Antología de Juan Calvino. Leopoldo Cervantes-Ortiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Leopoldo Cervantes-Ortiz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417131579
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y relación de unidad con otros semejantes. Y esto nos llevaría a consolidar la identidad de lo presbiteriano con el propósito de contribuir a la universalidad de lo cristiano de esta tensión entre la identidad propia y la identidad de los demás resulta una dinámica muy fructífera que el cristianismo moderno necesita urgentemente para cumplir cabalmente su misión histórica para con el mundo.

      II. Tres rasgos para reflexionar

      Ante la imposibilidad de explorar ampliamente la herencia calvinista, en este espacio nos limitaremos a tres rasgos prominentes en ella. No son los únicos, por supuesto, ni son, tal vez, los más sobresalientes, pero forman parte importante de lo que ha integrado la personalidad reformada a través del tiempo. Aquí los mencionamos para compararlos con nuestra realidad eclesiástica inmediata, es decir, con la Iglesia presbiteriana en México.

      Primeramente hay que hacer referencia a una expresión que describe de manera muy general a la Iglesia presbiteriana. La expresión proviene de El sentido presbiteriano de la vida, importante e inspirador libro de Juan A. Mackay, a quien ya hemos mencionado. Él llama a la Iglesia presbiteriana: “Un pueblo con mentalidad teológica”. Yo quiero comentar dos cosas contenidas en esta expresión. Por un lado se hace referencia a un profundo sentido de espiritualidad del presbiteriano que encuentra la existencia toda sometida bajo la providencial dirección divina, razón por la cual toda experiencia encuentra su sentido y razón de ser en Dios. Para Calvino, como para el calvinista, Dios es la fuente última de la vida y de la historia y, por tanto, en Él reside la explicación única y profunda de todo cuanto acontece. Por encima, por detrás y por debajo de la experiencia humana, el calvinista encuentra una sabia, bondadosa y soberana voluntad divina que le mueve a confiar y a referir todo a Dios. Por otro lado, esa mentalidad teológica tiene una referencia intelectual. El presbiteriano ha aprendido a “amar a Dios con la cabeza”, en un ejercicio disciplinado de sus facultades intelectuales puestas al servicio del conocimiento de Dios mediante el estudio serio, sistemático y profundo de las Escrituras, las ciencias humanas y la realidad circundante.

      Calvino fue un hombre que pensaba en grande. Erasmo de Rotterdam lo consideró el hombre más ilustrado de su época. Por indicaciones familiares, Calvino estudió teología. Posteriormente, también en obediencia a su padre, estudió derecho. Éstas eran las dos grandes profesiones de la época. Pero luego de que murió su padre, Calvino se dedicó a lo que más le atraía realmente, las letras. Se unió al movimiento humanista y pronto destacó como notable literato y erudito humanista. Siendo el humanismo el movimiento intelectual más importante de la época, puso a Calvino en contacto con la más sobresaliente educación. Todo esto influyó en su posterior ministerio en la Reforma tanto en Francia como en Ginebra.

      El humanismo lo puso en contacto directo con las letras clásicas; entre éstas se contaban las Escrituras judías y las cristianas. Esto fue suficiente. En la Biblia aprendió a conocer realmente a Dios. Agregado esto a sus estudios formales de teología y a los constantes juicios y ejecuciones públicas de hugonotes (protestantes franceses) que seguramente Calvino presenciaba en las plazas de París viéndolos morir valerosa y cristianamente en la hoguera, llevó finalmente a Calvino a abrazar plenamente la Reforma y a convertirse en indiscutible teólogo del movimiento.

      Todo ese rico instrumental cultural, científico, literario y teológico se advirtió de inmediato en los escritos, las conferencias y las iniciativas pastorales de Calvino. Con reciedumbre y solidez imprimió a la Reforma en Ginebra el sello de su grandeza teológica. Desde entonces, la herencia reformada se precia de ser seria, disciplinada y profundamente teológica. A esto hay que agregar que Calvino se dedicó desde el principio a la enseñanza y fundó la Academia de Ginebra, origen de la famosa Universidad del lugar. Ahí, junto con la exégesis bíblica y la teología, se enseñaban las ciencias, las matemáticas o el arte, pues el estudio de todas estas esferas es parte de la verdad que fluye de Dios el Creador. Habla que conocer seriamente el mundo, que no es otra cosa que el “escenario de la gloria de Dios”. Así, el estudio científico en general iba de la mano del estudio teológico y en nada se diferenciaba de él, ambos nos encaminan en el conocimiento de Dios y de sus obras, ambos, entonces, son parte de la educación teológica y del entrenamiento para el ministerio cristiano.

      Necesitamos, empero, preguntarnos si toda esta rica herencia teológica de la tradición calvinista es parte de nuestro actual acontecer eclesiástico. ¿Representamos nosotros también a un pueblo con mentalidad teológica?

      Aunque encontramos abundantes evidencias de esta mentalidad teológica entre nuestro pueblo, no podemos dar una contestación afirmativa categórica a la pregunta sin antes valorar algunos hechos comunes entre nosotros. Que un buen número de nuestros hermanos manifiesta un sólido conocimiento de las Escrituras y de la doctrina reformada es un hecho evidente. En casi todas nuestras congregaciones encontramos hermanos que encaran este rasgo peculiarmente reformado. Sin embargo, también advertimos un amplio sector de nuestra feligresía, tal vez mayoritario, que no estudia a fondo la Palabra de Dios y mucho menos se preocupa por ampliar sus lecturas y estudios en la vertiente calvinista. En ocasiones parece haber congregaciones enteras más bien orientadas e influidas por el espíritu de la superficialidad de nuestra época, preocupadas más por fomentar valores de clase media (búsqueda de la prosperidad material y del prestigio social) que por estudiar seriamente la Escritura y explorar la fe cristiana. Este tipo de “aburguesamiento” es contrario al espíritu del calvinismo y deteriora la seria estirpe de su mentalidad dirigida e iluminada por el escrutinio continuo de la revelación y de la historia contemporánea.

      En ocasiones hemos visto aun ministros impidiendo el estudio serio de la teología o de otras ramas del saber humano por temor de enfrentar la verdad, o tal vez, por temor a perder su influencia o su poder. Semejante glorificación de la ignorancia es definitivamente ajena a la herencia reformada y razón de muchos temores y atrasos en la tarea teológica de nuestra iglesia. Esto incluye la pobre preparación que algunas veces se da a los ministros y las improvisaciones religiosas que en ocasiones se pueden observar en la vida de las iglesias, en la predicación, en la educación y en otras esferas de nuestra vida eclesiástica en general.

      Dentro de este mismo ámbito se debe señalar el hecho de la popularidad de ciertas corrientes religiosas de muy escaso valor teológico y que, sin embargo, han arraigado mucho en nuestras congregaciones. El “dispensacionalismo” se ha vuelto popular a través de las notas preparadas por el señor Scofield, que se han agregado a una versión de la Biblia que se cuenta entre las que más ventas logran entre hermanos evangélicos. La interpretación que el dispensacionalismo hace de la Sagrada Escritura no solamente difiere radicalmente de la enseñanza calvinista sino que, además, ejerce extrema violencia sobre el texto bíblico y distorsiona la revelación. No obstante, para muchos hermanos, las descarriadas nociones dispensacionalistas son tenidas casi en tanta estima como la misma Palabra de Dios y constituyen la doctrina oficial de algunos presbiterianos. Eso es lamentable. En parte se debe al excesivo sensacionalismo de sus interpretaciones escatológicas. La escatoficción es mucho más apelante al espíritu superficial de muchos de nosotros, que al estudio sereno, menos espectacular y especulativo, pero más sólido del presbiterianismo.

      De modo que en estas áreas, la iglesia presbiteriana aún debe aprender mucho y aprovecharse mejor de su herencia reformada.

      Pasemos al segundo rasgo seleccionado para nuestro comentario de esta ocasión. Se trata de la amplitud de la visión teológica del calvinismo. Fuertemente impactado por el mensaje escritural que abarca la totalidad de la experiencia humana y que se refiere a cada esfera de la vida no sólo la espiritual y religiosa, sino también la material, ya sea económica, política, moral, artística, social, laboral, vocacional, etcétera, el calvinismo, fiel al Dios revelado en las Escrituras y a su voluntad soberana, ha dado cabida dentro de su sistema teológico también a la totalidad de la experiencia humana.

      El calvinismo nunca desdeñó la reflexión y el estudio y la discusión de todo tipo de temas relacionados con la experiencia humana. A pesar de que la Reforma surgió en relación con la discusión de un tema específicamente religioso y se concentró en la noción protestante por excelencia: la justificación por la fe, Calvino fue mucho más allá y desarrolló la doctrina de las vocaciones diarias de la vida, según la cual toda esfera de actividad humana es santificada