Un curso de amor. Mari Perron. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mari Perron
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789874935250
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Todo uso se fundamenta en la sencilla idea de que no tienes lo que necesitas. Seguirás creyendo que es así mientras tus lealtades permanezcan divididas. Mientras no retires toda fe de lo que has construido, creerás que sigue siendo útil para ti. Dado que esto es así, y dado que no se puede cambiar sin tu total disposición a cambiarlo –a la que todavía no has llegado–, en vez de intentar pasar por alto lo que has construido, lo usaremos de una manera nueva. Debes tener en cuenta, sin embargo, que sólo lo hacemos para ahorrar tiempo, ya que a tu verdadero Ser no le hace falta usar nada.

      9.12 Como ya hemos dicho, lo que nos es más útil ahora es tu percepción de tu corazón. Al deshacerse tus ilusiones al respecto, rápidamente se te revelará la verdad, puesto que las percepciones erróneas que mantienes sobre tu corazón están más cerca de la verdad que las otras que sostienes. Los recuerdos de tu corazón son los más fuertes y puros que existen, y tenerlos presentes ayudará a aquietar tu mente y revelar los demás.

      9.13 Por lo tanto, retornamos a cómo percibes tus emociones y todo aquello que te hace sentir. En tus sentimientos, especialmente en aquellos que no puedes nombrar, se encuentra tu conexión a todo aquello que es. Esto es útil, porque todo aquello a lo que has puesto nombre y clasificado es más difícil de desprender y llevar ante la luz. Incluso aquellos sentimientos que intentas nombrar y que hábilmente guardas en una caja en la que has puesto la etiqueta de esto o lo otro, a menudo no están dispuestos a quedarse donde tú los has puesto. Parecen traicionarte, cuando eres tú quien los traiciona al no permitirles ser lo que son. Esto podría servir de definición encapsulada de todo tu problema: no permites que nada de lo que existe en tu mundo, tú incluido, sea lo que es.

      9.14 Los sentimientos que por voluntad propia parecen rebelarse contra esta situación demente están guiados por los recuerdos que intentan revelarte la verdad. Te llaman desde un lugar que es desconocido para ti. La dificultad está en que el único ser que escucha esta llamada es tu yo separado, y en sus intentos de interpretar lo que los sentimientos quieren decir, los distorsiona, igual que a todo lo demás. Es el yo separado el que siente la compulsión de calificar los sentimientos como buenos o malos, de considerar algunos dignos de reconocimiento, y el resto dignos tan sólo de la negación, o del desprecio. Tu lenguaje es lo que ubica la emoción un paso por detrás del miedo, en tu batalla por controlar o proteger aquello que has construido.

      9.15 El miedo siempre se encuentra un paso por debajo de la superficie de una situación porque se encuentra un paso por debajo de la superficie de tu yo. Si retiras el primer nivel de lo que tus ojos te permiten observar, por debajo encontrarás el miedo, al acecho. El siguiente nivel, dependiendo de tu predisposición, es el deseo de controlar o bien el deseo de proteger. En realidad son lo mismo, aunque visten distintos rostros ante el mundo. Si, para los propósitos de nuestro diálogo, el cuerpo es el aspecto superficial de tu yo, y si por debajo de esa superficie lo primero que se encuentra es el miedo, es del miedo de donde procede todo lo demás. Ha de resultar fácil entender que no existirían los deseos de controlar ni de proteger sin esa capa de miedo que los antecede.

      9.16 El miedo, como el resto de tus emociones, se presenta de muchas maneras y recibe muchos nombres. Pero en realidad existen sólo dos emociones: una es el miedo, la otra el amor. Por tanto, el miedo es el origen de toda ilusión; el amor, el origen de la verdad.

      9.17 ¿Cómo no va a sentir miedo quien esté separado del resto? No importa en absoluto que todos aquellos que observes parezcan estar separados también. Nadie cree realmente que otro esté tan separado como lo está él mismo. Parece siempre como si los demás tuvieran aquello de lo que tú careces y estás buscando. Parece que estuvieras solo en tu fragilidad, en tu soledad y en tu falta de amor. Los demás te malinterpretan y no te conocen, y tú tampoco los entiendes a ellos.

      9.18 Esto no tiene por qué ser así, ¡pues no estáis separados! Las relaciones que buscas para acabar con tu soledad lo harán si tan sólo aprendes a ver la relación de manera diferente. Al igual que ocurre con todos tus problemas de percepción, el miedo es lo que bloquea la visión de tu corazón, la luz que el Cristo que hay en ti desea arrojar sobre la oscuridad. ¿No ves que cuando elegiste percibirte separado y solo, también optaste por el miedo? El miedo no es sino una opción, y puede ser reemplazado por otra clase de opción.

      9.19 Se ha afirmado reiteradamente que causa y efecto son una sola cosa en verdad. El mundo que ves es el efecto del miedo. Cada uno de vosotros sentiría compasión por un niño atormentado por pesadillas. El deseo más ferviente de todo padre o madre sería decirle al niño que no hay motivo alguno para el miedo, y que esto fuera verdad. La edad no os ha quitado el miedo a ninguno de vosotros, ni ha conseguido que vuestro sueño de vida deje de ser una pesadilla. Y sin embargo, te permites pocos momentos de compasión, y cuando estas escasas ocasiones se presentan, rápidamente sustituyes la compasión por cosas prácticas. Aunque tiene sentido para ti intentar disipar la pesadilla de un niño, no encuentras la manera de disipar la tuya. Escondes el miedo bajo la superficie y detrás de cada etiqueta distinta que le pones, en un intento desesperado por no verlo. Vivir con miedo es, en efecto, una maldición, e intentas convencerte de que no está presente en tu vida. Diriges la mirada hacia otros por quienes sentir compasión, hacia aquellos que viven en países devastados por la guerra o en vecindarios asolados por la violencia. “Hay motivos para tener miedo —dices— pero no aquí”.

      9.20 Ésta es la única manera que has podido encontrar para aliviar la pesadilla de una vida de miedo. Proyectas el miedo hacia fuera y lejos de ti, sin darte cuenta de que conservas aquello que proyectas. Sin darte cuenta de que los signos externos del miedo no son sino reflejos de lo que guardas dentro.

      9.21 Piensa ahora en alguien de quien consideres que vive la vida de miedo que niegas que tú mismo tienes, e imagina que puedes sacar a esa persona de ese lugar oscuro y peligroso. Tiene frío, por lo que le preparas un fuego y le das una manta cálida con la que cubrirse las rodillas. Tiene hambre y le preparas un banquete digno de un rey. La existencia de esta persona se desarrolla en la violencia que tú deseas mantener al otro lado de tu puerta, y desde tu santuario interior le das un respiro de la guerra que arrecia ahí fuera. Toda tu conducta, e incluso tus fantasías, declaran que crees que la ausencia de frío implica calor. Que la ausencia del hambre es saciedad. Que la ausencia de violencia es paz. Crees que con proporcionar estas cosas –que son lo opuesto a aquello que tú no desearías tener– has logrado mucho. Sin embargo, un buen fuego sólo calienta mientras éste se alimenta. Una comida sólo sacia hasta que se necesita la siguiente. Tu puerta cerrada sólo te mantiene a salvo mientras la frontera que marca sea respetada. Reemplazar lo temporal por lo temporal no es una solución.

      9.22 Tal vez pienses que aquello de lo cual acabo de afirmar que no es una solución es, sin embargo, precisamente lo que la Biblia te enseña a hacer. En ella constan las palabras con las que os insto a dar de comer al hambriento, a dar de beber al que tiene sed, a acoger y dar descanso al forastero. He dicho que cuando hagáis esto por otro, lo hacéis por mí. ¿Acaso crees que me puede hacer falta una comida, una taza de agua, una cama caliente? Mientras estéis atrapados en la ilusión de la necesidad, sin duda estos actos caritativos tienen algún valor, pero vuelvo a decirte que el valor es transitorio. Mis palabras te llaman a lo eterno, al alimento y al descanso del espíritu, no del cuerpo. El hecho de que centres la atención sólo en el cuidado del cuerpo es otro ejemplo de optar por reemplazar algo por lo opuesto.

      9.23 ¿Acaso no es ésta tu manera de resolver todos los problemas que se te presentan? Ves algo que no quieres e intentas reemplazarlo por lo opuesto. De esta manera, te pasas la vida luchando contra aquello que tienes y queriendo aquello que no tienes. Basta un solo ejemplo para aclarar el aprieto en el que te has situado. Sientes una carencia, y de ahí surge una necesidad. Deseas, quieres y ansías cubrir esa necesidad, creyendo realmente que no tienes lo que necesitas, por lo que te conviertes en un necesitado permanente. En consecuencia, te pasas la vida intentando satisfacer tus necesidades. Para la mayoría, este intento asume la forma de trabajo, y dedicas toda tu vida a trabajar para satisfacer tus necesidades y las de tus seres queridos. ¿Qué harías con tu vida si no tuvieras necesidades que satisfacer? ¿Qué harías con la vida si no tuvieras ningún miedo? Estas preguntas son la misma.

      9.24 El único reemplazo que podrá satisfacer tu búsqueda es el reemplazo de la ilusión por la verdad, el reemplazo del miedo