Un curso de amor. Mari Perron. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mari Perron
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789874935250
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todas las demás clases de reemplazo. Puedes continuar de esta forma, con la esperanza sempiterna de que el siguiente reemplazo será el que logre traerte lo que deseas o, por el contrario, puedes elegir el único reemplazo que dará resultado.

      9.25 Sólo se te pide que abandones la noción demente de que estás solo. Hablamos mucho aquí del cuerpo sólo porque es lo que aduces como prueba de la validez de esta idea disparatada. Es también la prueba con la que justificas que hay motivos para vivir con miedo. ¿Cómo no temer por la seguridad de un hogar tan frágil como el cuerpo? ¿Cómo dejar de proveer la próxima comida para ti y para aquellos a los que cuidas? Y mientras tanto, no ves todo aquello de lo que te privan estas distracciones de satisfacer necesidades.

      9.26 Y sin embargo, la misma realidad que has construido –la realidad de ser incapaz de conseguir lo que has de esforzarte constantemente por hacer– es una situación establecida para proporcionar relación. Al igual que todo lo demás que has recordado de la creación y has construido a su imagen, así también es esto. Al mismo tiempo que has hecho de ti mismo un yo separado y solo, también has hecho que sea necesario relacionarte para sobrevivir. Sin relación, tu misma especie dejaría de existir; de hecho, toda la vida se extinguiría. Es obvio que debes ayudar a tu hermana y a tu hermano, pues son tú mismo, y son el único medio que tienes de asir la eternidad, incluso dentro de esta falsa realidad que has construido.

      9.27 Volvamos al ejemplo de saciar el hambre de tu hermana y la sed de tu hermano. No sólo es una lección sobre saciar el hambre y la sed del espíritu, sino también una lección sobre la relación. Es la relación inherente al acto de satisfacer la necesidad de otro la que otorga un valor duradero al acto. Es en tu disposición para decir: “Hermano, no estás solo”, donde se encuentra el mayor provecho de tales situaciones, no sólo para tu hermano sino también para ti. Es al decir: “Hermana, no estás sola”, que el hambre y la sed del espíritu se sacian con la plenitud de la unidad. Es al darte cuenta de que no estás solo que te das cuenta de tu unidad conmigo, y empiezas a apartarte del miedo y acercarte al amor.

      9.28 No eres tu propio creador. Ésta es tu salvación. No creaste algo de la nada; comenzaste con aquello que Dios creó y que permanece tal como Dios lo creó. No es necesario que fuerces tus creencias más allá de estas simples afirmaciones. ¿Acaso son tan inverosímiles que no las puedes aceptar? ¿Acaso te resulta imposible imaginar que aquello que Dios creó quedara distorsionado por tu deseo de que tu realidad fuese distinta de la que es? ¿No has visto cómo este tipo de distorsión ocurre dentro de la realidad que sí percibes? ¿Acaso no es ésta la historia del hijo o hija de talento que desperdicia todos los dones que posee al no ser consciente de ellos o al distorsionar de una manera infortunada la utilidad que podrían tener?

      9.29 Sois las hijas e hijos pródigos, invitados constantemente a regresar al hogar a recibir el abrazo acogedor de vuestro Padre.

      9.30 Piensa en tu automóvil, tu ordenador, o en cualquier otro objeto que utilices. Sin usuario, ¿tendría alguna función? ¿Sería algo? Un automóvil abandonado, sin usuario, podría convertirse en el hogar de una familia de ratones. Un ordenador podría taparse con un paño y ponérsele un tiesto encima. Alguien que no conociera su función podría atribuirle la utilidad que quisiera, mas el usuario nunca pretendería intercambiar funciones con el objeto. En un accidente, al automóvil no se le puede atribuir la culpa por los errores cometidos por su usuario. Sin embargo, en cierto modo, este intercambio de papeles es parecido a lo que has querido hacer, y es como echarle la culpa del accidente al automóvil. Has intentado cambiarte de lugar con el cuerpo al afirmar que el cuerpo te usa a ti, y no al revés. Y esto lo haces al sentirte culpable e intentar proyectar la culpa fuera de ti. “El cuerpo me obligó a hacerlo” suena como la excusa del niño con un amigo imaginario. Y al proclamar que tiene un amigo imaginario, el niño anuncia que su cuerpo no está bajo su control. ¿Qué es tu ego, sino un amigo imaginario para ti?

      9.31 Hijo de Dios, no te hace falta ningún amigo imaginario cuando a tu lado camina quien siempre es tu amigo y quien desea demostrarte que no tienes ninguna necesidad en absoluto. Aquello que verdaderamente eres no puede ser usado, ni siquiera por Dios. ¿No ves que sólo dentro de la ilusión puedes usar a otros que son como tú?

      9.32 Aprendes el concepto de usar a otros de la realidad que has construido, en la que usas el cuerpo al que llamas tu hogar y al que identificas como tu propio ser. ¿Cómo pueden el usuario y lo que se usa ser lo mismo? Esta idea disparatada convierte, aparentemente, el propósito de tu vida en el de la utilidad. Cuanto más útil sea tu cuerpo para otros y para ti, más valor le atribuyes. Han pasado eones desde el comienzo de la creación, y aún no has aprendido la lección de las aves del cielo y las flores del campo. Han pasado dos mil años desde que se te dijo que observaras esta lección. Los lirios del campo ni siembran ni cosechan, y sin embargo nada les falta. Las aves del cielo viven para cantar de alegría. Tú también.

      9.33 La voluntad de Dios para ti es la felicidad, y nunca ha sido de otro modo. La creación de Dios es para la eternidad, y en ella el tiempo no sirve para nada. El tiempo también es obra tuya, una idea de uso que se ha vuelto loca, pues una vez más has permitido que algo hecho para tu propio uso se convierta en el usuario. ¡Con tus propias manos entregas toda tu felicidad y tu poder a aquello que tú has construido! Poco importa ahora que, al hacerlo, nuevamente imitaras lo que tu memoria defectuosa te dijo que hizo tu Creador. Sólo Dios otorga el libre albedrío. Al entregar tu poder a cosas como tu cuerpo y a ideas como el tiempo, tu imitación del don del libre albedrío se sitúa en la ilusión de una forma tan errónea que eres incapaz de ver esta locura como lo que realmente es. A tu cuerpo, tu poder no le sirve de nada, y el tiempo no se hizo para la felicidad.

      9.34 El libre albedrío que Dios te concedió es lo que te ha permitido hacer lo que has querido de ti mismo y de tu mundo. Ahora contemplas este mundo con culpabilidad y lo percibes como prueba de tu naturaleza malvada. Con ello se refuerza tu creencia de que ya has cambiado demasiado como para volver a ser digno de tu verdadera herencia. Temes que también la derrocharías y la llevarías a la ruina. Lo único que tal vez conseguiría acreditar tu lugar como heredero real sería que pudieras arreglarte a ti mismo y al mundo, devolviéndolo a su condición anterior, que imaginas conocer. En este escenario, Dios se parece más a tu banquero que a tu Padre. Deseas demostrarle que eres capaz de “sacar adelante el negocio”, antes que pedirle ayuda.

      9.35 Mientras no desees ser perdonado, no sentirás el suave toque del perdón sobre ti ni sobre tu mundo. Aunque en verdad no hay ninguna necesidad de este perdón, puesto que el gran cambio que crees haber experimentado no se ha producido, tu deseo de ser perdonado es un primer paso que te aleja de la creencia de que puedes arreglar las cosas tú solo, y así ganarte el regreso al hogar de tu Padre. Estar dispuesto a ser perdonado es el paso previo a la expiación, el estado en el que permites que tus errores te sean corregidos. Dichos errores no son los pecados que consideras que has cometido, sino simplemente los errores de tu percepción. La corrección, o la expiación, te devuelve a tu estado natural, en el que se encuentra la verdadera visión, y en el que desaparecen el error y el pecado.

      9.36 Tu estado natural es el de la unión, y cada vez que te unes en una relación sagrada, recuperas algo del recuerdo de la unión. Este recuerdo de tu divinidad es lo que en verdad buscas en cada relación especial que estableces, pero tu verdadera búsqueda queda oculta por la interferencia del concepto de uso. Mientras tu corazón busca la unión, tu yo separado busca aquello que pueda usar para llenar el vacío y aliviar el terror de su separación. Lo que tu corazón busca en amor lo obtiene, pero tu yo separado pretende alejarte de ello, al convertir cada situación en un medio para servir a sus fines. Mientras la unión se vea sólo como un medio para mantener alejada la soledad, no se percibirá como aquello que verdaderamente es.

      9.37 Has puesto límites sobre todas las cosas de tu mundo, y son estos límites de utilidad los que bloquean la recuperación de tu memoria. Una relación de amor, aunque se vea como el máximo logro en lo que respecta a la intimidad que puedas alcanzar con un hermano o hermana, sigue estando limitada por el propósito que le atribuyes. Dicho de forma sencilla, su propósito es suplir una falta. Ésta es tu definición de la compleción. Lo que a ti te falta se encuentra en otra persona, y juntos alcanzáis una sensación de totalidad.

      9.38 De nuevo, esto no es