Otros dibujan líderes inútiles. Los medios son expertos en caricaturizar a tales líderes cristianos. La otra noche estaba pasando de un canal de televisión a otro y me detuve para mirar a un religioso en la pantalla. No sé qué programa era, ni cuál su argumento, pero esos dos minutos en que lo vi reafirmaron una vez más la imagen que tantas personas tienen de los ministros: débil, inútil, desconectado de la realidad, “bueno” y alguien que difícilmente es capaz de liderar a alguien a llegar a algún lugar. Aquellos con este tipo de imagen de líderes de iglesia muy a menudo se desesperan ante lo que perciben como una falta de liderazgo en la iglesia, y están en peligro de buscar afuera el típico “líder natural fuerte” para llenar el vacío.
Otro grupo de miembros lucha por dibujar algo, a veces porque su experiencia es muy dolorosa. Otra vez los medios brindan la caricatura del ministro que abandona a su esposa y se escapa con la amante del coro, o comete desfalco con los fondos de la iglesia para su ganancia personal. Más recientemente, los casos de abuso infantil elevaron la preocupación acerca de quiénes ejercen el liderazgo en la iglesia. Cuando los líderes cristianos abusan de su poder, no sólo dañan a aquellos a quienes lideran, sino también destruyen la confianza en los líderes en un nivel más amplio.
Afortunadamente, otros evitan las caricaturas y dibujan una hermosa variedad de personas, de diferentes edades, de ambos géneros, de distintos trasfondos culturales y sociales: líderes laicos y ordenados que tuvieron una influencia positiva, moldeando la vida de las personas y proveyendo apoyo, inspiración y aliento en la vida cristiana.
Es bastante normal que haya una respuesta variada en este ejercicio. La discusión resultante tiende a resaltar numerosos temas en común. Si reconocemos que las caricaturas no ayudan, ¿cuál es el modelo apropiado para un líder cristiano? ¿Cómo respondemos a los desafíos del liderazgo dentro de un mundo y una iglesia cambiantes? ¿Cómo ayudamos a crecer a aquellos en el liderazgo y a desarrollarse de una manera semejante a Cristo? ¿Cómo podemos alentar a más personas a aceptar el liderazgo en la comunidad cristiana y ayudarlas a crecer en confianza como líderes? Éstos son los asuntos que se abordan en la Parte 1 de Líderes en crecimiento.
Definiciones de liderazgo ampliamente reconocidas
¿Quién o qué es un líder? Ésta es la pregunta proverbial por un millón de dólares, pero yo sugeriría que es la equivocada. Limita inmediatamente la respuesta a una reducida definición que no refleja la complejidad del liderazgo. En su lugar, preguntemos: “¿Cómo podríamos definir liderazgo?”. Aquí daremos cinco categorías, tres de las cuales están ampliamente reconocidas por los que escriben sobre liderazgo, y dos reflejan una respuesta específicamente cristiana a la pregunta.
1. El liderazgo es una función
Se ejerce el liderazgo siempre que alguien influencia en otra persona. En este sentido, casi todos lo ejercen, para bien o para mal. El hermano mayor que influencia en el menor a hacer algo malo, el padre que ayuda a su hijo a superar un problema, el amigo que nos alienta a enfrentar el miedo, todos ejercen el liderazgo. El empleador que ayuda al empleado a ver una situación de una manera diferente ejerce el liderazgo; asimismo, el niño que persuade al padre a decir la verdad. En cualquier momento y en cualquier lugar que influenciemos a otra persona, ejercemos el liderazgo. Esta manera simple de abordar el liderazgo desafía muchas de las conjeturas que hay detrás de las caricaturas de los líderes. Resalta la importancia de reconocer el inmenso impacto que nuestra vida tiene en otras personas. Definir al liderazgo como una actividad responde a la pregunta “¿Soy un líder?” con otra pregunta: “¿Está influenciando en otras personas?”. Pero es insuficiente definir el liderazgo solamente como una actividad.
2. El liderazgo es una posición
El liderazgo es una posición de responsabilidad que se le da a un individuo. Cada organización, desde los negocios a los clubes sociales, asigna a personas para la posición de liderazgo.11 Algunas de estas posiciones son remuneradas, con una clara descripción del trabajo, límites de autoridad y líneas de responsabilidad; por ejemplo, la mujer de negocios con un trabajo en una firma consultora multinacional. Otros son voluntarios, pero con expectativas claras y mucho apoyo, como el caso del líder en la escuela dominical que supervisa a catorce niños de tres y cuatro años. Sin embargo, otros no son claros y no tienen apoyo: podría ser el coordinador de un grupo social local que en realidad no quería asumir ese rol y no está seguro de en qué consista, pero que lo tomó con un sentido de lealtad al grupo y agradecimiento por todo lo que éste significó para él durante el año anterior. Cada una de estas personas se encuentra en una posición de liderazgo pero con expectativas muy diferentes.
Tener una posición de liderazgo no garantiza la habilidad de cumplir con el rol. En la industria hay algo llamado el “principio de Pedro” o promoción al grado de incompetencia. Alguien que es un excelente vendedor no necesariamente es un gran gerente de vendedores. Cuando la persona acepta la promoción a una nueva posición de liderazgo, tropieza porque simplemente no tiene el talento o las cualidades para el nuevo rol. En la iglesia podría ser llamado el “síndrome de reclutamiento”. No es raro encontrar a alguien en la posición de un liderazgo que aceptó por obligación, o debido a una enorme presión ejercida por el ministro, quien está desesperado por llenar una vacante de liderazgo. Recuerdo a un líder de un grupo de niños que condujo el grupo fielmente durante cinco años. Cuando nos conocimos, confesó que ni siquiera le gustaban los niños. Cada semana se enfrentaba a una experiencia miserable para él, y tampoco era un momento genial para los niños. Sólo porque una persona ocupa una posición de líder, no significa que sea apta para el rol o que tenga el llamado a esa posición.
3. El liderazgo es una habilidad
El liderazgo como una habilidad está formado por un número de diferentes elementos. Una investigación de la organización Gallup sobre liderazgo hace una distinción entre conocimiento, habilidad y talento.12 Conocimiento es algo que uno puede adquirir, ya sea basado en los hechos o de manera experimental. Por ejemplo, yo adquiero más conocimiento acerca de las personas que lidero haciéndoles buenas preguntas y escuchando cuidadosamente sus respuestas. Una habilidad es lo que uno puede aprender a través del entrenamiento. Por ejemplo, a usted se le puede enseñar la habilidad de confeccionar una agenda. Gallup define el talento como “un patrón recurrente de pensamiento, sentimiento o comportamiento que puede aplicarse en forma productiva”.13 No es lo mismo que habilidad o conocimiento. Las habilidades y el conocimiento son cosas que pueden transferirse de una a otra persona, pero tienden a ser específicos de la situación. Los talentos son transferibles de situación a situación, pero son específicos de la persona. El talento se desarrolla naturalmente en los primeros años de vida y no depende del género, del color o del trasfondo.
La investigación de Gallup identifica veinte talentos comunes para el liderazgo entre líderes excepcionales, pero señala convenientemente que ningún individuo los tiene todos. Los talentos no son sólo lo que se puede hacer, sino lo que no se puede evitar hacer.
Ahora tenemos que curiosear en las profundidades oscuras de la teoría del liderazgo. ¿Los líderes nacen o se hacen? En una época en la que se encuentran “genes” en cada aspecto de la vida, muchos creen que hay un “gen del liderazgo”. La persona lo tiene o no lo tiene, y si no lo tiene, no debería perder el tiempo intentando obtenerlo. Tales teorías de los “genes” han ganado aceptación popularmente en una gama de sectores, pero la investigación sobre el liderazgo las cuestiona. “Hay tanta evidencia de que el gen del liderazgo existe como la evidencia irrefutable que permite creer en la existencia del unicornio”, escribe Paul Simpson.14 Parte de la dificultad está en la amplitud de las características que conforman