Vida de Jesucristo. Louis Claude Fillion. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Louis Claude Fillion
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788432151941
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plantas aromáticas que constituyen parte de la flora mediterránea. Poco después brotan del suelo millares de flores, de colores generalmente vivos, que dan al país un aspecto nuevo, que contrasta con el tono grisáceo y monótono de que hemos hablado. En los primeros días de abril esta reciente vegetación ofrece un espectáculo verdaderamente maravilloso. Al lado de plantas desconocidas, se ven narcisos, anémonas, azafrán, gladiolos, tulipanes, adormideras, ranúnculos, azulejos, diminutos y preciosos amarantos, jacintos, junquillos, claveles, iris, cistos, y acá y acullá, algo más tarde, el lirio de los campos, cuya belleza ensalzó un día Nuestro Señor[26]. Pero este mosaico portentoso y animado no tiene sino una duración harto efímera. En cuanto el calor del sol se hace más intenso, verdor y flores se secan hasta la primavera próxima y sirven, como en tiempos pasados, para calentar los hornos caseros y cocer el pan[27].

      Quedan al menos los árboles con su follaje, por lo común más resistente. Los que más de ordinariamente se encuentran en Palestina son, entre los frutales, el olivo y la higuera, que se dan por doquier, y que aun hoy día son, junto con la vid, uno de los principales recursos de la región. Se mencionan muchas veces en los Evangelios. Un proverbio árabe, contraponiendo entre sí estos tres vegetales, dice que «la vid es una dama», una persona distinguida, que requiere miramientos, mientras la higuera es un félláh, un campesino de constitución robusta, y el olivo un Bedauiyéh, un Beduino, que vive entre privaciones y al que nadie atiende. En otro tiempo la palmera datilera erguía su tallo esbelto con su airosa copa en casi todo el país. Actualmente no se la encuentra sino en rincones privilegiados: en Gaza, en Jaffa, en Jerusalén, en Jericó, en Ramleh y, sobre todo, en Haifa. Entre los demás árboles recordemos el algarrobo, que produce las vainas dulzonas de las que el hijo pródigo se hubiera alimentado gustoso, el moral, el alfóncigo, el sicomoro de oriente, el madroño, el terebinto, el nogal (en Galilea), el álamo, el tamarindo y varias especies de encinas y coníferas.

      Al lado de vegetales útiles o simplemente agradables, Tierra Santa los produce también nocivos, entre los cuales hay un número extraordinario de plantas espinosas. Abundan en tal forma, que el texto hebreo de la Biblia emplea para designarlas hasta veintisiete expresiones diferentes. Si no se las persigue encarnizadamente, pronto invaden los campos y ahogan la buena semilla.

      La fauna palestina no ha debido de modificarse mucho desde la época del Salvador. No nos ocuparemos aquí de ella sino en cuanto guarda relación con la historia evangélica. Entre los animales domésticos, el ganado mayor no parece ser en la actualidad muy abundante en el país. En cambio, se ven por todas partes en los campos rebaños de ovejas y cabras. Las ovejas son de ordinario blancas; la mayoría de las cabras son negras. El camello ya no se ve entre los judíos. Solamente en Jordania o entre los beduinos del desierto. Algunas veces le enganchan —en pareja asaz chocante— con el asno, que si no tiene en Palestina la elegante apostura de su congénere de Egipto, aventaja por su aspecto exterior al asno de nuestros países. Es la cabalgadura familiar del país. Más de una vez ocurre pensar en la Sagrada Familia, cuando alguna vez se ve a un hombre del pueblo caminando a pie, apoyado en un bastón y llevando de la brida a un asno, sobre el que se sienta una joven con un niño en sus brazos.

      En la Tierra Santa vive gran número de cuadrúpedos salvajes. Los principales son: el perro, el lobo, el chacal, la zorra, la hiena y el leopardo, que vagan por parajes desiertos y cuyos ladridos y aullidos resuenan durante toda la noche. Desde hace ya tiempo desapareció del país el león; pero todavía en las montañas del Líbano y Anti-Líbano habita el oso pardo de Siria.

      Los judíos fueron siempre muy aficionados al pescado, y aún hoy preciso es que sean muy pobres para privarse de este manjar en la comida principal del sábado. Desde este punto de vista, los compatriotas del Salvador pueden considerarse afortunados en Palestina, donde el Jordán, y sobre todo el lago Tiberíades, abundan en peces de todas clases. Tampoco son raros los reptiles venenosos en este cálido país. Tienen por refugio los zarzales espinosos, las hendiduras de las rocas, los montones de piedras y los agujeros de los paredones.

      No insistiremos más en estos diversos pormenores. Los que hemos apuntado darán al lector suficiente idea de la Palestina para que pueda acompañar al Divino Maestro en sus correrías apostólicas. Por lo demás, los completaremos a medida que la ocasión se nos presente.

      En la época que intentamos describir, a la división de la Tierra Santa en doce tribus había sucedido hacía tiempo otra división administrativa. El país estaba dividido entonces en cuatro provincias, de las cuales tres estaban situadas al lado de acá del Jordán, y una sola al otro lado. Las tres primeras eran: Judea, al Sur, Samaria, en el centro, y Galilea, al Norte. La cuarta se llamaba Perea. Los Evangelios nos muestran al Salvador recorriendo ya una, ya otra de estas cuatro regiones. Sin embargo, fueron breves y transitorias sus relaciones con Samaria y Perea, donde sólo hizo fugaces estancias. En cambio, en Judea y en Galilea, sobre todo en esta última, le veremos ejercer su ministerio público y conquistar la mayoría y los más fieles de sus partidarios.

      En la época del Salvador el territorio de esta provincia correspondía, poco más o menos, al del reino de la Judea antes del destierro. Sus límites eran: al Sur, el desierto de la Arabia Pérsica; al Oeste, el Mediterráneo; al Este, el Jordán y el mar Muerto; al Norte, la Samaria. El Talmud la divide en tres distritos: las montañas —la «Montaña real», según su enfático lenguaje—, la llanura (marítima) y el valle (del Jordán).