Un curso de amor. Mari Perron. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mari Perron
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789874935250
Скачать книгу
Curso completo”, porque llevaba a error, ya que la edición contenía únicamente el Libro I (El Curso).

      Una vez publicado el libro, Mari no se sentía llamada a hacer algo concreto con él. “Me sentía llamada a estar en soledad, y esa fue la forma de vida que adopté durante la mayor parte de los dos años siguientes”. Así, desde fuera, puede parecer poco probable que Jesús eligiera a una persona como Mari para transmitir su mensaje monumental al mundo. Sin embargo, cuando la editorial New World Library decidió no editar los otros tomos, Mari no tardó en hacerlos accesibles por su cuenta.

      Mari fue difundiendo los Tratados y los Diálogos. En 2003, mientras trabajaba en estos volúmenes, recibió un mensaje adicional: “El aprendizaje en el tiempo de Cristo”, de la misma manera que el resto del material. En él, se preveía la existencia en el futuro de grupos de diálogo, y su claro propósito era servir de ayuda tanto para las personas que estudiarían este Curso en grupo como para las que lo harían en soledad. Dicho mensaje se presenta en esta obra dividido en tres apartados –I, II y III-: precediendo al Curso, a los Tratados y a los Diálogos. Por otro lado, el texto titulado “Diálogo desvelado”, recibido por Mari en 2002, se presenta a continuación de los Diálogos.

      Finalmente, cuando se agotó el denominado Curso completo, al dejar la editorial New World Library de imprimir nuevos ejemplares, Mari se dispuso a publicar por sí misma los tres tomos como serie coherente. Una vez más, mientras preparaba los textos, el día de San Valentín de 2006, recibió un nuevo mensaje, cuya intención evidente era la de servir de introducción a este Curso. Es el texto que se incluye en la presente edición como “Introducción”.

      Incluso como editora, Mari no se inclinaba naturalmente a hacer campaña a favor de Un curso de amor, aunque se tomó muy en serio el mensaje de que “la única forma de ser quienes sois es compartir quienes sois” (C:31.17). Decidió que no sólo estaba dispuesta a pedir, a escuchar y a transcribir, sino también a compartir, y no sólo las bellas palabras reconfortantes de Jesús. Mari comparte su propia humanidad, sus retos y sus luchas como madre, su falta de recursos, los problemas de adicción en el seno de su familia, y una perspectiva sobre la sanación que no es una visión sentimental del amor ni de la vida. En su blog, en sus libros y en su abundante correspondencia privada, Mari habla de la aceptación que el amor puede traer a aquellos que tienen pasados “imperfectos” y de cómo “conocer y ser conocido” puede convidar a la justicia, la igualdad y la dignidad, además de a la paz.

      En la primera impresión de los tres libros de este Curso, Mari escribió lo siguiente como prólogo:

      En Un curso de amor, al igual que en Un curso de milagros, Jesús dice que el amor no se puede enseñar. Algo que no se puede enseñar es un misterio. Estos mensajes de Jesús son, al mismo tiempo, misterio y revelación de misterio.

      En 1998, mientras leía Un curso de milagros y buscaba la llamada de mi propio corazón, oí una Voz que me decía que recibiría un nuevo curso de milagros. Es fácil imaginarse que mi función en este misterio –el hecho de que este curso de amor me llegara y se transmitiera a través de mí– planteaba una serie de dudas.

      ¿Cómo sucedía? ¿Qué hacía que esta guía fuera posible? ¿Qué sensaciones me producía? ¿Qué era lo que en realidad experimentaba?

      Recibir a Jesús y su guía era fácil. Me encantaban la relación y el proceso por medio del cual yo escribía. Las palabras surgían desde dentro, más o menos como pensamientos que yo no pensaba. Este proceso de escritura duró tres años. Fue un trabajo sin esfuerzo, sin complejidad, asombroso.

      Aun así, añadí un elemento de dificultad, que quiero compartir para que quien lea estas palabras no tenga que pasar por el mismo sufrimiento innecesario.

      Dicha dificultad surgía cuando ya se había acabado la escritura del día. Era entonces cuando empezaba a pensar en ello, y al hacerlo me sentía abrumada. Mi mente se esforzaba por comprender lo que estaba ocurriendo, e incluso lo que se estaba diciendo, y le invadía una dolorosa frustración al no conseguirlo. Mi mente era incapaz de aceptar la novedosa experiencia. No la comprendía, era incapaz de explicarla, y tampoco tenía nada con qué compararla.

      Mis sentimientos tampoco salieron mejor parados. En cuanto me apartaba del trabajo que estaba realizando, me sentía como un peón en un iceberg envuelto en la inmensidad. Me sentía rodeada de la fuerza más poderosa del universo, como si me encontrara en el ojo de un huracán.

      Y sin embargo, allí estaba, sentada ante el escritorio, a un solo momento de la cena. Me resultaba difícil creer que seguía siendo capaz de comer. Al escuchar el sonido de la televisión o del teléfono, me encontraba de vuelta del iceberg en el espacio de un nanosegundo. El cambio de ambiente era tan fuerte que sentía que me mataría.

      Así de extremo era el contraste entre la unión y la separación. Sabía que no podía seguir sintiendo la unión únicamente cuando estaba realizando el trabajo. No podía seguir sintiéndome abatida en cuanto paraba. Sabía que Jesús no me abandonaba cuando yo dejaba el escritorio, y sin embargo no me sentía capaz de extender mi conciencia de la unión mucho más allá de los límites físicos del mueble.

      No por ello dejaba de intentarlo. Creía que si me esforzaba lo suficiente, podría aprender a hacerlo. Si tan sólo fuera capaz de alcanzar un entendimiento claro, de comprender definitivamente lo que estaba ocurriendo, entonces “lo conseguiría”. Podría “alcanzar” la unión. Persistía en simular que ésta era como otras experiencias de las que había aprendido y que había aprendido a reproducir, experiencias de las que siempre había tomado distancia, observándolas desde la perspectiva de una mente, o de un ser.

      No fue por medio del esfuerzo de mi mente, sino a través de la quietud mental, como al final llegué a darme cuenta de que no era una cualidad milagrosa del “trabajo” lo que hacía que la unión fuera posible y la separación intolerable. La unión era lo que surgía de forma natural cuando se despejaban los obstáculos que me impedían experimentar la presencia del amor. Esto es lo que ocurría mientras recibía el Curso. La barrera de mis pensamientos separados se esfumaba y Jesús estaba conmigo sin ser “distinto de mí”. Estábamos en relación sin estar separados.

      Al darme cuenta de esto, supe que podía experimentar la unicidad en la vida, que había tenido estas experiencias en el pasado, y que las sigo teniendo. Lo que pasa es que no eran experiencias de la mente pensante.

      Sólo después de una experiencia así era cuando me llegaba la percepción consciente de que “algo había ocurrido”. Entonces pensaba: “Oh, Dios mío, eso ha sido inmenso. Quiero volver a tenerlo”. Y una vez más retomaba el trabajo de darme cuenta de que la unidad no era algo que podía “tener”, y que es quien soy cuando no estoy siendo “otra” para mí misma, cuando no estoy siendo separada.

      Cuando pienso, estoy presente para esta “otra” que es el ser que creo que soy. “Ella” está ahí entre mis pensamientos, al igual que cualquier otra persona, cosa o situación que ocupa espacio en mi mente. No estoy a solas con Dios ni estoy en unidad.

      Tener un “yo”, y todo lo que no es “yo”, es la manera de pensar. Éste no es el camino del corazón al que nos llama Jesús. Este Curso (Libro I) concluye diciendo: “No pienses” (C:32.4).

      Pasar de la experiencia de la separación a la experiencia de la unión es experimentar el poder de Dios y la fuerza del amor. Es una experiencia impensable.

      Jesús dice: “Empieza con esta idea: la de abrirte a la posibilidad de que una verdad nueva sea revelada a tu corazón, que espera. Sostén en tu corazón la idea de que mientras lees estas palabras –y cuando hayas terminado de leerlas– su veracidad te será revelada. Permite que tu corazón se abra a una nueva clase de prueba de lo que constituye la verdad” (C:7.23).

      Este Curso es una revelación, y también lo es la nueva forma de conocimiento a la que invita. Al recibir el Curso, yo recibía revelación. Al pensar en ello, bloqueaba mi capacidad de reconocer