Muchos años atrás, el ministro y yo éramos una vez más los últimos que nos quedábamos a guardar las sillas por la noche luego de otra reunión de iglesia. Hice una broma acerca de necesitar entrenamiento para Pickfords, y él respondió con una sonrisa, y dijo: “Una vez que eres diácono, siempre [eres] diácono”. Tenía razón. Steven Croft desarrolló este tema en Ministerio en tres dimensiones, en donde analizó la triple naturaleza del liderazgo que se ve en la iglesia primitiva: “La diaconía, el ministerio de un siervo, es la más importante de las tres dimensiones cuando el ministerio y el liderazgo tienen que ser verdaderamente cristianos y como Cristo […] los principios de diaconía deberían por lo tanto ser los principios de control y de guía para todos los ministerios cristianos”.24
Para muchos de nosotros, esto establece una tensión en nuestra vida entre ser un siervo o un líder. Obviamente la palabra “siervo” no implica esclavitud servil; tampoco “líder” significa un dictador dogmático. Sin embargo ¿se me ha llamado a abandonar mi propia agenda con el fin de que otros cumplan con las suyas? He escuchado a muchas personas que apoyan la primera opción, y también a las que se alinean con la segunda, pero ninguna de las posiciones me convence. Quizá esto se deba a que la pregunta implica una disyuntiva falsa: o tiene prioridad mi agenda o la tiene la de la otra persona. El líder siervo es llamado primero a servir a Cristo. Su agenda debe ser sublime por sobre todas las otras agendas. Por ello, hay momentos cuando el siervo líder debe pararse en contra de la corriente, preparado para el desafío, para enfrentar y cambiar cosas, porque la agenda de Cristo es la prioridad. Por ejemplo, si la congregación quiere mantener a la iglesia como un club exclusivo para aquellos que pertenecen, el líder siervo no se inclina ante sus deseos ni la ayuda para hacer mejor su trabajo de excluir a los otros. El líder siervo sabe que su prioridad es servir a Cristo. Se presenta ante Dios antes de presentarse ante la gente. Pero la manera en que se relacione con las personas tendrá que reflejar un corazón de siervo: una disposición a escuchar, amor por ellas, habilidad para adaptarse, una actitud humilde. El líder siervo es primero un siervo de Dios, llamado a servir al pueblo de Dios en el liderazgo. Como reflexiona Graham Cray: “El principio controlador del líder de la iglesia local es que Jesús es el líder activo para cada congregación”.25
No obstante, las expectativas externas e internas fácilmente pueden socavar esta prioridad fundamental. Recientemente estuve en un contexto rural en el cual el vicario me contó que constantemente escucha: “Ah, vicario, pero el último vicario…”. Le pregunté cuánto tiempo había estado allí esperando una respuesta de unos pocos meses. La respuesta fue “¡Veinticinco años!”. Las expectativas externas pueden ejercer enormes presiones, pero muchos de nosotros en el liderazgo encontramos las expectativas internas aún más difíciles de manejar. Éstas pueden ser alimentadas por muchos factores, tales como la necesidad de ser querido y, por lo tanto, la tendencia de intentar complacer a los otros. Investigaremos esto más a fondo en el capítulo 4.
En lugar de ser moldeado por expectativas externas o internas, influenciado por modelos seculares de liderazgo, y formados por experiencias inapropiadas en el liderazgo en el pasado, necesitamos ser transformados por el Espíritu de Cristo y la renovación de nuestras mentes para que aceptemos las palabras de Jesús: No sea así entre ustedes.
Cristo sirvió a su pueblo; el liderazgo cristiano está marcado por el servicio. Como comenta Stacy Rhinehart en su libro que hace pensar, Upside Down, The Paradox of Servant Leadership (Al revés, la paradoja del liderazgo de servicio), “el liderazgo de siervo no es un ideal imposible en nuestros días. Más bien, debería ser la base de nuestro pensamiento sobre el liderazgo espiritual. Cristo lo vivió, lo enseñó y modeló para nosotros, y es nuestra verdadera distinción como creyentes”.26
4. Está modelado por la cruz y la resurrección
El modelo de la cruz y la resurrección, del sufrimiento y la nueva vida, es el paradigma que formará a los líderes cristianos. Estoy sorprendido de cuántos jóvenes se sorprenden e incluso se escandalizan cuando sobreviene el sufrimiento como resultado del liderazgo. Cristo Jesús enseña claramente que éste será el camino de todos los que lo seguimos (Mt 5.11; Mr 10.38–39). No se trata de sufrimiento porque hayamos sido ingenuos o arrogantes o sencillamente estúpidos. Este sufrimiento se debe a que estamos comprometidos en el “ministerio del evangelio”, y el evangelio es ofensivo, distancia a las personas. En 2 Timoteo, el apóstol Pablo escribe sobre el sufrimiento de diversas maneras porque él quiere que Timoteo comprenda la inevitabilidad del sufrimiento en el liderazgo.
» El sufrimiento específico del evangelio que sobreviene como resultado de la fidelidad al mensaje del evangelio (2Ti 1.8, 11–12; 2.9–10).
» “Adversidad” permanente (2Ti 2.3; 4.5).
» Sufrimiento que viene de parte de la iglesia (2Ti 2.1–18).
» Sufrimiento de parte de Satanás (2Ti 2.26).
» Sufrimiento que viene por vivir en un mundo caído (2Ti 3.1–9).
» Persecución por vivir una vida piadosa (2Ti 3.12).
Una de las claves de la vida cristiana es, por lo tanto, fidelidad más que “éxito”, y esto a menudo se ve más claro en la manera en que manejamos el sufrimiento. La cruz es central para nuestra experiencia de sufrimiento, como un lugar de consuelo, perdón, comprensión, reconciliación y un nuevo comienzo.27
También vamos a experimentar la resurrección —una nueva vida gloriosa en medio de la duda, la decadencia y la desesperación—. Seremos testigos de la nueva vida de un niño que decide seguir a Jesús, un joven que decide resistir la tentación, o un adulto que rompe un hábito destructivo; la nueva vida de una iglesia que crece lentamente en confianza en el amor de Dios por ellos y su amor por otros, una comunidad que está siendo cambiada gradualmente por la sal y la luz del pueblo de Dios, un país que descubre que los caminos de Dios son los mejores. Experimentaremos una vida nueva de transformación personal a través de nuestra muerte y la resurrección para Cristo. La realidad de la resurrección de Jesús y el regreso de la esperanza en un mundo donde la desesperanza parece endémica. Mientras escribo, estamos al borde de una guerra. Los niveles de provisión de salud y educación parecen estar declinando. El índice de suicidio continúa su incesante camino hacia arriba, especialmente de los jóvenes, mientras la asistencia a la iglesia prosigue en su incesante camino hacia abajo. La inmoralidad se celebra como libertad, el consumismo como una opción, la autosatisfacción como espiritualidad. ¿Cómo puede un líder cristiano mantener una actitud positiva en tiempos como estos? Sólo por la fe en la resurrección y nuestra esperanza en Dios. La escatología, la doctrina de los últimos tiempos, nos recuerda que vivimos entre la primera y la segunda venida de Jesús, en los tiempos del reino de Dios “ahora pero todavía no”. Esto alimenta nuestra esperanza para el futuro y nos sostiene a través de las largas noches oscuras de aparente desesperanza, impulsándonos a orar “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
5. Se sostiene con oración
La oración es fundamental en la vida cristiana, y por lo tanto fundamental para el liderazgo cristiano. La oración expresa nuestra dependencia de Dios en respuesta a lo que está haciendo en nuestras vidas, y de la energía espiritual de nuestra relación con Él. Sin ella nos marchitamos