La palabra y la acción. Jesús Martín-Barbero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jesús Martín-Barbero
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789587814903
Скачать книгу
equivale a dialogar consigo mismo, a explotar todas las virtualidades “interiores”. En verdad no hay otra realización posible que el proceso de asunción de la realidad en una confrontación del “yo” con la situación, con la sociedad en que vive. Ello supone ese “descentramiento” del “yo” del que hablan tanto las ciencias humanas actualmente y que es fundamentalmente el descubrimiento de que la base de toda realización personal no se encuentra en unos valores que sean la proyección de intereses subjetivos, sino en la esfera de la vida social, de las relaciones sociales.14

      En Marx, los análisis del fenómeno de la objetivación, que en los primeros escritos dan la prioridad a lo que ella entraña de proceso, de actividad, dan paso en sus últimas obras y sobre todo en El Capital, a un estudio de las “estructuras” que permiten la explicación y comprensión de la sociedad como un todo. Marx utiliza la estructura como una herramienta de trabajo para descubrir la trama de las relaciones que ligan la economía con el resto de los niveles en que se organiza la sociedad. Esa herramienta le permite jerarquizar un conglomerado a primera vista informe, de manera que aparezcan las relaciones y los mecanismos ocultos a través de los cuales la sociedad se autorregula como conjunto. Althusser ha hecho depender toda su interpretación de la obra de Marx precisamente de la construcción de un modelo teórico de estructura que tendría su fuente en El Capital. La originalidad fundamental de Marx, según Althusser15, reside en haber forjado un nuevo concepto de producción articulando los dos aspectos: fuerzas de producción y relaciones de producción. El análisis de esos dos aspectos permite a Marx la construcción del concepto de “modo de producción”, a través del cual el campo económico es pensable por primera vez como “estructura”. Esa estructura entra a formar parte de un todo articulado que es la totalidad social compuesta de las diferentes “instancias”: económica, política, científica, filosófica, estética etc. En cada momento de la historia una de esas instancias es la dominante, pero la economía guarda siempre una suerte de preeminencia que Althusser denomina como “determinante”. La sociedad aparece pues como un todo complejo que posee la unidad de una estructura articulada sobre la dominante. Así Marx, al mostrar que la estructura real no se confunde con las relaciones visibles, y explicando su lógica interna, oculta, está anunciando la corriente estructural moderna.

      Dos cosas son claras, en todo caso, en la utilización que Marx hace del concepto de estructura. Primero, que ella va ligada indisolublemente al descubrimiento de las contradicciones que dinamizan el proceso histórico como praxis objetivante. Segundo, que el conocimiento proporcionado por la estructura se encarna en una crítica radical de la situación social de su tiempo producida por el desarrollo del capitalismo.16 El gran auge posterior que la metodología estructural va a dar al concepto de estructura se inspirará no poco de ese concepto en Marx, pero dejando de lado las dos características que su utilización comportaba en él. Nacido como réplica al atomismo empirista y racionalista en que habían caído las ciencias humanas en la segunda mitad del siglo XIX, el estructuralismo, desde sus inicios en los psicólogos de la Gestalt hasta la lingüística y la antropología actual, busca en el análisis de las estructuras tanto el “respetar” la especificidad de cada fenómeno como el dar cuenta de las relaciones de un fenómeno particular con los otros y con el conjunto, intentando reemplazar definitivamente la ambigüedad mecanicista del concepto de naturaleza. La aparición del hombre y su evolución han dado lugar al nacimiento de un nuevo sistema que modifica y transforma la naturaleza. Es un nuevo y verdadero sistema “no natural”, discontinuo con respecto a la naturaleza, dotado de sus propias leyes, en suma, una estructura diferente basada en la discontinuidad de la cultura.17

      A partir del desarrollo y consolidación de la lingüística científica, el concepto de estructura va a recubrir dos contenidos diferentes. Para unos la estructura no es sino un “modelo” –en la línea de la visión weberiana–, esto es, una construcción puramente intelectual apta para descomponer un todo en diversos conjuntos o redes de significación dotadas de una lógica interna. Para otros, la estructura es una realidad independiente del conocimiento, una conformación, una propiedad de la realidad, situada a niveles no conscientes pero con una normatividad que se asemejaría a la de la “causalidad formal” aristotélica. Todas las precisiones aportadas al contenido conceptual de la estructura no han sido capaces de disipar esa ambigüedad que está a la raíz de la mayoría de las “extrapolaciones” que han hecho de la metodología estructural una ideología más, el estructuralismo. Esa ambigüedad constituye sin embargo para algunos autores la originalidad de la estructura: “ella tiene el carácter de un ser exterior a la conciencia de los hombres pero no es aislable del conocimiento ni de las acciones que ella rige. Ella no aflora sino cuando hay desadaptación, desequilibrio, errores de anticipación o desnivelamiento de la práctica”.18 Esa parecería ser también la posición de Pouillon, quien afirma que “de hecho la estructura es a la vez una realidad –la configuración que el análisis descubre– y una herramienta intelectual –la ley de su variabilidad–”.19 Lévi-Strauss define la estructura en etnología como un sistema “consistente en elementos tales que una modificación cualquiera de uno de ellos entraña una modificación de todos”20 dejando bien en claro que son las relaciones entre los elementos y no los elementos los que conforman la estructura. Sin embargo en el pasaje tan citado de La pensée sauvage, el autor pretende dirimir la cuestión afirmando que “entre praxis y práctica se intercala siempre un mediador que es el esquema conceptual por medio del cual una materia y una forma, desprovistos una y otra de existencia independiente, se realizan como estructuras, es decir, como seres a la vez empíricos e inteligibles”.21 Pero el problema resta en pie: ¿Qué tipo de relación establecer entre la estructura de la realidad y el modelo teórico construido para representarla? Y si no son comparables –como lo afirma tajantemente Maurice Godelier22 –, ¿cómo saber entonces la validez de las estructuras “reproducidas”?, ¿cuál es la garantía de que no son puro artificio mental, sino que traducen la realidad profunda?, ¿cuál es el criterio de “verificabilidad”?

      Podríamos preguntarnos más bien si en realidad es posible definir la estructura sin tener en cuenta el campo específico de su aplicación. ¿Es el mismo tipo de objetividad el que recorta y estructura la matemática y la lingüística que el del análisis literario o el de la historia? Para Piaget sería posible dar a la estructura una extensión maximal, definiéndola en términos de “totalidad” –subordinación de los elementos al todo y autonomía de las propiedades del conjunto respecto a las de los elementos–, “transformación” –polaridad de las propiedades en cuanto estructuradas y estructurantes– y “autorregulación” –funcionamiento interno del sistema–. Pero ello no significa que en cada sector de la realidad la estructura no se cargue de unas características que le impiden ser extrapolada a otros sectores sin una falsificación de la originalidad de estos. Ello nos conduce al enfrentamiento entre los defensores de un estructuralismo “estático” y de un estructuralismo “genético”. Para los primeros, la estructura define una realidad atemporal y puramente formal como la de los sistemas lógico-matemáticos. La estructura abre un espacio al margen de la praxis histórica que se caracteriza precisamente por su estabilidad y no evolución. Más allá de la simple prioridad otorgada a la sincronía sobre la diacronía es indudable que una corriente del estructuralismo se ha presentado a sí mismo como un antihistoricismo que cae en el otro extremo, el de desvalorizar la lectura histórica como procedimiento de análisis de la realidad social. Pero la antinomia entre estructura e historia no define sino un primer nivel del análisis.23 Estructura e historia no son dos lecturas opuestas, sino complementarias. Una y otra se ejercen sobre el mismo objeto pero lo descomponen de forma diferente por medio de métodos distintos. La diferencia fundamental radica en que mientras al nivel del análisis histórico el sujeto es el hombre, creador y centro de las significaciones, a nivel estructural es la estructura la que aparece como operante, como sujeto, puesto que es ella la que define las transformaciones.24

      En resumen, podríamos decir que la “objetividad” de las estructuras constituye un nivel de la realidad “invisible” que no coincide con el de las relaciones aparentes, como la estructura molecular no corresponde a la forma visible a simple vista de la molécula. El gran descubrimiento del método estructural,