Cabe preguntarse, ¿son estas actividades puntuales y aisladas? La respuesta es no, a juzgar por los proyectos de investigación adjudicados recientemente en el área de Educación. El concurso Fondecyt aprobó un total de 631 proyectos, por un monto de $75 mil millones, de los cuales 183 fueron en Ciencias Sociales y Humanidades y 24 de ellos en Educación, por $1.800 millones. Una tendencia de crecimiento que tiende a consolidarse.
Las temáticas fueron amplias, y van desde el estudio del clima escolar a las modificaciones curriculares, pasando por políticas de inclusión, desafíos de los profesores principiantes y uso de tecnologías de información en educación. Por otra parte, el Fondo de Investigación y Desarrollo en Educación (Fonide) adjudicó 11 de 116 proyectos presentados, provenientes de cuatro universidades, en diversos temas que abordan el acceso y segregación de las escuelas, la prueba INICIA, la capacitación docente, la selección de directivos escolares y la enseñanza de la lengua mapuche.
El año que termina se caracterizó también por actividades académicas en los principales centros de investigación avanzada en políticas públicas y prácticas en educación de nuestro país. El CEPPE de la UC y el CIAE de la UCH han desarrollado actividades en forma permanente, invitando a destacados profesores extranjeros para compartir experiencias en didáctica, desarrollo curricular, sistemas educacionales y desafíos del aprendizaje. Estos seminarios han contado con el apoyo de Conicyt, la participación del Ministerio de Educación y especialistas de instituciones asociadas a estos centros.
Junto con la reflexión científica sobre el tema, los desafíos a lograr en los próximos años dependen de un cambio de actitud de estudiantes y profesores. Los alumnos requieren demostrar un rol más activo en su proceso de aprendizaje, con actitud crítica y participación real en la sala de clases y fuera de ella. Los profesores, por su parte, tienen el desafío de la capacitación y perfeccionamiento continuo, ejerciendo el liderazgo que les corresponde. El estudiante será el centro de su preocupación, a través de un encuentro personal que marque su futuro y estimule su permanente superación.
Por último, se están formando doctores en el país y en el extranjero en la disciplina, los proyectos y publicaciones que se generan en Chile dialogan con los principales centros internacionales, y las universidades han asumido un rol protagónico en este campo que lo requiere con urgencia. Sin investigación no hay innovación ni progreso, y las señales que vemos en educación generan gran optimismo. Es una buena manera de comenzar un año: con buenas noticias en educación.
Publicado en el diario El Mercurio el 21 de enero de 2013.
Estímulo y desarrollo de las ciencias
En las últimas semanas se ha generado un intenso debate por el presupuesto asignado a las ciencias en el país. Preocupa de manera especial el hecho de que debido al aumento significativo que han tenido los proyectos Fondecyt (Regular, Inicio y Posdoctorado) en los últimos años, que es la base de la productividad científica del país, no se van a poder asignar fondos para nuevos proyectos. Esto ocurre como una derivada del compromiso de continuidad de los fondos involucrados. Se requeriría un incremento del 30% del presupuesto para poder seguir creciendo en nuevos proyectos y se ha presentado un 16% de aumento, lo que solo permitiría financiar 600 proyectos, volviendo a la realidad del año 2010. El principal problema va a significar una disminución muy significativa de proyectos nuevos el próximo año, lo que afectará de manera especial a los investigadores jóvenes, quienes han terminado recientemente sus programas doctorales.
Existen desafíos pendientes para el desarrollo de la ciencia en nuestro país. Dentro de los principales están modernizar su institucionalidad, dándole una mayor representatividad a nivel de un ministerio que la articule de manera directa con la Educación Superior del país; potenciar la formación e inserción de investigadores, ya que tenemos solo un 25%, comparado con países de la OCDE; la internacionalización, para atraer más y mejores estudiantes e investigadores desde el extranjero; aumentar el financiamiento del sistema (hoy una universidad mediana de Estados Unidos tiene más presupuesto que lo que se destina a investigación en nuestro país), para poder así aumentar los proyectos de investigación que aporten al desarrollo integral del país; y potenciar la educación científica de nuestros niños, incrementando la difusión de las ciencias en la sociedad.
En los últimos años la producción científica del país ha crecido a un ritmo de 11% anual, superando el promedio de los países de la región. Este crecimiento se debe mantener, para poder aportar así al desarrollo que el país requiere y exige.
En el año 2011, Chile aportó con el 0,3% del total de la productividad científica mundial, ubicándose en el lugar 46 en el ranking, duplicando su actividad respecto de la medición del año 1996. En Latinoamérica, Chile se ubica cuarto en productividad, con un alto nivel de calidad científica. En relación con los alumnos de doctorado, la matrícula ha crecido un 59% en cinco años (4.482 en 2012), a los que se agregan los más de 2.000 estudiantes que están realizando sus estudios en el extranjero. Actualmente trabajan más de nueve mil doctores en diversas áreas del conocimiento como profesores e investigadores en el sistema universitario nacional.
La mayor parte del desarrollo científico y de investigación (91% de los proyectos en los últimos 5 años) se realiza en las universidades. En la actualidad, el 51% de los proyectos de investigación se enfocan en Ciencias Naturales y Tecnología, un 20% en Ciencias Sociales y solo un 8% en Humanidades. El respaldo y estímulo a las Artes y Humanidades es vital, con el objeto de que la expresión de las ciencias sea amplia, diversa y global. En este aspecto, es muy necesario potenciar los centros regionales, ya que Santiago concentra el 55% de la productividad científica, cifra muy superior a urbes como Madrid (23%) o Ciudad de México (35%). Otras regiones como Valparaíso representan el 9%, Biobío el 12% y La Araucanía el 4,7°%. Así también, en la formación de posgrado, Santiago concentra el 62% de los programas.
Debemos destacar que en los últimos años la producción científica del país ha crecido a un ritmo de 11% anual, superando el promedio de los países de la región. Este crecimiento se debe mantener, para poder aportar así al desarrollo que el país requiere y exige. Las oportunidades de desarrollo científico deben transformarse en proyectos que involucren a investigadores de las mejores instituciones, con el objeto de apoyar el desarrollo de los científicos e investigadores jóvenes que finalizan sus programas de formación y que estarán disponibles para aportarle su conocimiento, talento y esfuerzo al país.
Existe una clara relación entre investigación, innovación, transferencia del conocimiento y el desarrollo armónico e integral del país. La investigación nos abre la ventana del nuevo conocimiento y nos guía a mejorar la calidad de vida de las personas. El desafío es poder realizar esta tarea de manera armónica y con visión de futuro. Esperamos el respaldo de las autoridades del país en este gran proyecto. El compromiso de las universidades y de los investigadores está con el desarrollo de nuestro país y de sus personas.
Publicado en el diario La Segunda el 23 de octubre de 2013.
Innovación: Crear un mundo mejor
La investigación y creación de nuevo conocimiento en todas las áreas del saber es la clave de la innovación para soñar y poder avanzar en cambios que signifiquen mejorar las condiciones de vida de las personas. Así, se trata de destacar los aspectos integrales del desarrollo humano, que incluye los aspectos científicos, culturales, artísticos y de crecimiento personal.
Para poder desarrollar esta tarea, se requiere confianza y diálogo entre los diferentes actores. El crecimiento del país y sus habitantes va a depender de la visión que tenga la sociedad para invertir en proyectos innovadores y sustentables que beneficien a su población, en especial a los grupos más vulnerables. Este proceso requiere una mayor inversión en educación y en especial en investigación que permita innovar y transferir conocimientos y resultados a la sociedad.
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