En su “Conferencia de Atenas” (2014) (51) Miller retoma esta idea y agrega que hasta 1958 Lacan sostiene la hipótesis de que “hay Otro del Otro”. Hay el Otro del significante y el Otro de la ley, cuyo significante es el Nombre del Padre. El Nombre del Padre, sostén de la función simbólica, nos permite el sueño de cada cosa en su lugar, de un mundo armónico, y el desorden pasa a ser lo imaginario. Lacan evocaba un fin del análisis por la constitución de la metáfora paterna, el elemento determinante para el fin del análisis era el Nombre del Padre, significante que da su sentido al goce. Sabemos que luego toda su enseñanza va en sentido contrario, hacia el “desmantelamiento metódico, constante, encarnizado de la pseudoarmonía del orden simbólico” (Miller dixit).
El paso que Lacan da hacia el Seminario 6 de la metáfora paterna a la metonimia del deseo implica seguir la vía del deseo, que hace tambalear la hipótesis de que “hay Otro del Otro”. Con ello aparecerán otras versiones del final. Podríamos decir que “La dirección de la cura…” es una bisagra cuya última parte da cuenta ya del peso que Lacan le dará al deseo.
9.1. Preservar el deseo
Al final del texto Lacan plantea un mandato para el analista: “hay que tomar el deseo a la letra”. Se trata de leer el deseo con sus rodeos por el significante y orientarnos hacia ese deseo por el significante fálico. Para Freud, el núcleo de nuestro ser se sitúa en el nivel del deseo inconsciente, indestructible, y Lacan lo sigue cuando enuncia su manera de pensar la práctica. Su primera enseñanza culmina con el deseo como constitutivo del sujeto, y se puede extraer una cierta definición ontológica según la cual “el ser es el deseo”. También nos encontramos con su denuncia a los impasses en las curas, por reducir el análisis a una técnica, y ejemplos clínicos de los que se vale para ilustrar estas cuestiones. Por ejemplo, para articular el deseo y la falta en ser del $ –el inconsciente estructurado como un lenguaje–, usa el sueño de la bella carnicera relatado por Freud. Dice finalmente que “el deseo es la metonimia de la carencia de ser”, y no se capta sino en su interpretación.
Si seguimos la lectura que hace Miller en “El ser y el Uno” (2011) (52) podemos decir que este texto de “La dirección de la cura…” es un comentario del grafo del deseo que acá está definido como un puro efecto del significante, sin sustancia. Un deseo acordado a una falta, a S(A), y no a una significación definitiva.
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