlas ella sola. Así no era como se hacían las cosas en su familia, y lo frustraba pensar que Adelia pudiera necesitar ayuda y fuera demasiado orgullosa para pedirla.
Aun así, se había marchado, ya que no le había dado elección, y para cuando llegó al pequeño lago en el centro de Serenity, lo único que quería era pasar un rato tranquilo sentado al lado de su mujer y dando gracias de que sus problemas, por muy complicados que pudieran ser, no fueran nada comparados con los de su hermana.
—Lo que ha pasado hoy te ha afectado mucho, ¿verdad? —le preguntó Karen mientras se comían el helado en un banco bajo la sombra de un gigantesco roble de los pantanos cubierto de musgo español.
—Me preocupan Adelia y su familia. Pasa algo muy grave y creo que necesita apoyo, pero ha rechazado mi ayuda.
—Ella es así, ¿no? —le recordó con delicadeza—. Sabe que cualquiera de vosotros se volcaría si os lo pidiera. Pero si no lo está pidiendo, alguna razón tendrá.
Hubo algo en su tono de voz que lo alertó.
—¿Sabes algo, verdad?
—No de primera mano —respondió lentamente—. Y Daisy me ha contado en secreto lo que Selena le ha contado. Si te lo digo tienes que prometer que no te vas a subir al coche para ir a por Ernesto.
Elliott se quedó paralizado ante la sombría expresión de su mujer. Si temía que pudiera ir a buscar a su cuñado, entonces tenía que ser algo malo.
—¿Qué? —preguntó nervioso.
—Recuerda que es algo que ha visto Selena—le advirtió—. Podría haberlo malinterpretado.
—Tú cuéntamelo.
—Cree