Antología de Juan Calvino. Leopoldo Cervantes-Ortiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Leopoldo Cervantes-Ortiz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417131579
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fue verdad incluso si, continúa Hodge, los políticos no silencian a los representantes de la Iglesia, cuando ellos dan testimonio de la verdad y la ley de Dios.8 De la misma manera, el holandés Abraham Kuyper declaró que por un lado el calvinismo distinguió fuertemente entre la Iglesia y el Estado, incluso en la cultura, pero por otro lado afirmó que ambos están directamente sujetos al gobierno divino.9 Lo que es verdad en la mayoría de estas interpretaciones es que todas hablan más generalmente del llamado calvinismo que de Calvino como tal o, como señaló Stanford Reid en 1991, hablan frecuentemente de Calvino, “sin tomarse la molestia de observar qué dijo él realmente”.10

      II. El núcleo de su teología

      Probablemente sea cierto que cada época influye en los resultados de la investigación a la hora de formular preguntas. Pero uno debe decir, también, que los estudiosos de décadas anteriores “han hecho grandes esfuerzos” para escuchar cuidadosamente “lo que realmente dijo Calvino” dentro del horizonte de la Reforma, inicialmente en Francia y Ginebra. Esto ha tenido como resultado una mayor comprensión del hecho de que la Reforma de la Iglesia no debe medirse solamente por la figura de Lutero, como se hacía antes, sobre todo en Alemania. Ha quedado cada vez más claro que la formulación de la doctrina de la justificación no es la única diferencia decisiva entre la Reforma Protestante y el catolicismo romano. Esto debe afirmarse aun cuando Calvino ciertamente enseñó la justificación por la gracia sola, mientras, para estar seguro, insistió más que el luteranismo de su época en que la justificación y la santificación son inseparables. Al hacer eso, enfatizaba lo escrito en I Corintios 1.30: “Cristo Jesús nos es hecho sabiduría, justicia, santificación y redención”. Demostró, además, qué tan pura era su exposición de la doctrina de la justificación en 1547 en que fue la primera, en el ámbito protestante, que se diferenció de la doctrina propuesta por el Concilio de Trento, la cual era en sí misma una declaración sustantiva. Sus comentarios no se publicaron en el momento, aunque él estaba bien informado no sólo sobre el texto del Concilio sino también acerca de la discusiones conciliares. Este material no apareció en traducción alemana hasta la edición de estudio de Calvino en 1999. Como ha mostrado Anthony Lane, Calvino participó en la preparación del Concilio de Trento, especialmente en la reunión de Regensburg entre teólogos protestantes y católicos, cuya primera sesión estuvo dedicada al tema de la justificación.11 Y las discusiones van más allá entre los intérpretes de Calvino acerca de los alcances de esta participación en términos del entendimiento común posible entre ambas confesiones en cuanto a la afirmación paulina de Gálatas 2.6, según la cual la fe justifica sin las obras y Gálatas 5.6, sobre las obras de la fe mediante el amor.

      En cualquier caso, Calvino establece su doctrina de la justificación sobre la base de la Reforma Protestante. No obstante, la diferencia decisiva con Roma se encontraba, para él, en otro aspecto. Bernard Cottret escribe en su biografía de Calvino, publicada en 1995 en París, que el llamado episodio de los panfletos (placards) a fines de 1534 en París representó para Calvino el punto de ruptura. Estos panfletos, colocados en varios lugares, dirigían una fuerte crítica a la misa católica basándose en la carta a los Hebreos: Cristo es el único mediador y el único sacerdote; mediante su sacrificio único transforma en ilusoria la dignidad sacerdotal de los oficiales eclesiásticos humanos, algo central para el pensamiento católico.12 Este contraste fundamental fue grabado en la mente de Calvino cuando el rey Francisco I preparó una procesión a lo largo de París, y al mismo tiempo eran “sacrificados” algunos “herejes”, es decir, fueron asesinados por oponerse a la doctrina del sacrificio.13 Al procesar todo esto, Calvino no optó por el servicio de predicación medieval como hizo Zwinglio, ni la liturgia dejó de tener importancia para él. Asimismo, como ha mostrado recientemente Christian Grosse, comenzó a desarrollar una liturgia siguiendo el modelo de la iglesia antigua.14 Como su centro es el Espíritu Santo “nos” comunica en la Cena del Señor la reconciliación con Dios mediada por Cristo, y en gratitud por ello, “nosotros” testificamos en el mismo evento que somos su comunidad. Calvino, el cuestionado soberano todopoderoso de Ginebra, no fue capaz, sin embargo, de persuadir al gobierno de la ciudad para que, según su profunda convicción, la Cena del Señor se realizase en cada servicio divino, acompañada por oraciones públicas (esto es, el Salterio) y la interpretación de la Sagrada Escritura (no como varias perícopas seleccionadas de la Biblia, sino como lectio continua, exposición de todos los libros de la Biblia).15

      El volumen de discusión dedicada a la correcta comprensión de la eucaristía en la primera edición de la Institutio Christianae Religionis de 1536 muestra que este fue, en ese momento, el punto más importante de controversia con la iglesia católica. En la última edición de la Institutio en 1559, la cual creció bastante, la crítica se amplía a la disputa sobre la comprensión de la Iglesia, y de ella se ocupa en una tercera parte de toda la obra. Uno podría decir que este es el tema de la segunda generación de reformadores. Incluso si Wilhelm Neuser está en lo cierto cuando afirma que la composición y estructura de las cuatro partes en la edición de 1559 es confusa en el detalle,16 es muy claro, en mi opinión, que Calvino en las tres primeras partes desea hablar de Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y que en la extensa cuarta parte se ocupa de la Iglesia, la cual es parte de los medios externos mediante los cuales Dios nos introduce a la fraternidad con él y con los demás. En esta parte de su libro Calvino discute ampliamente la doctrina católico-romana de la Iglesia. Resulta excitante que él trabaje el mismo material usado por su contraparte, aunque interpreta el material de manera distinta en los aspectos formales y sustantivos. Aborda aquí la sustancia de la doctrina católica sobre la Iglesia, para demostrar que esta doctrina ya no puede justificar el sistema papal de organización.17 No me parece que podamos encontrar una contribución sustantiva a este problema en el luteranismo de esa época. Para Calvino, éste era un asunto fundamental.

      Según el punto de vista común católico y calvinista, Cristo es el mediador entre Dios y la humanidad mediante un triple oficio, esto es, sacerdote, rey y profeta. Pero, a diferencia del punto de vista católico, Calvino subraya que Cristo está vivo y, por ende, él no ha cedido ninguno de sus oficios a las instituciones eclesiales ni intenta hacerlo. Su relación con la Iglesia es como la de la cabeza con el cuerpo y no existen cabezas sustitutas. Sólo él gobierna la Iglesia y ésta es una comunidad de hermanos y hermanas, conectados todos con él y entre sí con un mutuo intercambio, tal como lo expresa el Catecismo de Ginebra de 1545.18 Cada miembro participa de la cabeza, pero como un miembro más de su cuerpo. Todos los cristianos participan sin la mediacón de sacerdotes humanos, directamente por la fe en Cristo, como declara la Segunda Confesión Helvética (1566).19 De esta manera, todos los creyentes participan en los tres oficios de Cristo por la fe,20 y muestran esto en su actividad confesante, como dice Zwinglio en su Declaración de Fe de 1530.21 Los líderes humanos de la comunidad eclesiástica son solamente miembros del cuerpo de Cristo, también, y no cabezas de la Iglesia. Muestran esto, además, en que los tres oficios bajo su liderazgo son distribuidos en diferentes personas que dirigen colectivamente a la Iglesia. Así, esos oficios, que son ejercidos por el gobierno de la Iglesia, reciben un nuevo sentido en contraste con la iglesia católico-romana. Los pastores corresponden a la enseñanza profética de Cristo y ellos no son todos sacerdotes, en lo que quizá es la divergencia más profunda con la perspectiva católica. Los ancianos corresponden al oficio real de Cristo, pues tienen la tarea de dirigir la comunión y llevar a cabo la cura de almas, pero no son los soberanos de la Iglesia. Y el servicio de los diáconos hacia los pobres corresponde al oficio sacerdotal, el cual Cristo cumplió de una vez por todas en la cruz.

      Pero la investigación actual sobre Calvino escasamente trabaja la cuestión en la que el reformador encontró la principal diferencia con el catolicismo de su época, aunque pienso que su punto de vista es todavía muy importante hoy, cuando los pastores reformados parecen desempeñar el papel de sacerdotes, mientras que los luteranos están un poco en aprietos debido a que su concepto de justificación ya no se encuentra separado del católico. No estoy diciendo con ello que la doctrina sobre la Iglesia fue el centro de la teología de Calvino. Preferiría describir el centro de su teología con la tesis que expone en su comentario a Jeremías: Ubi cognoscitur Deus, etiam colitur humanitas, es decir, “Adonde Dios es tomado