La palabra y la acción. Jesús Martín-Barbero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jesús Martín-Barbero
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789587814903
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la objetivación se convierte pues en un primer esfuerzo ineludible de todo estudio de la realidad. Pero guardando conciencia siempre de que ese estadio no agota la plenitud de las significaciones. Ya que objetivo no puede ser definido por simple posición a subjetivo sino como el indicador de un cierto carácter de la realidad, el de ser “un sistema de relaciones producto de un sistema de acciones”.25

      1. Ladrière, L’articulation du sens (París: Aubier-Montagne,1970), 9.

      2. G. W. Friedrich Hegel, Phénoménologie de l’Esprit, trad. Jean Hyppolite (París: Aubier-Montagne, 1941).

      3. Hegel, Phénoménologie, 165-169.

      4. Hegel, Phénoménologie, 259.

      5. Karl Marx, Manuscritos, economía y filosofía, trad. Francisco Rubio Llorente (Madrid: Alianza Editorial, 1968), 195.

      6. Marx, Manuscritos,199.

      7. Marx, Manuscritos,104.

      8. Marx, Manuscritos, 106.

      9. Herbert Marcuse, Philosophie et révolution, trad. C. Heim (París: Gontheir, 1967), 56.

      10. Marcuse, Philosophie, 78.

      11. Lukács, “La réification et la conscience du prolétariat”, en Histoire et conscience de classe, 110-130.

      12. Marcuse, “Acerca de los fundamentos filosóficos del concepto de trabajo”, en Ética y revolución, trad. Aurelio Álvarez Remon (Madrid: Taurus, 1970), 9-54.

      13. Kosík, Dialéctica, 223 y ss.

      14. Gouliane, El marxismo, 241 y ss.

      15. Louis Althusser y Étienne Balibar, Lire Le Capital, vol. II: L’objet du Capital (París: François Maspero, 1970), 87 y ss.

      16. Maurice Godelier, “Sistema, estructura y contradicción en El capital”, en Problemas del estructuralismo (México: Siglo XXI, 1967), 55.

      17. Pierre Daix, Structuralisme et révolution culturelle (Tournai: Casterman, 1971), 73.

      18. Daix, Structuralisme, 81.

      19. Jean Pouillon (comp.), Problemas del estructuralismo, trads. Julieta Campos, Gustavo Esteva y Alberto de Ezcurdia (México: Siglo XXI, 1967), 12.

      20. Claude Lévi-Strauss, Anthropologie structurale (París: Plon, 1958), 306.

      21. Lévi-Strauss, La pensée sauvage (París: Plon, 1962), 170.

      22. Godelier, “Sistema, estructura…”, 59.

      23. Ricoeur, Le conflit des interprétations (París: Seuil, 1969), 89 y ss.

      24. Sebag, Marxisme, 128.

      25. Ladrière, ‘Philosophie sociale’, 123.

      Capítulo II

      La objetivación del lenguaje

      Hablar es decir algo a alguien. La experiencia inmediata y normal que cualquier hombre tiene del lenguaje es la de un medio, la de un instrumento que le permite comunicarse con los demás. Pero en esa experiencia el lenguaje se oculta, se disuelve en la operación misma de manera que cuando esta falla, la pregunta espontánea es: ¿qué quiso usted decir? La pregunta se olvida del lenguaje para apuntar directamente al contenido. Como si las dificultades nada tuvieran que ver con el medio. Para hablar del lenguaje hay que tomar distancia, romper con la experiencia familiar y subjetiva. Para hablar del lenguaje es necesario “objetivarlo”.

      Objetivar el lenguaje es antes que todo “desacralizarlo”, un acto de irrupción en algo cuasi sagrado. Hasta el análisis moderno el lenguaje conservaba todas sus prerrogativas de fenómeno “único”,1 con profundidades insondables. La filosofía alemana del lenguaje –Humboldt, Schiller– hizo de la expresión su valor fundamental. Unida al gran movimiento romántico esa filosofía verá en el lenguaje la “encarnación del espíritu del pueblo” sobre la que Johann Gottlieb Fichte edificará su exaltación de Alemania como única nación que no había adulterado su lengua materna. Y tras la “espiritualidad” del lenguaje se agazapará un nacionalismo y racismo cuyas consecuencias se harán visibles en la Alemania nazi. Ha sido necesaria la conjunción del marxismo y la semiología estructural para denunciar y desenmascarar la falsa sacralidad de la “jerga”, de esos “usos religiosos desligados del contenido religioso”2 tras los que se enmascaran las ideologías de la autenticidad, del orden y el progreso. Solo en la medida en que el lenguaje aparece como objetivación, como construcción humana, trama de relaciones desmontables, el lenguaje no oculta sino que por el contrario descubre aquello a lo que da asilo. La lingüística actual está rindiendo un gran servicio a la desmitologización de los discursos en los que –como veremos a propósito de la acción social del lenguaje– se articula la experiencia del poder, de las clases sociales, de las diversas ideologías políticas.

      Porque el lenguaje sirve a la comunicación en la medida en que exterioriza y articula un sentido. Hecho de signos, el lenguaje posibilita la “objetivación de la experiencia” al unir un fenómeno perceptible a una significación.3 La ruptura con el subjetivismo reflexivo o psicologizante no tiene otro camino que el estudio de la codificación de la experiencia en el discurso, esto es, en las formas de expresión que permiten una observación. La escuela psicoanalítica de Lacan ha venido a poner de relieve esta capacidad objetivadora del lenguaje a través de su estudio del discurso del enfermo como “texto” a descifrar. El lenguaje del enfermo es la clave que se ofrece al analista para penetrar en el mundo inconsciente que los síntomas y los sueños, las resistencias en forma de lapsus significan: “el sueño tiene la estructura de una frase” y el síntoma se resuelve en el análisis del lenguaje ya que él mismo está estructurado como un lenguaje “cuya palabra debe ser liberada”.4 La trama del lenguaje se da en definitiva como texto último. A través de sus continuidades o sus roturas, sus sobrecargas o sus artificios son los movimientos de la necesidad y del deseo, las posibilidades y las dificultades del encuentro con las cosas y con los demás las que afloran al exterior, se hacen objetivas y por lo tanto analizables. Del lado del enfermo su discurso aparece como el único medio de asumirse a sí mismo. Esa “biografía” hecha no de acontecimientos sino de motivaciones solo puede ser asumida en la medida en que es verbalizada. El psicoanálisis descubre que a través del discurso otro “lenguaje” se manifiesta con sus propios símbolos y su propia sintaxis, que reenvía a las estructuras profundas del psiquismo.5 De esa manera, el lenguaje no solo traduce sino que actúa como agente de la transformación psicosomática, como medio de la toma de posesión por el sujeto de su mundo interior y del mundo social.

      Pero no solo el analista, cualquier hombre experimenta también el espesor objetivo del lenguaje. En la dificultad de decir lo que queremos, realmente sentimos que el lenguaje adquiere consistencia propia, se nos resiste, nos bloquea, opone su propio peso a nuestra voluntad de comunicación, se alza ante nosotros con una densidad que hay que vencer. Y a través de esa densidad que nos reta se nos hace manifiesta su forma mediadora, su ser como sistema de signos. La paradoja fundamental del lenguaje consiste precisamente en que siendo “yo” el sujeto de mi palabra necesito plegarme, obedecer a unas leyes que me vienen de fuera, de la lengua, para que sea posible la comunicación. Mi mensaje pasa en la medida en que me someto al código establecido. La sistematicidad del lenguaje cauciona su disponibilidad. El ser objetivo del lenguaje me aparece pues como una puesta en causa continua y permanente de mis poderes sobre él.6 Mientras que la experiencia es privada, el lenguaje es público. Público, puesto que está regido por leyes que me vienen de la comunidad y público también, o mejor, universal porque su orden de signos me abre a lo universal, a la universalidad de las cosas por decir y de los hombres con los que comunicar.

      ¿Qué tipo de objetividad es entonces la del lenguaje? Para los positivistas lógicos la respuesta no tiene duda: la objetividad de las cosas. El análisis estructural parece decir lo mismo pero solo aparentemente. Porque mientras para Carnap el lenguaje “es” una cosa, para Saussure el lenguaje “se da” como una cosa, se presenta al analista en su forma de cosa. El lenguaje recubre la lengua y la palabra aunque solo la lengua se preste