La palabra y la acción. Jesús Martín-Barbero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jesús Martín-Barbero
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789587814903
Скачать книгу
cuando la adaptación del enfermo a la “normalidad” social es su adaptación a un orden injusto, represivo, unidimensional?11 La ambigüedad del estatuto teórico responde a la ambigüedad fundamental de su ubicación en la realidad social, y es a partir de esta última que la primera deviene significativa. Así, por ejemplo, la ubicación y relaciones “sujeto-objeto” en las ciencias humanas plantean que la problemática constitutiva de cada ciencia se encuentra articulada al interior del objeto científico engendrado por esa problemática, y ello porque es en razón de los cambios ocurridos en el objeto real que este ha venido a constituirse en objeto de estudio.12 La sociología nace con la Revolución industrial y la nueva conciencia del hombre como protagonista de la historia que funda la revolución social, esto es, la capacidad de comprender la sociedad como un todo articulado. Otra característica de las ciencias humanas y que Lucien Sebag define como “la exigencia de teorización de lo individual” ilumina el alcance y las limitaciones de esas ciencias y en su forma más nítida del psicoanálisis. Todo el esfuerzo de conceptualización y codificación se ve limitado y confrontado en su validez no por una “realidad” reflejada a través del lenguaje sino —como afirma Lacan— por esa “verdad” que se constituye al ritmo con que el sujeto se asume a sí mismo a través de su palabra. Si las ciencias humanas privilegian al “sistema” contra el “sujeto” no es solo por una exigencia de cientificidad que no ha sido posible, sino en un momento de la historia en el que la “socialización” del individuo a través de una poderosa estructuración económico-social ha sido posible. Y las denuncias de ese tipo de “totalitarismo” teórico no vienen siempre —como pretenden los defensores del “sistema”— de un anarquismo o subjetivismo teórico sino que expresan la resistencia del hombre a identificar la verdad con sistema y la sociedad con ley.

      Nadie puede negar el aporte “liberador” del estructuralismo a las ciencias del hombre, esa aventure du regard como le llama Jacques Derrida ha supuesto una conversión en la manera de interrogar la realidad, ha hecho posible superar la mera descripción para acceder al plano de la explicación. La estructura hace aparecer las relaciones profundas y con ellas un sentido y unas dimensiones de lo real que no eran visibles antes de ella. Es el aspecto “relacional” de la realidad que se ha hecho presente con el análisis estructural. Frente a la parcelación que resultaba inevitable del análisis histórico, la estructura revela la trama de la totalidad, y junto a la “continuidad” histórica aparece la “relativa autonomía” de cada instancia. Pero junto a ese aporte, el estructuralismo ha hecho posible un tratamiento reduccionista y empobrecedor de la realidad. La “puesta entre paréntesis” del sentido y de la significación amenaza con volver a reducir el estatuto científico al estatuto de las ciencias de la naturaleza. El paso por la cuantificación matemática se traduce con frecuencia en una negación de la necesidad de accesión al plano propio de la significación. La estructura llega así a ser “ontologizada”, convertida en la única realidad y el único sujeto posible, disolviendo la historia en mecanismos y relaciones disociados por completo de la conciencia y de la acción del hombre. Como ha escrito Gouliane: “no sería la primera vez que las esencias atemporales, esta vez etiquetadas como ‘estructuras’ sirvieran de lugar de refugio a los desertores de la historia”.13 Desde un punto de vista puramente teórico, la metodología estructural sufre en muchos casos la tentación de “falsificar” la realidad, de arreglarla dejando de lado todo aquello que no cuadra con el modelo preestablecido. Y cuando lo dejado de lado han sido precisamente los aspectos contradictorios de la realidad estudiada, el método estructural conlleva una visión estática que congela y excluye el dinamismo de lo real.

      Las ciencias del hombre liberan una objetividad nueva que hipostasiada se vuelve contra el hombre. Como la energía nuclear, fuente de potencialidades constructivas o amenaza de aniquilación total; como la producción masiva, posibilidad de acabar con el hambre o simple consumo alienante; como los mass media, capacidad inmensa de información o máscara de todas las manipulaciones; como los contraceptivos, acceso a una paternidad responsable o degradación de la sexualidad. Cuando Marx, en El Capital,14 descubría la irracionalidad profunda de la racionalidad económica, estaba descubriendo la problemática fundamental de nuestra época. La “nueva racionalidad” que develan las ciencias y manejan los tecnócratas de nuestra sociedad es radicalmente idéntica, en sus potencialidades y en sus riesgos. Nuestra sociedad de masas exige una racionalidad que lleva oculta y explosiva en su seno la forma más trágica de irracionalidad, el vaciado de significación y de sentido. Al rechazar todo lo que no cuadra con esa racionalidad se desvaloriza a sí misma como posibilidad de convivencia en torno a ese sacré con que Éric Weil denomina al sentido, a la razón de ser de una comunidad.15 No estamos añorando ningún pasado, ni buscando la salida del círculo, sino intentando interrogar al problema de nuestra época para desmitologizar esa dicotomía con que los países “ricos” intentan intimidar a los países “pobres”. Según aquellos el único futuro de estos, su desarrollo, está forzosamente ligado a la aceptación de un tipo de racionalidad productiva único capaz de arrancarles de la miseria, aunque ello suponga la muerte lenta de ese sacré que les daba razón de vivir. Hace cuatro siglos y en nombre de una racionalidad que prefiguraba a la de hoy los conquistadores destruyeron y masacraron una sociedad… Hoy esa racionalidad es más “limpia”, asesina a sus hombres en el vientre de sus madres. ¿Será verdad que no hay otra salida? Para el desarrollo tal y como lo entienden los gerentes de empresas, probablemente no. Pero el lenguaje de la liberación habla otro idioma, y en ese idioma la racionalidad de la economía no está medida solo por el cálculo y el interés sino por su capacidad de suscitar la iniciativa creadora del hombre, individuo, grupo o pueblo. Aceptar el modelo de ciencia tal y como nos viene de fuera es aceptar que otros, desde su sociedad y su política nos “desarrollen” a su imagen unilateral y empobrecedora.

      Se impone por lo tanto la tarea de una crítica lúcida de todos los dualismos teóricos y prácticos. Ni la estructura se opone a la historia, ni lo objetivo se opone a lo subjetivo, ni el individuo a la sociedad, ni la racionalidad a la libertad. Como afirma Jean Ladrière, hay en el hombre un dinamismo que se anuncia en él y lo tensiona como una “exigencia”, que atravesando el peso de las cosas y la opacidad de las estructuras, va más allá, hacia lo que aún no es.16 Fuerza ética, toma de conciencia, libertad, el nombre importa poco. Porque saber lo que somos depende de lo que no somos aún. Y lo importante, lo definitivo es no romper sino articular la “estructura” y la “exigencia”, defender la multidimensionalidad de lo real, economía y fiesta, trabajo y gratuidad, cálculo y poesía.

      La problemática de la palabra

      Del lenguaje no se puede hablar sino desde el lenguaje. Pero ¿cómo plantear los problemas del lenguaje sin caer en las trampas de un metalenguaje tecnificado, aséptico, instrumental cortante, apto solo para iniciados? ¿Cómo hablar del “silencio” de un pueblo a quien robaron su palabra y le dieron a cambio cristales de colores? ¿Cómo hablar de esas masas campesinas recién llegadas a la gran ciudad con su idioma de lluvias y de surcos y que se ven reducidas de golpe a la mudez frente al asfalto, el ruido, las mil cosas, los cien mil discursos, el trabajo en cadena y la nueva fatiga? ¿Cómo hablar de la frustración del estudiante que quiere “hablar al pueblo”, de la astucia de los políticos que han “dado con la clave”, de la mentira de los comerciantes que hacen comprar neveras a quien no tiene nada que meter en ellas, si no es su propio frío? ¿Cómo hablar del lenguaje de la danza, de la canción, del grito con que miles de hombres vencen al tiempo y se liberan del hambre, del miedo y de la rabia? ¿Cómo “romper el lenguaje para tocar la vida”?

      Y sin embargo, es a través del lenguaje que la experiencia se manifiesta. ¡Pero del lenguaje tantas “lecturas” son posibles! Y si en la primera parte de nuestro trabajo vamos a privilegiar la lectura científica que hoy hace la lingüística es para poder después aplicarla y rebasarla. Porque el aporte de la lingüística es ambiguo también. Nadie puede negar la “revolución saussuriana”: las posibilidades abiertas por ese cambio de perspectiva que va de la lingüística histórica, perdida en la descripción y la comparación de cada lengua, de cada gramática, de cada expresión idiomática, a la lingüística estructural y sus posibilidades de comprender y explicar el funcionamiento del lenguaje como institución social. Frente al confusionismo de las descripciones la nueva lingüística va a