La palabra y la acción. Jesús Martín-Barbero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jesús Martín-Barbero
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789587814903
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de la acción han desplazado ese otro acento proclamado por Marx, el de la acción como praxis revolucionaria, transformadora de “lo social”. Cierto que la tecnología afecta a las relaciones sociales, cierto también que nuestras sociedades se transforman día a día, pero esas transformaciones no son más que adaptaciones, respuestas a los desafíos de la tecnificación y sus secuelas. Parecería que el hombre va a la zaga de sus propios inventos planteándose solo après coup las consecuencias sociales de la tecnificación y la automatización aceleradas e incontrolables. Parecería como si la única revolución ya posible fuera la que emana de esa tecnología y sus secuelas, aunque quizá nuestra sociedad está comenzando a tomar conciencia de las contradicciones que minan a esa nueva sociedad “avanzada”.

      En América Latina, paradójicamente, esa fe en el poder de la tecnología está siendo lentamente desplazada por otra fe y otro proyecto histórico: el de su liberación como “pueblo oprimido”, que los dueños de la tecnología intentan aplastar u ocular por todos los medios. Y las masas inmensas de ese subcontinente se ven expuestas, como consecuencia, a una frustración doble: la de su acción enfrentada al poder terrible del sistema imperialista, más la otra, la de los países “desarrollados”, la del miedo a las secuelas desastrosas de la tecnificación sin control. Las ciudades latinoamericanas, más pobladas cada día por las masas que abandonan el campo buscando así escapar a la miseria, ¡también sufren la polución de la atmósfera!

      He ahí una situación apta a desenmascarar todos los álibis de una filosofía “neutral”, estudiosa de la acción como atributo del ser, defensora de la libertad del hombre metafísico. He ahí una situación que exige inapelablemente una definición del rol político de la filosofía. Paul Ricoeur ha trazado un programa al afirmar que desde que Hegel definió el derecho por la realización de la libertad “la filosofía ha entrado en una relación crítica con lo político”.23 Es decir, que la filosofía se da como tarea desenmascarar las fuerzas que se ocultan tras el ejercicio del poder, las ideologías no confesadas, las contradicciones entre lo que el poder dice y lo que hace. Pero la función crítica no agota su tarea, la filosofía tiene también una tarea “utópica”, que se enraíza en lo político como dimensión radical del existir humano, la de “leer la esperanza” diseñando la imagen del futuro en el que la libertad sea realizable. Y es revelador que para este autor europeo, frente a la decepción causada por el capitalismo y los socialismos de estado, la esperanza, la luz sobre el futuro le parecen venir de los proyectos revolucionarios de los países “no desarrollados”. Se hace entonces necesario la elaboración de una filosofía de la acción capaz de dialectizar esa doble tarea.

      La base fundamental de esa concepción de la acción está en Marx. Desde el ángulo metodológico, porque él inaugura la superación del pensar filosófico como pensar “neutral” y abre el camino a una verdadera reflexión interdisciplinar. Desde el ángulo del contenido, porque su noción de praxis nos abre a una problemática radicalmente nueva, la de la acción socio-histórica y revolucionaria. Tomada como concepto filosófico,24 la praxis se opone tanto a la concepción idealista del agente histórico desarrollada por la teoría clásica de la historia, como a la concepción materialista acrítica y unilateral desarrollada en el campo marxista mismo y que, extrapolando ciertas afirmaciones de Marx, identifica praxis con trabajo, dando la prioridad a la práctica sobre la teoría, oponiendo la acción a la palabra y la objetividad a la subjetividad. La intención profunda de Marx, por el contrario, es la de una praxis que engloba y dialectiza las determinaciones contrarias y halla en esa tensión la fuente del dinamismo profundo del existir humano. Es a través de la praxis que se hace comprensible, por primera vez, la implicación del hombre y la naturaleza, del individuo y la clase social, de las clases entre sí y de cada acontecimiento en el proceso histórico.25 Es entendida como praxis histórica que ella permite la emergencia y la comprensión de la categoría de “cambio” como “salto cualitativo”, como ruptura y novedad radical. Salto que no indica en modo alguno un acto aislado, un simple cambio brusco del que la humanidad tomaría conciencia solo après coup, sino en cuanto proceso, movimiento de orientación en dirección a algo cualitativamente nuevo26.

      La filosofía de la praxis nos descubre el “hacer” pero un hacer “impuro, real, en el sentido más profano de la palabra”27, de ahí que esa misma filosofía esté indisolublemente ligada a las “impurezas” de la historia y de la política. Su punto de partida es el momento que Antonio Gramsci llama “catarsis” para indicar el paso del momento económico al “ético-político”. Ahí es donde se realiza la revelación del hombre como ser “ontocreador”, verdadero productor de la realidad “sociohistórica”. Porque la presencia del hombre en el mundo no está limitada a la comprensión y esclarecimiento de lo que ya está ahí, sino que está presente como creador y la historia es la autocreación del hombre por la praxis. El checo Karel Kosík28 “explica” esa autocreación en tres momentos dialécticamente ligados. El primero es el de la “objetivación”, de la unidad activa del hombre y el mundo en cuanto naturaleza, materia, necesidad. Sin que ello signifique negar la existencia independiente de la naturaleza, podemos afirmar que el hombre no va al mundo como a un algo exterior, el mundo es su propia “exteriorización”; el trabajo realiza la universalidad específicamente humana y la objetivación viene a ser la fuente de la socialidad. El segundo, es el “momento existencial”. La praxis no es creación del mundo del hombre sino en la medida en que puede dar cuenta también de la formación de la subjetividad humana, en la medida en que la angustia, la esperanza, el miedo o la alegría son reconocidos como realidades en el proceso de realización de la libertad humana; libertad dice intersubjetividad. Solo el encuentro y la toma de conciencia comunitaria de una “no-libertad”, de una esclavitud puede dar lugar a una verdadera lucha por hacerse “reconocer”, por realizarse en libertad. Es el momento en que socialidad e historicidad se anudan, haciendo aparecer el verdadero rostro del hombre como ser “penetrado por la presencia de los otros”. Por último, la praxis aparece en su tercer momento como “apertura al ser” y por lo tanto como posibilidad de construcción de una ontología, de una comprensión de lo real como totalidad. La verdadera significación ontológica de la praxis consiste pues en que es a través de ella que el hombre devela y realiza el ser de la realidad.

      Entre el realismo aristotélico y el formalismo kantiano, Maurice Blondel abre una nueva vía para estudiar la acción en la riqueza del hecho material, del poiein concreto, para valorizar la plenitud del gesto y del rito como actualización y realización de significaciones, los actos humanos en su espesor real. La acción se presenta intermediaria entre el pensamiento y las cosas, el lugar en que lo particular y lo universal se dan cita. “La acción nos hace” y a través de ese hacer es la sociedad entera la que se hace presente. La acción de los otros prolonga la nuestra y la inserta en un proyecto que nos rebasa y nos realiza.29 La acción es el cemento social que suelda a los hombres entre sí. Y puesto que la acción transforma y modifica el universo, ella se torna “signo” que interpela, obra y huella que exigen una tarea de desciframiento. Cifra de la libertad, de esa paradoja que es la acción humana llamada a conquistar su autonomía bajo una ley de heteronomía, cifra de la complejidad del mundo en la experiencia humana de la acción. Si la acción necesita ser descifrada, interpretada, es el lenguaje el medio del que el hombre dispone para hacerlo. Discurso y acción se dialectizan desde que “la revuelta hizo del proyecto del hombre el sentido del mundo”.30 La acción es el esfuerzo por poner la realidad al servicio del hombre, por realizar su ser fundamental, la libertad. Pero la libertad no alcanza su plenitud de sentido sino en el lenguaje. Y es solo a través de la acción que el discurso deviene real, muerde sobre la realidad. En el mundo de la “organización”, los hombres siguen divididos y mientras esa división continúe ninguno es “hombre”. No obstante el “hombre de la acción” es el hombre despierto, el que conoce el sentido de la revuelta. Un conocimiento que no lo exime de la lucha de los hombres ya que él sabe que no existen recetas para la victoria. Pero es en él que se hacen presentes como exigencia de cambio la pena y el trabajo, la necesidad y el deseo que vienen desde el pasado y que están vivos por que la naturaleza aún no ha sido conquistada del todo, porque la pseudonaturaleza de la organización esclaviza a los hombres. Por eso en él la acción recoge también el saber del pasado y se torna “científica” con una ciencia