El arte de describir. Svetlana Alpers. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Svetlana Alpers
Издательство: Bookwire
Серия: Caleidoscópica
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789874161468
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reivindicación de los artistas holandeses, reconoce y elogia en particular la maestría de los retratistas y los paisajistas nórdicos. Dice perspicazmente que son incluso capaces de representar la tibieza del sol y el movimiento de la brisa. Pero mientras encomia los excepcionales logros de esas verídicas representaciones, Huygens nunca pone en cuestión la vieja y consagrada tradición del arte. Y a pesar de su fino “olfato” para los pintores holandeses, concede la palma a Rubens como el más grande artista de la época.

      Es sintomático del talante político de los Países Bajos del norte que Rubens, quien vivió en Flandes, fuera reivindicado por un holandés como un artista nacional. Además de revelar su gusto por Rubens, deja en evidencia la visión artística de Huygens. Evidentemente, él consideraba que lo que se conocía como pintura histórica era la forma suprema de creación artística. Resulta también interesante que Huygens señalara a Rembrandt como una futura gloria: interesante tanto por la personalísima naturaleza del talento de Rembrandt como por la lentitud de sus comienzos: sus primeras obras no parecen precisamente presentarlo como tan promisorio. Pero este juicio sigue siendo coherente con la predilección por la pintura de historia. La hiperbólica afirmación de Huygens de que la antigua Grecia e Italia fueran a verse superadas por el imberbe hijo de un molinero holandés no se hizo con ánimo de discutir, sino de aceptar las pretensiones y los logros de la gran tradición del arte tal como se veían en su tiempo. Consecuente con ello, aunque infructuosa, es su recomendación de que Rembrandt fuera a Italia a ver directamente las obras de Rafael y Miguel Ángel. La aguda distinción que hace Huygens entre la expresividad de Rembrandt y el vigor de las figuras de su compañero Jan Lievens está expresada en los mismos términos que solían utilizarse convencionalmente para referirse a la gran tradición. Huygens puso a menudo en acción estas creencias. En las décadas de 1630 y 1640 negoció con Rembrandt la realización de una serie sobre la Pasión de Cristo para el estatúder y a mediados del siglo unió sus fuerzas con el arquitecto Jacob van Campen, uno de los padres fundadores del clasicismo holandés, para la elaboración del programa alegórico de las decoraciones conmemorativas de la Casa de Orange en la Huis ten Bosch.

      La autobiografía contiene un párrafo en que Huygens elogia sin reservas las obras de los dos hombres a los que celebra como los principales pensadores de su tiempo, Francis Bacon y Cornelius Drebbel:

      Admiré a estos dos hombres que en mi tiempo han hecho la más excelente crítica de cuantas ideas, teoremas y axiomas inútiles poseyeron, como he dicho, los antiguos.

      Las relaciones de Drebbel con el mundo del arte holandés fueron constantes. En su juventud estudió en Haarlem con Hendrick Goltzius, un destacado artista de la generación anterior con cuya hija menor se casaría. Mientras hacía un mapa de su ciudad natal, Alkmaar, en 1597, se dedicaba a diseñar relojes y proyectar sistemas de abastecimiento de aguas y mejoras para los tirajes de las chimeneas. El arte y las tentativas de la nueva tecnología experimental por dominar la naturaleza estaban estrechamente vinculados en los Países Bajos. Sin embargo, a veces se sospechaba de la seriedad de sus procedimientos. Mientras elogiaba los experimentos de Drebbel, Huygens criticaba duramente los coqueteos de Goltzius con lo que él llamaba “la locura” de la alquimia. Los límites entre realidad y fantasía no siempre son fáciles de señalar. En las obras de De Gheyn encontramos yuxtaposiciones de imágenes que parecen ilustrar este punto. Un cangrejo ermitaño, por ejemplo, con sus puntas dibujadas con todo detalle, junto a una especie de aquelarre, expone en términos pictóricos la complejidad de las relaciones entre curiosidad e imaginación (fig. 2).

      La defensa de Drebbel que hace Huygens alcanza su momento culminante cuando relata su experiencia con el microscopio de este. Cuenta que las personas que miraban a través de la lente no veían nada al principio. (Es, en efecto, una descripción bastante exacta de lo que ocurre al mirar por la diminuta e imperfecta lente de un microscopio manual del siglo XVII.) Luego exclamaban que veían cosas increíbles. Es un nuevo teatro de la naturaleza; efectivamente, otro mundo. Si De Gheyn hubiera vivido más tiempo, escribe Huygens, podría haber usado su fino pincel para pintar las cosas pequeñas o los insectos tal como se ven con la lente. Esos dibujos se habrían grabado y las estampas se habrían reunido en un libro que podría haberse titulado El nuevo mundo.

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      En efecto, objetos materiales que hasta ahora se habían clasificado entre los átomos, porque escapan con mucho a la visión humana, se presentaban tan claramente a los ojos del observador que hasta cuando personas totalmente inexpertas miraban cosas que nunca habían visto, se quejaban al principio de que no veían nada, pero luego gritaban que percibían objetos maravillosos con sus ojos. Pues se trata, en efecto, de un nuevo