El 20 de abril, el Amphitrite llegó a Portsmouth con 6600 armas completas, 52 cañones y 33 000 balas de cañón, además de palas, hachas y tiendas. Langdon envió con celeridad los cañones y los mosquetes a la Armería de Springfield, donde llegaron a primeros de junio. Muchos de los mosquetes, en parte porque no se había dispuesto de tiempo suficiente en Francia para crear instalaciones donde repararlos, tenían las llaves y los muelles rotos debido a los años de almacenaje o por daños sufridos en el transporte. Los armeros de Springfield los repararon en poco tiempo y los dejaron listos para su empleo. Mientras tanto, distintos periódicos que iban desde la Boston Gazette al Pennsylvania Packet publicaban historias de la «valiosa carga» que había arribado de Francia.135 Aunque ya hacía dos años que llegaban armas de ultramar, esta fue la primera demostración tangible de apoyo galo a gran escala hacia la causa de la independencia, lo que significó una importante inyección de moral para la opinión pública en un momento en que la mayoría de las noticias que llegaban de los campos de batalla era deprimente.
Ambos bandos habían quedado deshechos por la batalla de Ticonderoga y los acontecimientos posteriores. Los norteamericanos perdieron todos sus cañones, circunstancia de la que se lamentaba el oficial de artillería de Schuyler, Ebenezer Stevens. Por suerte, Schuyler ya había expedido antes a la Armería de Springfield la orden de que enviara más cañones al frente.136 Mientras tenía lugar la batalla de Ticonderoga, carretas de bueyes y carros remolcados por caballos tiraban de 22 cañones, de los que 10 eran del tipo M1740 de cuatro libras –que habían llegado a bordo del Amphitrite–, hacia el puerto fluvial de Peekskill, en el río Hudson. Desde allí se transportaron en barcazas río arriba hasta Albany, donde fueron remolcados por tiros de bueyes hasta el campamento de Schuyler y al almacén que había en Stillwater, a unos pocos kilómetros al sur de Saratoga, donde llegaron el 26 de julio.
Los británicos también tenían escasez de provisiones. A primeros de agosto, Burgoyne dirigió una fuerza de 1200 soldados hessianos y británicos en una incursión contra un depósito de suministros situado en el pueblo de Bennington, en el actual estado de Vermont. La milicia de Nuevo Hampshire era la única fuerza presente en los alrededores capaz de oponerse a dicho asalto. Si su contraataque se hubiera tenido que realizar antes de que llegaran las armas de Beaumarchais, es muy probable que no hubiera tenido lugar: en los primeros meses de 1777, la carencia de armas de fuego había contribuido a que los efectivos de las compañías de milicia de Nuevo Hampshire fueran un 40 por ciento inferiores a los teóricos.137 En cambio, ahora, gracias a la disponibilidad de los miles de mosquetes franceses proporcionados por John Langdon, el general de la milicia de Nuevo Hampshire, John Stark, formó y equipó dos brigadas (1500 hombres) en un plazo de seis días. El 16 de agosto, ambos bandos chocaron a unos 20 kilómetros al oeste de Bennington. La milicia de Stark hizo huir, en dos enfrentamientos distintos, a las tropas hessianas y británicas, a las que infligió casi 1000 bajas entre muertos y heridos, y además se apoderó de cañones y mosquetes. Las fuerzas de Burgoyne quedaron tras aquello debilitadas, pero aún eran un contingente imponente y continuaron su marcha hacia Albany.
La batalla de Bennington había retardado el avance de Burgoyne, pero no lo había detenido. El Congreso ya tenía decidido, en cualquier caso, que Schuyler no era el hombre adecuado para enfrentarse a él. El 19 de agosto, el mayor general Horatio Gates, que había servido en el Ejército británico durante las guerras de Sucesión austriaca y de los Siete Años, asumió el mando del Departamento Norte del Ejército Continental. Como correspondía a quien había sido antes ayudante general******* del Ejército Continental, le preocupaba sobre todo disponer de hombres y suministros suficientes para la próxima batalla. Washington respaldó con todo su apoyo las peticiones de Gates. Pronto salieron numerosas órdenes del campamento de Gates que solicitaban munición, ropa y suministros.138 Mientras tanto, milicias de Nuevo Hampshire, Massachusetts, Nueva York y Connecticut, ya perfectamente armadas con los mosquetes de Beaumarchais, acudieron al teatro de operaciones a lo largo de agosto y septiembre, igual que hicieron tiradores de Pensilvania, Maryland y Virginia armados con rifles. Gates disponía ya de 9000 efectivos ante los 7000 británicos y hessianos. A primeros de septiembre, por consejo de su ingeniero Tadeusz Kościuszko, Gates ordenó a Ebenezer Stevens que situara sus cañones en unos emplazamientos defensivos que se construyeron en un alto llamado Bemis Heights, desde el que se dominaba la carretera de Albany. Las llamativas cureñas de color rojo ladrillo de los cañones M1740 complementaban los colores de los graneros y otras dependencias de la granja circundante. El ejército aguardó allí la llegada de Burgoyne.
El 19 de septiembre se libró la primera batalla de Saratoga. Los apodos en apariencia inocuos de los generales enfrentados, Caballero [Gentleman] Johny Burgoyne y Abuelita [Granny] Gates, se vieron desmentidos por la ferocidad de los combates. Los norteamericanos abandonaron en torno al mediodía su posición fortificada de Bemis Heights y chocaron con las tropas de Burgoyne en los campos salpicados de bosques de Freeman’s Farm. Ambos bandos llegaron a entrecruzar sus mosquetes en el cuerpo a cuerpo. Las líneas de los rebeldes avanzaron y retrocedieron a lo largo de la tarde. Los rebeldes alcanzaron a tomar las posiciones de la infantería y la artillería británicas, pero fueron más tarde rechazados mediante un nuevo contraataque. Al final, los norteamericanos se retiraron a su fortificación. Burgoyne acumuló más bajas, pero quedó dueño del campo de batalla. Tras aquel resultado inconcluyente, ambos bandos optaron por volver a vigilarse el uno al otro y a esperar.139
En opinión de Caleb Stark, miembro del 1.er Regimiento de Milicia de Nuevo Hampshire (e hijo del general John Stark), no había duda de que la llegada a tiempo de los cargamentos de Beaumarchais permitió que la primera batalla de Saratoga acabara en empate y no en derrota. Muchos años más tarde, recordó con claridad:
La primera oportunidad de probar las cualidades de los nuevos mosquetes franceses sucedió el 19 de septiembre de 1777, cuando los americanos avanzaron desde sus posiciones, sin temor, para chocar con los veteranos británicos en campo abierto. […] En aquel día decisivo, las armas de Beaumarchais, tras las que iban sus camaradas yanquis, después de expulsar al enemigo del campo de batalla con gran matanza, se lanzaron con arrojo sobre su campamento, hicieron retroceder sus fuerzas de parte del mismo, capturaron una parte de su artillería y descoyuntaron todo su ejército […] Creo firmemente que, si los americanos no hubieran recibido estas armas tan a tiempo, Burgoyne habría marchado con facilidad hasta Albany.140
Durante varias semanas de interrupción de los combates llegaron más soldados norteamericanos al lugar y engrosaron sus filas hasta alcanzar un total de algo menos de 12 000 hombres, casi el doble de las diezmadas fuerzas de Burgoyne. Este, ante el progresivo debilitamiento de sus efectivos y la escasez de suministros, cada vez mayor, ordenó el 7 de octubre un asalto vespertino sobre la fortificación enemiga apoyado por artillería adelantada. Las tropas norteamericanas avanzaron a su vez para repeler el ataque, mientras que los cañones de Beaumarchais optaron por quedarse en sus emplazamientos en espera de un asalto que no llegó nunca. Las líneas de los ejércitos se desplazaron