Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas. Luis Carlos Villamil Jiménez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Carlos Villamil Jiménez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Медицина
Год издания: 0
isbn: 9789585400740
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por Louis Pasteur y Robert Koch, a finales del siglo XIX.

      Este médico se graduó con la tesis titualda “La inspección sanitaria de las carnes”, dirigida por el Dr. Vericel. Por aquellos días, aparte de los experimentos emprendidos por Vericel, el empleo del microscopio y de los métodos de laboratorio como complemento de la medicina, eran en la práctica desconocidos en Colombia; por esa época, los médicos tradicionales formados en la clínica desconfiaban del laboratorio. Lleras contribuyó, de manera significativa, a establecer la medicina moderna, pues estaba familiarizado con los procedimientos y metodologías aprendidas de Vericel (Obregón, 2004).

      Invirtió sus ahorros en la importación de un moderno microscopio con platina, aparato de iluminación, y tornillo de enfoque rápido y lento. Provisto de los conocimientos adquiridos en la Escuela de Veterinaria y de este magnífico instrumento, fundó en 1906 un laboratorio que se convirtió en eficaz auxiliar para los médicos que habían estudiado en Europa las nuevas concepciones de la práctica médica y el apoyo del laboratorio (Espinosa, 1998; Obregón, 2004). Sanmartín (1986) comenta al respecto lo siguiente:

      Su laboratorio particular, el primero que hubo entre nosotros para estudios bacteriológicos, jugó un papel importante pues a él acudían los médicos en busca de orientación y ayuda para un mejor ejercicio de su profesión. En una época cuando estuvieron en boga las vacunas bacterianas, fuimos muchos de mi generación los que acudimos al Dr. Lleras, quien nos tomaba una muestra de aquellas tenaces piodermitis de la adolescencia, para entregarnos a los pocos días la ansiada autovacuna. (p. 35)

      La investigación se iniciaba con un sesgo etiologista, el interés se centraba en la búsqueda de agentes de enfermedad, los cazadores de microbios (bacterias, insectos y parásitos) se dedicaban a dicha labor, tuvieron amplio reconocimiento profesional y social; pero en ese discurrir, pasaba desapercibida la correlación con el territorio, el clima, la alimentación, la calidad de las viviendas y las diversas interacciones entre el ambiente, los humanos y los animales. Avanzábamos en el aislamiento de agentes, pero poco en las relaciones de los mismos con las poblaciones, los servicios sanitarios y el ambiente.

      De acuerdo con Obregón (2004), en 1906 se presentó una epidemia en el ganado, a la cual Lleras hizo frente: publicó varios artículos en la Revista Nacional de Agricultura en los que señaló que se trataba de una fiebre carbunclosa o carbón, la misma enfermedad que había causado la epidemia en los bovinos de la sabana de Bogotá en 1869, similar a la descrita por Davaine desde 1850. Pero los ganaderos no compartían esa opinión e insistían en la llamada ranilla. El profesor Lleras, en compañía del médico y bacteriólogo Roberto Franco, investigó a fondo el caso. Documentó y comprobó la distinción entre carbón sintomático y fiebre carbunclosa, y describió la bacteria específica que correspondía a cada una de estas enfermedades. Con este aporte fue recibido como miembro de número de la Academia Nacional de Medicina en 1907.

      Estableció que la tierra donde había ganado enfermo de carbón estaba también infestada. Por tanto, recomendó la cremación obligatoria de cadáveres, lo que atenuó la virulencia del agente, y produjo vacunas que resultaron más activas y eficaces que las importadas.

      Asimismo analizó la calidad bacteriológica del agua de Bogotá: estudió los hematozoarios de los bovinos; la presencia del bacilo de Koch en la orina; combatió una plaga de langosta que, por ese entonces, afectaba el territorio colombiano causando estragos en las zonas agrícolas y ganaderas; realizó aportes al diagnóstico de la peste desde la perspectiva del laboratorio; incursionó en la indagación del efecto en el tratamiento del tabes (neuropatía sifilítica), empleando el suero salvarsanizado, y también afrontó la epidemia de enterocolitis que se presentó entre los niños en Bogotá. La producción de vacunas y sueros hiperinmunes constituyen otro de sus aportes. Fue el profesor de bacteriología en la Facultad de Medicina, la cual lo nombró profesor honorario (Obregón, 2004).

      Entre 1913 y 1914 se presentó en Santa Marta una enfermedad infecciosa de elevada mortandad, cuyas características clínicas hicieron pensar a los médicos locales que se trataba de peste. Se declaró el estado de alerta, pero luego se afirmó que no se trataba de esta enfermedad. Un bacteriólogo norteamericano, contratado por la compañía bananera United Fruit Company, estuvo treinta horas en la zona bananera y diagnosticó neumonía. Sin embargo, algunos médicos locales dudaron de este diagnóstico. Federico Lleras recibió, para confirmación por su laboratorio, muestras de los enfermos, y descubrió que se trataba de peste bubónica. Publicó un artículo en el cual describía cuidadosamente el bacilo de la peste, identificado por Shibasaburo Kitasato y Alexandre Yersin en 1894, y los detalles técnicos para su observación y cultivo, con el fin de realizar un diagnóstico bacteriológico correcto. Se había dado el paso de entender las epidemias a través de los fantasmas de los miasmas deletéreos al conocimiento de los agentes; la era microbiológica estaba en el pensamiento tanto de los médicos como de los veterinarios (Obregón, 1998):

      Lleras era un devoto pasteriano; como veterinario, no podía tratar pacientes de lepra, pero como bacteriólogo, era consciente del significado potencial de lograr el cultivo del bacilo de Hansen, como meta para producir una vacuna. Como veterinario, Lleras estaba condenado a producir vacunas contra el carbón (ántrax) en su laboratorio privado y a prácticas clínicas rutinarias, ya que este era uno de los pocos laboratorios privados de Bogotá. Pero como bacteriólogo, un mundo de posibilidades fascinantes que incluían contactos con la comunidad científica internacional y gloria nacional, se abrían para el entusiasta pasteriano, convencido de que la profilaxis de la lepra estaba determinada por la bacteriología. (Obregón, 2002, p. 288)

      Gran parte de su vida la dedicó a buscar el método para el cultivo del bacilo de la lepra. El 16 de agosto de 1934, el recién posesionado presidente Alfonso López Pumarejo creó el Laboratorio Central de Investigaciones de la Lepra (hoy Instituto Dermatológico Federico Lleras Acosta) y encargó a Lleras de su dirección.

      “Correspondió a Vericel introducir la bacteriología a Colombia y a su discípulo Federico Lleras asentarla sobre bases firmes y acreditarla definitivamente como rama de la medicina” (Sanmartín, 1986).

      Murió en Marsella, Francia, el 18 de marzo de 1938, cuando se dirigía al Congreso de Leprología del Cairo, acompañado por dos de sus hijas; por ese entonces Carlos Lleras Restrepo (uno de sus hijos) era ya un importante político (Jiménez, 1938; Obregón, 2002, 2004).

      La imagen que Lleras se había hecho de sí mismo jugó un papel importante. No por azar los discursos pronunciados en sus funerales lo comparaban con Pasteur: científico y patriota, santo y sabio, soldado de la ciencia, apasionado por la verdad, fueron algunas de las cualidades que se le atribuyeron. Lleras pretendía, quizás como la mayoría de los científicos de su tiempo, imitar a Pasteur. Aun su enfermedad, que le obligaba a usar un cuello ortopédico, lo asemejaba al investigador francés que padecía de hemiplejía. También su espíritu polémico, la obsesión por servir a su patria, su catolicismo y la convicción de poseer la verdad, le hacían semejante al famoso químico. Como él, también Lleras fue Caballero de la Legión de Honor. El 14 de julio de 1923, con motivo de la inauguración de un monumento a Pasteur en Bogotá, Lleras había afirmado: “Pasteur amó siempre la verdad, y por defender sus convicciones hubiera ido hasta el sacrificio”. Esto fue justamente lo que hizo Lleras. Prefirió morir antes que verse derrotado. (Obregón, 2005, p. 288)

      El Parque de Vacunación, la preparación de la vacuna contra la viruela

      Jorge Lleras Parra fue otro de los discípulos brillantes de Vericel, cuyos aportes al conocimiento y su papel en la prevención y el control de la viruela humana fueron excepcionales. A partir de 1897, sobre la base de su formación en la Escuela de Veterinaria y con el apoyo de su maestro, inició la producción de la vacuna antivariólica en un rudimentario laboratorio. Según señala Salamanca (2004):

      Gracias a su calidad científica, a su tesón y a su entrega a la lucha contra la viruela, uno de los males más mortíferos en la historia de la humanidad, durante la primera mitad del siglo XX, Colombia se abasteció suficientemente de una vacuna de excelente calidad, con la que se inmunizó a poblaciones de distintas regiones del país. De esta manera, nuestro país se comprometió de manera temprana en la erradicación de la enfermedad, meta lograda