Por otra parte, “la escritura” es ese síntoma que se va construyendo en el análisis. Ella lo ubica como “síntoma o inspiración”, y afirma que “síntoma o inspiración, la escritura continúa escribiéndose a sí misma o siendo escrita”. (62) Cuando HD consulta a Freud, se encuentra presa de una fobia a la guerra y del fantasma de esa escritura que le imponía su necesidad de repetición; no cesaba de repetir su fracaso, de escribirla y de contarla para liberarse de ella.
CONCLUIR
¿Qué podemos decir de este final? Podemos recortar la orientación a la escritura, que de síntoma peligroso se transforma en algo que la define, en la causa de su vida. Freud se barra, hay desciframiento de la verdad del inconsciente, y sobreviene el final, del cual no hay muchas precisiones. Uno de los últimos sueños que HD relata es: “Soñé con dos libros, yo era la autora… Haré salir este libro. Tengo dos más”, (63) junto con otro en el que se preguntaba: “¿Estamos todos muertos?”. La guerra era ya una realidad.
Se verifican los restos transferenciales, esos que Freud tan bien había localizado en la experiencia con sus pacientes. Y en una de las cartas publicadas, enviada por Freud el 20 de julio de 1933, él le dice: “…esperaba que me dijera que estaba escribiendo, pero tales asuntos no deben ser forzados. Confío en que más adelante lo hará…”. (64)
6.3. “El análisis que no fue” en el caso de Joseph Wortis
Joseph Wortis era un psiquiatra neoyorkino que se analizó con Freud en octubre de 1934, sólo por algunos meses. En 1935 introdujo en Estados Unidos el tratamiento por shock hipoglucémico. Recibió de Havelock Ellis, su héroe literario y científico, la propuesta de estudiar e investigar acerca del psicoanálisis. Para ello le otorgaron una beca con una gran suma de dinero.
Wortis tenía una posición escéptica ante el psicoanálisis, aunque a la vez se sentía atraído por la obra de Freud; por ello se decidió a solicitarle una entrevista. Escribió Mi análisis con Freud en 1965; (65) de este relato he recortado algunos puntos que me parecen interesantes ya que dan cuenta de una solución del final por interrupción.
Se presenta como psiquiatra y le plantea a Freud que quiere aprender psicoanálisis, por lo que le solicita una formación teórica informal. Freud le responde que la única manera de aprender psicoanálisis es someterse a un análisis, y le sugiere para esto a otros analistas, más baratos que él. Pero Wortis sólo quiere analizarse con Freud. “Un análisis requiere de una hora diaria, cinco días a la semana y se inicia con una prueba por 14 días durante la cual el analista y el paciente deciden si les interesa continuar”, (66) le responde Freud.
Wortis está allí pese a que Ellis se opone a que se someta a un análisis. Freud lo tiene claro y se lo transmite: le dice que Ellis rechaza el psicoanálisis. En el prólogo de su libro, W. escribe: “Este es un libro que trata sobre S. Freud y sus teorías, no sobre mi persona”. Le cuestiona a Freud sus teorías y no manifiesta síntomas.
En la segunda entrevista le dice:
Me molestaba la implicación de que el psicoanálisis permanecía claro y perfecto, como una revelación divina, y que únicamente aquellos dotados de gracia podían compartir sus secretos. Bien podría suceder que yo a mi vez rechace el análisis […] y permítame señalar que, en virtud de ello, hay algo en mí que no anda bien, no resulta muy agradable.
Freud responde: “Prefiero diez veces más un estudiante a un neurótico”. Está claro que un estudiante no trae su padecimiento sino más bien su interés científico. Wortis no se implica en el análisis, y Freud intenta diferentes intervenciones. También le sugiere que deje el tratamiento porque no ve progresos: “Es usted un condenado principiante”. (67) Pero Wortis insiste, quiere quedarse, seguir. Trae sueños que al decir de Freud no son más que nuevas resistencias. Finalmente, Freud también lo desautoriza a analizar: “Usted no tiene la menor idea respecto de la técnica… Usted tiene derecho a vivir pero no como analista… Si alguien me pregunta sobre cierto talentoso Sr. Wortis que vino a estudiar conmigo, le diré que no aprendió nada y me desligaré de toda responsabilidad”. Wortis escribe que Freud “posee un admirable talento para hacerle sentir a uno que es un inútil… Pronto concluirá esto y habrá constituido una excelente experiencia”. Freud le señala que lo que él desea es el proyecto de la insulina, y lo alienta a salir del análisis. Más bien lo echa.
¿Qué nos enseña este relato? La posición de Freud es firme y contundente: para poder analizar y analizarse hay que creer en el inconsciente.
1- Freud S., “Análisis terminable e interminable” (1937), Obras completas, t. 23, Buenos Aires, Amorrortu, 1997.
2- Freud S., “Cartas a Wilhelm Fliess” (1887-1904), Carta 242, Obras completas, t. 1, Buenos Aires, Amorrortu, 1996.
3- Freud S., “Análisis terminable e interminable” (1937), op. cit., p. 219.
4- Miller J.-A., “Marginalia de Milán sobre ‘Análisis terminable e interminable’”, Uno por Uno nº 36, Revista de la AMP, Barcelona, 1994, p. 47.
5- Freud S., “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), Obras completas, t. 20, Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
6- Ibid., p. 221.
7- Freud S., “Análisis terminable e interminable” (1937), op. cit., p. 223.
8- Miller J.-A., “Marginalia de Milán sobre ‘Análisis terminable e interminable’”, 2ª Parte, Uno por Uno nº 37, Revista de la AMP, Barcelona, 1994, p. 24.
9- Freud S., “Análisis terminable e interminable” (1937), op. cit., p. 226.
10- Freud S. (1937), “Análisis terminable e interminable”, op. cit., p. 230.
11- Lacan J., El Seminario, Libro 13. El objeto del psicoanálisis (1965-1966), inédito.
12- Miller J.-A., “Marginalia de Milán sobre ‘Análisis terminable e interminable’”, Uno por Uno nº 36, Revista de la AMP, Barcelona, 1994, p. 62.
13- Freud S., “Análisis terminable e interminable” (1937), op. cit., p. 238.
14- Ibid., p. 239.
15- Ibid., p. 240.
16- Ibid., p. 241.
17- Miller J.-A., “Marginalia de Milán sobre ‘Análisis terminable e interminable’”, Uno por Uno nº 36, op. cit., p. 67.
18-