Cada uno de los tres aspectos del liderazgo —función, posición, habilidad— son como círculos que se conectan. Cuando un individuo tiene una posición de líder alineada con su habilidad de liderazgo, funciona mejor como líder. Alguien que lidera bien como líder de un grupo pequeño puede que no funcione igual en un nivel diferente de liderazgo. John Adair sugiere que hay tres niveles de liderazgo en la mayoría de las organizaciones.15
• Líder de equipo/grupo pequeño: normalmente responsable de hasta dieciséis personas; por ejemplo, líder de un grupo casero o célula; líder del grupo de jóvenes; líder del grupo de niños.
• Líder de área: se ocupa de partes significativas o principales funciones de una organización o iglesia; por ejemplo, coordinador de jóvenes o de niños, coordinador de evangelismo, ministro asociado, coordinador de alabanza.
• Líder general: la persona que tiene la máxima responsabilidad para dirigir una organización o una iglesia; por ejemplo, ministro, director general de una sociedad cristiana.
John Adair sugiere que hay más personas que pueden liderar mejor en el nivel de líder de equipo/grupo pequeño que en el de líder general. Existen quienes crecen a través de los niveles de liderazgo, mientras que para otros esto no es lo conveniente. Roberto era un excelente líder de grupo pequeño; pero cuando se le pidió que supervisara el trabajo de todos los grupos pequeños en su iglesia local, dijo que no. Un poco sorprendido, el ministro le preguntó por qué. “No tengo el talento necesario para coordinar los grupos. Los talentos que tengo son los ideales para lo que hago”, contestó Roberto. Tenía razón. Joan, por su parte, también era líder de grupo pequeño, y ni siquiera estaba considerada para el siguiente rol. Era un poco tímida y generalmente pasaba desapercibida, pero en realidad sus talentos eran ideales para el nuevo rol. Fue mejor como coordinadora que como líder de grupo pequeño. En lo que necesitó ayuda fue en su confianza, no en su habilidad.
Perspectivas adicionales
Para los cristianos, sin embargo, ni siquiera esto refleja el escenario total. Necesitamos agregar dos percepciones más a la descripción del liderazgo en la tradición bíblica.
1. Dios da el don del liderazgo
En Romanos 12.6–8, el apóstol Pablo escribe: Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es […] dirigir, que dirija con esmero. Detallado entre una variedad de otros dones, el liderazgo es uno de aquellos que Pablo identifica como parte de los dones de Dios para su pueblo. La palabra griega utilizada puede significar tanto ‘liderar’ como ‘preocuparse’. Este don de “líder solícito” no es un trofeo para la repisa de la chimenea, sino una herramienta de trabajo. Los dones no tienen como objeto agrandar a la persona y hacerla verse bien, sino que son dados a través de la gracia de Dios para el crecimiento del cuerpo y del testimonio de la iglesia en el mundo. Estos dones son dados en el contexto de una constante transformación hacia la semejanza de Cristo Jesús (Ro 12.1–2), humildad genuina acerca de nosotros mismos (Ro 12.3) y aceptación de que pertenecemos al cuerpo y, por lo tanto, nos necesitamos el uno al otro (Ro 12.4). El apóstol Pablo invita a los cristianos a utilizar los dones con sabiduría, con un corazón de siervo y un deseo por el bien común.
El lenguaje del don nos alienta a recibir algo humildemente más que a jactarnos de que hemos logrado algo (1Co 4.7). Esta actitud es decisiva para la manera que utilizamos el don de liderazgo. Que dirijan con esmero (Ro 12.8). El don del liderazgo se beneficiará con el trabajo duro (fervor), la reflexión constante (seriedad), el entrenamiento (diligencia) y la madurez. Como con todos los dones, la desobediencia y los asuntos personales no resueltos, así como la inmadurez, limitarán su ejercicio.
Necesitamos ser precavidos y construir una estructura completa sobre un solo versículo que menciona el liderazgo. Lo que sabemos, sin embargo, es que el liderazgo fue ejercitado en la primera iglesia, y que Pablo habla en otra parte de los dones del Espíritu en términos de gracia (1Co 12.4), servicio (12.5), funciones (12.6), manifestaciones del Espíritu (12.7), y variedad (12.4–6). Todos estos dones son actos del poder de Dios en pro de sus propósitos, y son la “expresión tangible del liderazgo activo del Señor Jesús en una congregación”.16 Ésta es una buena noticia para la iglesia, dado que, a diferencia de otros contextos en los que el liderazgo depende de talentos naturales, los cristianos reconocen que no depende solamente de talentos naturales de unos pocos individuos excepcionales. Dios puede darle el don del liderazgo a cualquiera. Es la expresión de la gracia de Dios en la vida de personas comunes. A menudo esto ocurre a través de los talentos naturales de un individuo,17 y otras veces a pesar de ellos, pero siempre es una señal de la gracia, de modo que nadie se jacte (1Co 4.7).
2. Dios llama a personas a desempeñar roles de liderazgo
La Biblia nos muestra que Dios llama a las personas y que su elección a veces es sorprendente. Los discípulos eran un grupo de hombres comunes, muchos de los cuales no hubieran pasado el perfil psicológico y los inventarios de evaluación de nuestros días. Pero, a pesar de esa debilidad obvia, Cristo Jesús llamó a estos hombres a estar con Él y luego a dirigir la iglesia. Cuando Dios llama, la responsabilidad cristiana es obedecer, independientemente de cuán sorprendidos estemos de esta elección, confiando en que Él provee todo lo necesario para que llevemos a cabo el rol al que nos ha llamado. Este llamado puede ser para una situación en particular o para un ministerio de toda la vida.
Como hemos identificado, Dios puede llamar a ciertas personas y darles dones para cosas en particular que desea hagan, a pesar de su entorno y experiencia, así como debido a ello. A diferencia de los psicólogos del comportamiento y los biólogos evolucionistas, no podemos cerrar los círculos “nacido o hecho” sin hacer referencia a Dios. Él es quien parece trabajar con lo que somos y cómo hemos crecido, pero también trabaja a pesar de ello. El llamado de Dios y la provisión son tan importantes como la habilidad natural (nacido) o el desarrollo positivo (hecho), y todo esto lleva al cristiano a un sentimiento de gratitud, humildad y dependencia de Dios.
En síntesis, el liderazgo se trata de función, posición, talento, don y llamado. Cuando restringimos nuestro llamado de liderazgo a sólo uno de estos aspectos, automáticamente elevamos uno por encima de los otros, y creamos un ambiente poco saludable para que crezca el liderazgo. Los cinco aspectos del liderazgo deben sostenerse en una tensión creativa el uno con el otro. Una contribución maravillosa de un líder naturalmente talentoso, con un claro llamado de Dios a una posición en particular, dotado por Él con dones espirituales para cumplir con el llamado, y con madurez en el desarrollo personal para continuar creciendo hacia la semejanza de Cristo Jesús, es una combinación maravillosa. Existen líderes de ese perfil, pero no muchos. A fin de ayudar a que los líderes crezcan debemos reflejar un concepto amplio del liderazgo, para que las personas puedan ver dónde encajan e identificar cómo seguir adelante en su desarrollo en el liderazgo. Debemos liberar a las personas para que acepten su rol de liderazgo en cualquier nivel que se exprese, y de esa manera ayudar a más personas a crecer en el liderazgo en cada nivel, constantemente conscientes de que Dios es quien llama y equipa.
Rasgos peculiares del liderazgo cristiano18
Si estos cinco aspectos describen lo que es el liderazgo, ¿qué hace que sea inconfundible el ejercicio del liderazgo cristiano? Fui desafiado por el trabajo de Steven Croft’s19 acerca de cuánto de nuestro