Al iniciar Arthur Lee su triunfal viaje de regreso a París en abril de 1777, supo por Gardoqui que las fuerzas de Washington habían vencido a los británicos en Trenton, el 6 de diciembre de 1776 y en Princeton una semana más tarde. Se trataba de unas victorias muy necesarias para los norteamericanos. Aunque 1776 hubiera sido el año de la independencia, había estado jalonado por una extensa serie de derrotas militares. Al principio del año, Henry Knox había conseguido avanzar la artillería de Ticonderoga hasta unas posiciones que dominaban Boston, lo que había obligado a Howe a evacuar sus soldados a Halifax en marzo. Sin embargo, en julio, los británicos ya se habían reagrupado en Staten Island para comenzar la invasión de la ciudad de Nueva York. A partir de la batalla de Long Island, en agosto, Howe expulsó de forma gradual a las tropas de Washington de la ciudad y sus alrededores y las empujó hacia el norte y el oeste gracias a las victorias británicas en los fuertes Washington y Lee y en White Plains.124 Washington, perseguido de cerca por el general Charles Cornwallis, había adoptado lo que él llamaba «guerra de posiciones» y otros calificaron de estrategia fabiana (que recibía su nombre del general romano Quintus Fabius Maximus, quien ante un enemigo superior rehuyó las batallas campales y optó por efectuar ataques indirectos y operaciones de desgaste). Washington se retiró con rapidez a través de Nueva Jersey y el 7 de diciembre ya estaba al otro lado del río Delaware, en Pensilvania. Entre las penalidades del invierno y las deserciones que aumentaban cada día, la situación era desoladora, como escribió Thomas Paine en el primero de sus panfletos de la colección Crisis americana [American Crisis]: «Estas son las ocasiones que ponen a prueba los espíritus de los hombres».
El 26 de diciembre, tres días después de que se publicara el panfleto, Washington abandonó de súbito sus maniobras fabianas y contraatacó con fuerza cruzando el río Delaware. La batalla de Trenton fue una incursión rápida y decisiva contra una guarnición de soldados de Hesse, en la que se hicieron prisioneros a más de 1000 hombres y donde las bajas estadounidenses no llegaron a diez. El 3 de enero, Washington evitó el choque con el ejército principal de Cornwallis en Trenton, optó por atacar su retaguardia en Princeton y escapó antes de la llegada de refuerzos británicos. Aunque se trató en ambos casos de acciones menores en términos militares, dieron un gran impulso a la reputación de Washington y a la moral de los norteamericanos.125
Estas dos batallas también demostraron el impacto que las municiones proporcionadas por comerciantes franceses, españoles y holandeses comenzaban a tener en la capacidad militar de los norteamericanos. A finales de 1776, al menos 10 000 mosquetes y casi 1 millón de libras de pólvora habían llegado ya a la nueva nación.126 Si al comienzo del conflicto algunas milicias compartían un mosquete entre cuatro soldados y solo se disponía de 15 cartuchos por hombre, en Trenton cada infante portaba ya su propio mosquete y 60 cartuchos.127 Aunque existen pocos registros de qué armas llevaban exactamente el Ejército Continental y las milicias, un análisis arqueológico moderno de las balas encontradas en el campo de batalla de Princeton muestra que casi la mitad pertenecía a mosquetes del calibre de 0,69 pulgadas fabricados en Francia, España y Lieja, que solo empleaban los rebeldes; y la otra mitad correspondía a los mosquetes británicos de 0,75 pulgadas y a mosquetes fabricados en Norteamérica, además de balas de menor calibre empleadas por los rifles también norteamericanos.128 En estas primeras batallas, la pólvora holandesa y los mosquetes españoles, galos y de Lieja no estaban ganando la guerra, pero al menos es seguro que estaban impidiendo que se perdiera.
Para Gran Bretaña, las derrotas de Trenton y Princeton fueron escaramuzas sin importancia. Su plan general era dividir las fuerzas norteamericanas y destruirlas por separado.129 A principios de 1777, George Germain, que había sucedido a Dartmouth como secretario de Estado para las colonias, desarrolló con sus generales William Howe y John Burgoyne un proyecto de ataque desde dos direcciones que aislaría Nueva Inglaterra, el centro de resistencia de la revolución, del resto de las colonias (los británicos aún denominaban así a los nuevos estados). El ejército de Howe se transportaría desde Nueva York al sur por una flota de más de 200 barcos con el objetivo de tomar Filadelfia.130 Desde allí, giraría hacia el norte hasta más allá de la ciudad de Nueva York y se apoderaría del valle del río Hudson. Burgoyne, al mismo tiempo, debía marchar con sus hombres hacia el sur desde Montreal, apoderarse de los fuertes enemigos a lo largo del lago Champlain y luego debía bajar por el río Hudson hasta reunirse con Howe en Albany. Los efectivos británicos, una vez cortado en dos el país por el Hudson, podrían sojuzgar cada mitad por separado e impedir que se prestaran ninguna ayuda entre sí.
La preparación logística que conllevaba la acumulación de tropas y material tuvo ocupados a los británicos hasta el verano de 1777. A finales de agosto, en el sur, las fuerzas de Howe desembarcaron en Head of Elk (actual Elkton), en Maryland. Desde ese punto, iniciaron el camino al norte, hacia la capital de los Estados Unidos. Arrollaron a George Washington en la batalla de Brandywine, el 11 de septiembre, y derrotaron a Anthony Wayne en la batalla de Paoli dos semanas más tarde. El 26 de septiembre, los británicos aparecieron ante Filadelfia y obligaron al Congreso a huir 150 kilómetros al norte hasta York, en Pensilvania. El 4 de octubre, el decidido contraataque de Washington en la batalla de Germantown no consiguió desalojar a Howe de su posición. En el norte, Burgoyne había comenzado su marcha a finales de junio bajando por el lago Champlain hacia el fuerte Ticonderoga, que asaltó el 2 de julio.131 Su ejército, de casi 8000 hombres, rodeó con facilidad a los 3000 soldados estadounidenses que habían recibido la orden del general Philip Schuyler de defender aquel fuerte estratégico el mayor tiempo posible. El emplazamiento de la artillería británica en unas alturas obligó al oficial al mando, el mayor general Arthur Saint Claire, a efectuar una retirada nocturna para salvar su contingente. Burgoyne, al recibir la noticia de que Howe no iba a subir de momento por el valle del Hudson, decidió dirigirse a Albany y establecer allí su campamento de invierno en espera de reemprender la ofensiva en primavera. A mediados de agosto puso en marcha a su ejército hacia el sur por la carretera de Albany, lo que le llevó a pasar por una aldea llamada Saratoga.
Antes, mientras Germain, Howe y Burgoyne planeaban sus campañas, los barcos de Beaumarchais cruzaban el Atlántico transportando tanto provisiones como voluntarios para la lucha próxima.132 El Amphhitrite, al no haberse avituallado de manera adecuada en Le Havre, volvió a Lorient, en la Bretaña, y se hizo por fin de nuevo a la mar con destino a Nueva Inglaterra el 25 de enero. Otro barco de Beaumarchais, el Mercure, zarpó de Nantes unos pocos días después, también rumbo a Nueva Inglaterra, seguido por el Seine con destino a las islas del Caribe. Si sumamos también otro par de naves que zarparon en marzo, en la primavera de 1777 cinco barcos fletados por Rogerigue Hortalez surcaban los mares con material suficiente para armar, vestir y equipar un ejército de 30 000 hombres. Además, un número aún mayor de barcos fletados por Beaumarchais, que alcanzó la cifra de 45 buques de carga de distintos tipos, se estaban alistando en puertos por toda Francia.
El Mercure fue el primero en llegar.133 Tras cuarenta días de travesía, arribó a Portsmouth, en Nuevo Hampshire, el lunes 17 de marzo de 1777. A bordo iban 12 000 mosquetes completos y un millar de barriles de pólvora, junto con mantas y