Un curso de amor. Mari Perron. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mari Perron
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789874935250
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Dios con tu esfuerzo o con tus buenas intenciones. No puedes ganar, y nunca sentirás haber ganado, la designación de ser una persona de tanto valor que merezcas todo lo que Dios daría libremente. Abandona esa idea.

      P.20 Has decidido que sabes cómo hacer buenas obras, pero que no sabes cómo hacer lo que Dios te pide. Piensas: “Si Dios me pidiera que construyera un puente, yo construiría un puente”, y esto probablemente sea cierto. Y sin embargo, no te conviertes en el puente. Rehúsas reconocer que el Cristo que hay en ti provee el puente por el cual sólo necesitas caminar para salvar la distancia entre el cielo y el infierno, entre tu ser separado y la unión con Dios, así como con todos tus hermanos y hermanas. Prefieres pensar que una buena acción aquí, un poco de caridad allí, es más importante. Prefieres abandonarte a ti mismo y ayudar a otros, sin darte cuenta de que no puedes ayudar a nadie sin antes ayudarte a ti mismo. Antepones los demás a ti mismo, porque ésta es la manera que eliges para abolir al ego y complacer a Dios. Esto no es diferente de la actitud de una buena madre que decide sacrificarse a sí misma por sus hijos, sin darse cuenta de que su sacrificio es no sólo innecesario, sino además indeseable.

      P.21 Tus buenas intenciones ni complacen ni desagradan a Dios. Él simplemente espera que vuelvas al cielo, que aceptes tu derecho de nacimiento, que seas quien eres.

      P.22 Otro motivo de fracaso se encuentra en el otro extremo del espectro: una fijación en el yo que parece generar un interés sin límite ni punto final. Si bien el perdón y la liberación de la culpa son necesarios, y si bien el reconocimiento de los dones y de aquello que conduce a la alegría es imprescindible, lo son sólo en la medida en que nos preparan para hacer una nueva elección. Un interés prolongado en uno mismo puede ser tan perjudicial como el altruismo de aquellos que intentan hacer buenas obras. En vez de conducir al conocimiento de Dios, el interés prolongado por uno mismo puede afianzar el ego aún más.

      P.23 Los buscadores son otra categoría de aquellos que, ante el precipicio, actúan como si hubieran chocado contra un muro, en lugar de encontrarse ante un puente. Es precisamente el sitio en el que te detuviste, a donde debes regresar. Aquellos que continúan buscando pueden haber dejado enseñanzas del Curso, o de una u otra tradición espiritual o religión, para luego encontrar otra, y luego incluso otra. Para quienes están decididos a buscar, siempre hay algo más que buscar, pero aquellos que encuentran deben parar para darse cuenta de lo que han encontrado, y para darse cuenta de que ya no buscan más.

      P.24 El Curso habla de paciencia infinita. Dios es paciente, pero el mundo no lo es. Dios es paciente porque Dios te ve sólo como eres. El Cristo que hay en ti es también tranquilo y siempre presente. Pero el debilitamiento que ha provocado en el ego cualquier aprendizaje que hayas hecho, ha dejado espacio para la fuerza, una fuerza que entra como por una pequeña rendija en la armadura de tu ego, una fuerza que crece y que se impacienta ante los retrasos. No es tu ego el que está impaciente por cambiar, pues tu ego está muy interesado en que las cosas permanezcan igual. Es, más bien, un espíritu de compasión que se tambalea ante el sinsentido de la miseria y el sufrimiento. Un espíritu que busca saber qué hacer; un espíritu que no cree en las respuestas que se le han dado.

      P.25 La manera de vencer el dualismo que amenaza incluso al más astuto de los aprendices es a través del Cristo que hay en ti, a través de Aquel que sabe lo que es ser el hijo de Dios, así como también sabe lo que es caminar sobre la Tierra como un hijo del hombre. Éste no es quien te auxilia, como lo es el Espíritu Santo, sino que es tu identidad. Mientras que en su momento se recurrió al Espíritu Santo para cambiar tu percepción y distinguir lo falso de lo verdadero, lo que es apropiado ahora, en este tiempo de identificación de tu Ser indiviso, es tu reconocimiento del Cristo que hay en ti.

      P.26 Hablemos de la familia de Dios, por el momento, en términos de la familia del hombre, en términos, en resumen, que reconocerás. Si bien en la familia del hombre hay muchas familias, se la llama una familia: la familia del hombre. Se la llama una especie: la especie humana. Dentro de esta familia del hombre, hay familias individuales, y entre ellas, ésa a la que llamas “tu” familia. Una familia tiene muchos miembros, pero se la llama una sola familia. Todos sus miembros descienden de los mismos ancestros, de la misma línea sanguínea. Dentro de la línea sanguínea, hay genes que portan rasgos y predisposiciones particulares. Un niño puede parecerse al hijo de otro pariente lejano, o a un pariente que vivió y murió muchos años antes. No ves nada extraño ni fuera de lugar en ello. Ésa es la naturaleza de la familia, como tú entiendes la familia. Y más allá de la naturaleza física de las familias, de las líneas sanguíneas y de los ancestros, lo que mantiene a la familia junta como unidad es el amor. La familia es, de hecho, el único lugar donde el amor incondicional se considera aceptable. Por tanto, sin importar cuán bueno se perciba a un niño, o cuán malo se perciba a otro, el amor de los padres por el hijo es el mismo. Un hijo o hija no se gana el amor que se le da, y esto también se ve como aceptable, e incluso “correcto”.

      P.27 Obviamente, la naturaleza de Dios es diferente de la naturaleza del hombre. Dios no tiene forma física y no produce descendencia física. Sin embargo, Dios tiene un hijo, una criatura, una descendencia, que debe existir en alguna forma semejante al Padre. Dentro de la historia de la raza humana hay una historia sobre la venida del hijo de Dios, Jesucristo, que nació, se hizo hombre, murió y resucitó para vivir en alguna forma distinta de la humana. Aquellos que creen la historia han aceptado que Jesús era hijo de Dios antes de nacer, mientras estuvo en la Tierra, y después de morir y resucitar. Tanto si ésta es tu creencia como si no lo es, se acerca a la verdad en una forma que puedes entender. Jesús es simplemente el vivo ejemplo, la vida que demostró lo que significa ser hijo de Dios.

      P.28 Así como hay una parte de ti que piensa que no eres digno y que estás hecho para sufrir y luchar, hay otra parte de ti que sabe que esto no es verdad. Haz memoria y recordarás que, desde la más temprana edad, has sabido que la vida no es como se supone que debería ser; que tú no eres como se supone que deberías ser. La parte de ti que se enfurece ante la injusticia, el dolor y el horror lo hace desde un lugar que no acepta, y que nunca aceptará, que así se supone que son las cosas, tanto para ti como para quienes caminan por este mundo contigo. Y sin embargo, tu historia, en la que tanto crees, te dirá que el mundo siempre ha sido así y que no hay escapatoria. En un mundo así, la pregunta no debería ser por qué tantos se quitan la vida, sino por qué lo hacen tan pocos.

      P.29 Hay muchas formas de dolor y horror, desde la enfermedad física hasta la tortura, pasando por la pérdida del amor, y en medio de estos acontecimientos espantosos está la vida igualmente angustiosa de los que no tienen propósito, para quienes las horas pasan sin fin en el trabajo, lo cual es el coste de vuestra supervivencia aquí. Incluso aquellos que han estudiado mucho y que han aprendido las lecciones del Curso bien, dejan a un lado, desatendidos, su aprendizaje y sus enseñanzas mientras se ganan la vida, hasta que el polvo acumulado sobre el Curso lo oculta de su vista. Éste es el coste de volver atrás cuando el cielo estaba al alcance, el coste de continuar creyendo en las leyes del mundo que gobiernan la supervivencia del cuerpo. Éste es el camino de aquellos que saben que no es así como debería ser, pero que luego dudan de lo que saben. “¡Así ha sido siempre!”, gritan. Se lamentan de ver un único mundo real, mientras el cielo espera tan sólo un poco más allá de su voluntad de proseguir.

      P.30 Eres la creación semejante a tu Padre, y la familia del hombre es semejante a la familia de Dios. Así como los niños crecen en tu “mundo real” y dejan sus familias, se separan de sus familias para comenzar sus “propias” vidas, así has hecho tú como parte de la familia de Dios. En la familia humana, la separación e independencia que llegan con la edad son vistas como el modo en que las cosas deben ser, y sin embargo un regreso a la “familia de origen” también es visto como natural. Los hijos se van por un tiempo, deseosos de afirmar su independencia, para luego volver. El regreso es símbolo de madurez, aceptación, y a menudo también de perdón.

      P.31 ¿Qué significa creer en Dios? Reconoces que no puedes conocer a Dios del mismo modo en que conoces a otro ser humano, y sin embargo sigues buscando este tipo de conocimiento. Incluso con otro ser humano, saber qué representa, cuál es su verdad, qué reglas obedece, cómo piensa y cómo lo que piensa se alinea con lo que hace es la esencia de conocerlo. Dios te dio la Palabra para conocerlo a través de ella. Dios te dio la Palabra hecha carne como un