El arte de describir. Svetlana Alpers. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Svetlana Alpers
Издательство: Bookwire
Серия: Caleidoscópica
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789874161468
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      De las pequeñas flores, moscas, hormigas y ácaros extraeré mis lecciones. Con la ayuda del microscopio, partes de esas criaturas, las más pequeñas, hasta ahora invisibles, ahora se han podido conocer.

      Aunque se diga que no pueden captarse con los ojos, ahora es posible ver desde las estrellas del cielo hasta cada uno de los granos de arena de la playa. Huygens repite entusiasmado el viaje efectuado con sus ojos:

      Y discernir todo con tus ojos como si lo estuvieras tocando con tus manos; nos movemos en un mundo de criaturas diminutas hasta ahora desconocidas como si se tratara de un continente recién descubierto de nuestro planeta.

      Somos realmente como dioses, concluye otro poema, si podemos ver todo, desde el punto más alto de los cielos hasta las más pequeñas criaturas de la tierra.

      Sobre el telescopio

      Al fin los mortales pueden ser, por así decirlo, como dioses

      Si pueden ver cerca y lejos, aquí y en todas partes.

      In Telescopium

      [Dijs, dicat, liceat tandem mortalibus esse,

      El tono de las palabras de Huygens no es una expresión de desafío, sino más bien de homenaje a la obra de Dios. Él adopta una actitud positiva ante lo que para muchos otros de su época constituía una nueva e inquietante visión del lugar del hombre en el mundo. Huygens deja ver, quizá, ciertas dudas cuando imagina, como luego haría Milton, un telescopio en manos del diablo:

      Sobre las mismas lentes

      ¿Quién sabe si el Tentador

      Acaso dispuso ya de esos cristales,

      Puesto que mostró al Señor

      Todos los reinos de la Tierra?

      Des Mesmes Lunettes

      [Qui dira si le Tentateur

      N’auoit l’usage de ce verre,

      Des lors qu’il monstra au Seigneur

      Pero la cuestión fundamental no era en qué manos fueran a caer las lentes. Este poema ofrece una explicación racional de cómo era la visión de Jesús. De lo que se trataba era del lugar del hombre en este nuevo mundo o, más concretamente, de su medida en él.

      Dada la importancia concedida al sentido de la vista, era lógico que la cuestión de la escala o de la percepción del tamaño relativo pasara a ser primordial. Resultado inmediato y contundente de la posibilidad de poner al alcance de la vista humana los más pequeños seres vivos (los organismos vistos con el microscopio) o los objetos más alejados y enormes (los cuerpos celestes vistos por el telescopio) era que todo sentido fijo de la escala y la proporción quedaba en entredicho. El problema, relacionado con el anterior, de cómo percibimos la distancia y estimamos los tamaños relativos sigue ocupando a los estudiosos de la percepción. Cualquiera sea su solución, existe un acuerdo general en cuanto a que los ojos no pueden por sí mismos estimar distancias y tamaños. Esto es lo que los telescopios y los microscopios demostraron en el siglo XVII. Para muchos, supondría un quebrantamiento definitivo del sentido de la medida del mundo vigente hasta entonces o, en suma, de la idea del hombre como medida del universo. El sencillo entusiasmo con que Huygens acoge este desplazamiento del hombre resulta asombroso. Parte del párrafo dedicado al elogio de Drebbel en la conclusión de la Autobiografía dice así:

      Aprendamos, cuando menos, esto: que nuestra normal estimación del tamaño de las cosas es variable, insegura y fatua, en cuanto que creemos que podemos eliminar toda comparación y discernir toda gran diferencia de tamaño simplemente por la evidencia de nuestros sentidos. En suma, hemos de ser conscientes de que es imposible calificar cosa alguna de “grande” o “pequeña” si no es por comparación. Sentemos, pues, firmemente el principio de que la multiplicación de los cuerpos es infinita; una vez aceptado este principio, entonces no habrá razón para afirmar que cualquier cuerpo, por diminuto que sea y por muy magnificado que esté por una lente, no pueda magnificarse más aún con otra y aun con otra más y así infinitamente.

      Huygens disfruta poniendo ejemplos concretos de la pérdida de la medida y la proporción en su Daghwerck (cito una vez más del comentario en prosa que aclara estos puntos):

      Por ejemplo: una puerta de ciudad tal como ahora la vemos no es más que una simple grieta comparada con una grieta tal como se ve con una lente de aumento, que parece una enorme puerta. Y si viéramos con una de esas lentes uno de los 360 grados, encontraríamos espacio en él para 1.000 millas en lugar de 15.

      La yuxtaposición de una diminuta grieta con una enorme puerta de ciudad o la expansión de un grado en una vista panorámica nos hacen pensar en ciertos rasgos característicos del arte holandés. El famoso cuadro El novillo de Paulus Potter destaca contra la minimizada torre de una iglesia y luce una pequeñísima mosca en su amplio flanco (fig. 8). Los panoramas de Philips Koninck dilatan la pequeña extensión de la tierra holandesa hasta hacerla rivalizar con los dimensiones del propio planeta (fig. 86). La curiosa imagen del artista aparece a veces reflejada en la superficie de una jarra en los bodegones de Abraham van Beyeren (figs. 9, 10). La comparación mediante la yuxtaposición de lo próximo y lo lejano, o de lo pequeño y lo grande, había ocupado a los pintores nórdicos al menos desde Van Eyck. Este se había representado a sí mismo en miniatura reflejado en sus obras (fig. 11) y había yuxtapuesto las manos del canciller Rolin con las torres de una lejana ciudad. Los artistas nórdicos, nos preguntamos, ¿llegaron alguna vez a postular alguna medida o proporción fija?

      Esta es la cuestión que forma el núcleo de la famosa censura del arte nórdico atribuida a Miguel Ángel. La última frase del párrafo es la que nos interesa aquí:

imagen

      De este párrafo, suele recordarse la insistencia en la descripción detallada. Pero el autor, significativamente, vincula ese detallismo con falta de razón, arte, simetría y proporción. Alberti había escrito que