Es sintomático del talante político de los Países Bajos del norte que Rubens, quien vivió en Flandes, fuera reivindicado por un holandés como un artista nacional. Además de revelar su gusto por Rubens, deja en evidencia la visión artística de Huygens. Evidentemente, él consideraba que lo que se conocía como pintura histórica era la forma suprema de creación artística. Resulta también interesante que Huygens señalara a Rembrandt como una futura gloria: interesante tanto por la personalísima naturaleza del talento de Rembrandt como por la lentitud de sus comienzos: sus primeras obras no parecen precisamente presentarlo como tan promisorio. Pero este juicio sigue siendo coherente con la predilección por la pintura de historia. La hiperbólica afirmación de Huygens de que la antigua Grecia e Italia fueran a verse superadas por el imberbe hijo de un molinero holandés no se hizo con ánimo de discutir, sino de aceptar las pretensiones y los logros de la gran tradición del arte tal como se veían en su tiempo. Consecuente con ello, aunque infructuosa, es su recomendación de que Rembrandt fuera a Italia a ver directamente las obras de Rafael y Miguel Ángel. La aguda distinción que hace Huygens entre la expresividad de Rembrandt y el vigor de las figuras de su compañero Jan Lievens está expresada en los mismos términos que solían utilizarse convencionalmente para referirse a la gran tradición. Huygens puso a menudo en acción estas creencias. En las décadas de 1630 y 1640 negoció con Rembrandt la realización de una serie sobre la Pasión de Cristo para el estatúder y a mediados del siglo unió sus fuerzas con el arquitecto Jacob van Campen, uno de los padres fundadores del clasicismo holandés, para la elaboración del programa alegórico de las decoraciones conmemorativas de la Casa de Orange en la Huis ten Bosch.
Esta visión tradicional del arte se mantiene únicamente en los párrafos que Huygens dedica a su educación artística y a los artistas contemporáneos. Los historiadores del arte no han prestado atención al resto de su autobiografía. La larga sección referente al arte se entresacó del resto del recién descubierto manuscrito y, acompañada de su traducción, fue lo primero en publicarse. Se preparó especialmente para provecho de los historiadores del arte antes de que se publicara íntegramente el texto latino. La traducción holandesa más reciente publicada del texto entero incluía un apéndice especial sobre Huygens como crítico de arte basado una vez más en ese particular fragmento. (25) Sin embargo, si buscamos en el resto de la autobiografía sus alusiones a las imágenes y a sus artífices, encontramos cosas sorprendentes. Huygens adopta una postura bastante diferente hacia la tradición en general y nos ofrece una visión distinta de la naturaleza de las artes figurativas holandesas. Precisamente, la celebridad de Huygens como figura cultural de tendencias clásicas y vocación humanística hizo que la otra faceta resultara tan sorprendente. Y en cuanto a las imágenes, que es lo que nos interesa, pareciera que los holandeses se destacaron en esa vertiente de la actividad figurativa que correspondía, en sentido lato, a los intereses científicos, no humanísticos, de Huygens.
La autobiografía contiene un párrafo en que Huygens elogia sin reservas las obras de los dos hombres a los que celebra como los principales pensadores de su tiempo, Francis Bacon y Cornelius Drebbel:
Admiré a estos dos hombres que en mi tiempo han hecho la más excelente crítica de cuantas ideas, teoremas y axiomas inútiles poseyeron, como he dicho, los antiguos.
[Veterum, quae dixi, inanium notionum, theorematum, axiomatum censores praestantissimos duos aetate meâ suspexi.] (26)
Huygens había conocido al filósofo inglés –a quien, decía, llegó a venerar con respeto sagrado– y al inventor holandés en uno de sus primeros viajes a Inglaterra. Ambos estaban bastante fuera del programa educativo previsto para él por su padre. En cierta ocasión Huygens tuvo incluso que defender a Drebbel de la acusación de su padre de que era un brujo. Drebbel, inventor así como animador ocasional de la corte inglesa, era en efecto una curiosa figura. (27) Hizo microscopios, ideó una máquina que, según él, poseía movimiento perpetuo, inventó un clavicordio que tocaba solo y construyó un submarino con el que se sumergió en el Támesis para regocijo y admiración de la corte, pero que resultó inútil cuando se quiso utilizar como arma contra los franceses en el asedio de La Rochelle. En parte nigromante y en parte experimentador de un tipo frecuente en la época, llamó la atención de sus contemporáneos, que unas veces lo vieron como embaucador y poco confiable y otras como de un ingenio prodigioso: en suma, para unos fue un estafador; para otros, un inventor. Y no deja de ser significativo, e interesante para nuestro estudio del arte holandés, que mientras que Huygens consideró a Drebbel un hombre admirable y juzgó fascinantes sus descubrimientos, Rubens lo mirara con suspicacia y desdén. En una carta de 1629 al célebre intelectual Nicolas-Claude Fabri de Peiresc, un amigo con quien compartía su interés por el mundo antiguo y por la ciencia, el pintor flamenco le contó haber visto a Drebbel por la calle en Londres. Refiriéndose a su aspecto y a la índole de sus obras, Rubens insinuó diplomáticamente que a cierta distancia podría resultar más grande que visto de cerca. A diferencia de Huygens, Rubens consideraba una estupidez el aparato de movimiento perpetuo y manifestaba claro desinterés por su microscopio. Pero, siempre caballero, optó por la discreción al asegurar que no era conveniente fiarse de las habladurías para criticar a alguien a quien no se conoce. En el fondo, ni el personaje ni sus experimentos podían tener atractivo alguno para Rubens. La mentalidad técnica y mecánica de Drebbel era lo más opuesto a sus intereses literarios e históricos. (28)
Las relaciones de Drebbel con el mundo del arte holandés fueron constantes. En su juventud estudió en Haarlem con Hendrick Goltzius, un destacado artista de la generación anterior con cuya hija menor se casaría. Mientras hacía un mapa de su ciudad natal, Alkmaar, en 1597, se dedicaba a diseñar relojes y proyectar sistemas de abastecimiento de aguas y mejoras para los tirajes de las chimeneas. El arte y las tentativas de la nueva tecnología experimental por dominar la naturaleza estaban estrechamente vinculados en los Países Bajos. Sin embargo, a veces se sospechaba de la seriedad de sus procedimientos. Mientras elogiaba los experimentos de Drebbel, Huygens criticaba duramente los coqueteos de Goltzius con lo que él llamaba “la locura” de la alquimia. Los límites entre realidad y fantasía no siempre son fáciles de señalar. En las obras de De Gheyn encontramos yuxtaposiciones de imágenes que parecen ilustrar este punto. Un cangrejo ermitaño, por ejemplo, con sus puntas dibujadas con todo detalle, junto a una especie de aquelarre, expone en términos pictóricos la complejidad de las relaciones entre curiosidad e imaginación (fig. 2).
La defensa de Drebbel que hace Huygens alcanza su momento culminante cuando relata su experiencia con el microscopio de este. Cuenta que las personas que miraban a través de la lente no veían nada al principio. (Es, en efecto, una descripción bastante exacta de lo que ocurre al mirar por la diminuta e imperfecta lente de un microscopio manual del siglo XVII.) Luego exclamaban que veían cosas increíbles. Es un nuevo teatro de la naturaleza; efectivamente, otro mundo. Si De Gheyn hubiera vivido más tiempo, escribe Huygens, podría haber usado su fino pincel para pintar las cosas pequeñas o los insectos tal como se ven con la lente. Esos dibujos se habrían grabado y las estampas se habrían reunido en un libro que podría haberse titulado El nuevo mundo.
2. JACQUES DE GHEYN, Cangrejo ermitaño y brujerías (pluma, tinta y acuarela). Städelsches Kunstinstitut, Frankfurt am Main.
En efecto, objetos materiales que hasta ahora se habían clasificado entre los átomos, porque escapan con mucho a la visión humana, se presentaban tan claramente a los ojos del observador que hasta cuando personas totalmente inexpertas miraban cosas que nunca habían visto, se quejaban al principio de que no veían nada, pero luego gritaban que percibían objetos maravillosos con sus ojos. Pues se trata, en efecto, de un nuevo