Un curso de amor. Mari Perron. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mari Perron
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789874935250
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esperanza habría de acabar con el sufrimiento? ¿Qué luz habría en el universo que pudiera poner fin a la oscuridad?

      2.13 Invierte este pensamiento y observa si así tiene más sentido. En este escenario, un Dios benévolo y amoroso, que ha extendido su Ser en la creación del universo, de algún modo se las ha arreglado para extender lo que no es de Él, ha creado lo que en nada se asemeja a Su Ser. ¿Intentarías, incluso tú, tamaño disparate? ¿Acaso concebirías lo inconcebible?

      2.14 Entonces, ¿qué respuesta nos queda, salvo que no ves la realidad tal como es? ¿Qué beneficio te aporta el verla incorrectamente? ¿Qué riesgo hay en intentar verla de otra manera? ¿Qué sería un mundo sin miseria sino el cielo?

      2.15 No recurras a figuras del pasado para que, trascendiendo las ilusiones, te muestren el camino al presente. Busca, dentro de ti, al que en ti conoce el camino. Cristo está dentro de ti y tú descansas dentro de Dios. Prometí que nunca te abandonaría ni te dejaría desamparado. El Espíritu Santo ha apaciguado tu mente agitada en la medida en que se lo has permitido. Ahora permite que yo apacigüe la agitación de tu corazón.

      2.16 No has alcanzado el grado suficiente de inversión de tu pensamiento, porque de otra manera tu corazón no seguiría agitado. La inversión no se ha producido porque separas mente y corazón, y crees que puedes implicar a una sin implicar al otro. Crees que conocer con la mente es un proceso de aprendizaje, independiente de todo lo demás que eres. Así, puedes saber sin que ese saber sea quien eres. Crees que puedes amar sin que el amor sea quien eres. No hay nada independiente de tu ser. No hay nada que se mantenga separado. Todos tus intentos de mantener las cosas separadas son sólo la recreación de la separación original, obrada para convencerte de que la separación realmente ocurrió.

      2.17 No estás separado ni estás solo. Al oír estas palabras, tu corazón se regocija y tu mente se rebela. Tu mente se rebela porque es el baluarte del ego. Tu sistema de pensamiento es lo que ha fabricado el mundo que ves; el ego, su compañero fiel en la construcción del mismo.

      2.18 Y sin embargo, tu mente también se regocijaba con el aprendizaje de todas las enseñanzas que te han traído hasta aquí, felicitándose por una hazaña que le ha dado descanso. Es desde este descanso desde donde el corazón empieza a hacerse oír.

      2.19 Así como el Espíritu Santo puede utilizar lo que el ego ha fabricado, el ego puede utilizar lo que la mente ha aprendido, sin haber integrado. Mientras no llegues a ser lo que has aprendido, dejas espacio para las maquinaciones del ego. Una vez que te hayas convertido en lo que has aprendido, el ego se queda sin el espacio vital que le permite existir y, expulsado del hogar que habías fabricado para él, lentamente muere. Hasta ese momento, el ego se enorgullece de lo que la mente ha adquirido, incluso se alegra de que tu aprendizaje te haya aportado mayor paz y satisfacción. Ello le permite verse –y de hecho se ve– como mejor, más fuerte, más capacitado para el éxito mundano. Pretende aprovechar todo lo que has aprendido para sus propios propósitos y darte una palmada en la espalda por tus nuevas capacidades. Si no lo vigilas, incluso puede parecer que se ha hecho más fuerte, y más feroz en sus críticas. Pretende elevar el listón de las exigencias para así utilizar lo que has aprendido con el fin de incrementar tu sensación de culpa. De esta manera, va ganando batallas cotidianas con el propósito de empujarte hacia la abdicación, el día en que finalmente te rindas y admitas la derrota. Cuestiona tu derecho a la felicidad, al amor y a los milagros, y sólo busca llevarte a proclamar que vivir con esas fantasías no sirve para nada, y que eso jamás será posible aquí.

      2.20 Con valentía has entrado en este campo de batalla. La guerra se libra día y noche, y estás fatigado. Tu corazón pide a gritos consuelo, y sus gritos no pasan inadvertidos. La ayuda está aquí.

      2.21 No creas que todo lo que has aprendido no va a cumplir el propósito para el que te fue dado. No creas ni en tu fracaso ni en el triunfo del ego. Todo lo que has aprendido permanece contigo, con independencia de cómo percibes el resultado de tu aprendizaje. Tu percepción de un resultado que esté bajo tu control es lo único que hay que cambiar. Recuerda que causa y efecto son una sola cosa. Lo que quieres aprender, no puedes dejar de aprenderlo.

      2.22 Empezaremos trabajando en un estado de neutralidad, en el que la guerra ya no se libra y las batallas diarias cesan. Quién gana y quién pierde no nos concierne aquí. Aún no ha llegado la paz, pero la bandera blanca de la rendición se ha agitado y se ha dejado caer en suelo santificado, donde la neutralidad reinará durante un breve tiempo, antes de que estalle la paz con alegre regocijo.

      2.23 No hay botín que atesorar. En esta guerra no hay vencedores. Todo lo que se ha aprendido y vuelto a aprender es que esto es lo que no deseas. La libertad de regresar a casa, lejos de los gritos de agonía, derrota y vanagloria, es ahora lo único que se busca. En un estado de neutralidad es donde comienza el regreso. Quizás los ejércitos aún no estén marchando a casa, pero se están preparando para hacerlo.

      CAPÍTULO 3

      3.1 El amor es. Enseña por el mero hecho de ser lo que es. No hace nada. No se esfuerza. No triunfa ni fracasa. No está vivo ni muerto, por lo que siempre ha sido y siempre será. No es algo específico del ser humano. Es en relación con todo. Todo con todo.

      3.2 De la misma manera que el verdadero conocimiento no se puede aprender, el amor no se puede aprender, ni tú tampoco puedes ser aprendido. Todo lo que deseas y no puedes aprender ya está consumado. Está consumado en ti. Es lo que eres. Imagina el océano o el guepardo, el sol o la luna, o incluso el mismo Dios intentando aprender lo que son. Son lo mismo que tú. Todos existen dentro de ti. Tú eres el mismo universo.

      3.3 Es un universo compartido, sin divisiones. No hay secciones, ni partes; no hay dentro ni fuera; no hay sueños ni ilusiones que puedan escapar o esconderse, desaparecer o dejar de ser. No hay ninguna condición humana que no exista en todos los seres humanos. Es completamente imposible que uno tenga lo que otro no tiene. Todo es compartido. Esto siempre ha sido verdad, y siempre lo será. La verdad es la verdad. No hay grados de verdad.

      3.4 Tú no eres forma, ni tampoco lo es tu mundo real. Buscas el rostro de Dios en la forma, así como buscas el amor en la forma. Tanto el amor como Dios se encuentran ahí, pero no son la forma que ven los ojos de tu cuerpo. Del mismo modo que las palabras que ves en esta página son sólo símbolos de un significado que trasciende en mucho lo que los símbolos pueden sugerir, así también es todo aquello y son todos aquellos que hay a tu alrededor, tanto aquellos que ves como aquellos que tan sólo puedes imaginar. Buscar el “rostro” de Dios, incluso en la forma de Cristo, es buscar lo que por siempre es sin forma. Alcanzar la verdadera visión es empezar a ver lo que no tiene forma. Empezar a ver lo que no tiene forma es empezar a comprender lo que eres.

      3.5 Todo lo que ahora ves son sólo símbolos de lo que en realidad tienes ante ti, en una gloria que trasciende tus imaginaciones más profundas. Sin embargo, persistes en desear únicamente lo que tus ojos pueden ver y tus manos pueden sostener. Llamas a estas cosas “reales”; y a todo lo demás, “irreal”. Puedes cerrar los ojos y creer que estás en la oscuridad, pero no creerás que ya no eres real. Cierra los ojos a todo lo que te has acostumbrado a ver. Y verás la luz.

      3.6 En la luz que llega únicamente a los ojos que ya no ven, encontrarás al Cristo que reside en ti. En Jesucristo, el Hijo de Dios se convirtió en el hijo del hombre. Él caminó por el mundo con un rostro muy parecido al tuyo, con un cuerpo con dos piernas y dos brazos, diez dedos en las manos y diez en los pies. Y sin embargo, sabes que ése no era Jesús, ni tampoco es ésa una imagen de Cristo. Jesús puso un rostro al amor, así como lo haces tú aquí. Pero el amor no se adhirió a la forma diciendo: “Esto es lo que soy”. ¿Cómo puede algo tener una forma, excepto en símbolos? Un escudo familiar, una sortija materna, una alianza matrimonial, son lo mismo: la representación de lo que simbolizan en la forma.

      3.7 No existe ninguna forma que no sea así. Una forma es tan sólo una representación. Ves un millar de formas cada día con nombres distintos y funciones diferentes, y no piensas que son todas lo mismo. Atribuyes un valor a cada una a partir de su utilidad o su aspecto agradable, su popularidad o su reputación. Sitúas a cada una en relación contigo, por lo que ni