Antología de Juan Calvino. Leopoldo Cervantes-Ortiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Leopoldo Cervantes-Ortiz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417131579
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Acaba de ilustrar estos hechos un libro muy rico en contenido, el de Irving A. Leonard: Books of the Brave, Cambridge, Mass., Universidad de Harvard, 1949. (Traducido al castellano en 1953 por el Fondo de Cultura Económica de México, bajo el título de Los libros del conquistador.) Véase en los Annales (Economies, Sociétes, Civilisations), 1955, un buen artículo de Chaunu sobre este libro y sus conclusiones.

      21. Sobre el valor del término “rey” en el siglo XVI, consultar el admirable libro de Marc Bloch, Les Rois thaumaturgues. Estrasburgo, 1924, in-8.°, reimpreso en 1957.

      22. Habría que evocar aquí la doctrina calviniana del honor de Dios. ¿Cumple con su deber el cristiano? Carente de toda gloria propia, sólo puede glorificarse en Dios, “s´ôter toute de gloire (despojarse de todo motivo de glorificación)”, a fin de que sólo Dios sea glorificado… (Epístola a Francisco I, incluida en la Institution de 1541, ed. Lefranc, p. XIII).

      23. Y no sólo en teoría y para los demás. Nos lo explica muy bien en su Commentaire sur les psaumes de 1558 (Corpus Reformatorum, XXXI, 24), donde cuenta cómo las mentiras de los católicos lo movieron a escribir la Institution. “Il me sembla que, sion que je m’y opposasse vertueusement, je ne pouvois m´excuser qu’en me taisant, je ne fusse trouvé lasche et desloyal (Me pareció que, si no me oponía virtuosamente, no podía evitar que, al callarme, se me encontrara cobarde y desleal)”. Aquí el motivo intelectual habría sido la aversión a la mentira, la necesidad de establecer nuevamente los hechos, el amor y el culto de la verdad.

      24. Epístola a Francisco I, ed. Lefranc, p. XII.

      25. Véase la indignación que expresa ante tan completa desnudez Brackenhoffer, personaje natural de Estrasburgo que pasó por su ciudad a principios del siglo XVII y asistió a un entierro. Brackenhoffer no era católico, seguía la religión de su ciudad natal, pero no por ello se escandaliza menos de la práctica calvinista: “Cuando muere un hombre, se ha muerto. Ni tan siquiera se le otorga la limosna de un padrenuestro. Los deudos vuelven a su casa sin consuelo, conmemoración ni exhortación” (Voyages d’Elie Brackenhoffer en Suisse, 1643 y 1646; 1930, p. 83).

      Calvino, fundador de una civilización

      Émile Leonard

      Después de la liberación de las almas, la fundación de una civilización. Con Lutero, sus émulos y sus rivales, la Reforma había dado todo su mensaje propiamente religioso y teológico y las épocas siguientes no podían hacer otra cosa que repetirlo y completarlo. Mas Lutero se había interesado poco por la encarnación de este mensaje en el mundo secular, al cual aceptaba tal y como era, y las experiencias de Zwinglio, de Muntzer y de los anabaptistas de Münster habían sido o de un contenido excesivamente reducido o demasiado revolucionarias para hacer salir a la Reforma del pietismo individualista donde corría el riesgo de desmesurarse y disolverse. Estaba reservado al francés y al jurista Calvino el crear más que una nueva teología un mundo nuevo y un hombre nuevo. El hombre “reformado” y el mundo moderno. En él ésta es la obra que predomina y la que nos da razón de su autor. Y es ella también, no ya sólo en Ginebra si no en la totalidad de su extensión a través del mundo y de los siglos, la que permite dar una respuesta a la pregunta de un Juan Powell, equilibrando el entusiasmo de los apologistas, desde Doumergue hasta Pfisterer —por no hablar más que de los más recientes— y las requisitorias de los detractores, como Galiffe, Kampschulte, Pierson, Pfister:

      El reformador Juan Calvino, ¿ha sido uno de los más grandes teólogos y jefes de la Iglesia cristiana de todos los tiempos? ¿O fue, más bien, un profeta de las tinieblas que se engañó gravemente sobre la naturaleza y las implicaciones del Evangelio?1

      I. El hombre, la vida, el pensamiento religioso

       El hombre y la vida

      Calvino es humanamente lo más opuesto a Lutero, con quien normalmente suele ser comparado. Nacido el 10 de julio de 1509, tiene veinticinco años menos que el reformador alemán y forma parte —ello se suele olvidar demasiado a menudo— de la segunda generación de la Reforma, la cual no tenía que crear el protestantismo, sino consolidarlo y organizarlo. Originario de Noyon, es un picardo de la raza sutil, crítica e inquieta que había dado al evangelismo francés un Jean Vitrier, Lefevre d’Etaples y Gérard Rousel, raza de tan mala fama en el orden religioso que el nombre de “picardo” se atribuía en ciertos países a los herejes, a modo de apodo injurioso (Calvino se molestó por ello ante su joven visitante checo). Es un burgués, hijo de un hombre de negocios: el padre, Gérard Calvino, legista y financiero, está encargado de los intereses del obispo, sus discusiones con la curia le hicieron caer en el anticlericalismo, desde siempre muy extendido en el país. La madre era piadosa: acompañaba a su hijo, que no lo olvidará nunca, a rezar ante las estatuas de los santos. El hijo recibe muy pronto un beneficio eclesiástico, cebo de una brillante carrera clerical. A los catorce años va acompletar en París la enseñanza recibida en el colegio de los “capitas”, de Noyon. En el colegio de la Marche tiene un profesor notable, el normando Mathurin Cordier,2 que será su colaborador en Ginebra; los canónigos de Noyon lo envían luego al colegio de espíritu menos “laico” (un verdadero seminario, en realidad), de Montaigu: allí tuvo durante algunas semanas como condiscípulo a Ignacio de Loyola.3 Fue entonces cuando su padre decidió, como lo había hecho el de Lutero, dedicarle al derecho, “mejor medio para llegar a los bienes y a la fama”. Esto no le privó, por lo demás, de obtener un segundo beneficio: el de Pont-l’Eveque, cerca de Noyon, donde habitaba su abuelo, un antiguo marinero. Con un año en la universidad de Orléans (1528-1529)4 se licencia en ambos derechos; prosigue sus estudios (1529-1531) en la Universidad de Bourgues, reorganizada poco antes por Margarita de Angulema, duquesa de Berry, y donde reinaba, por este hecho, un espíritu favorable a la Reforma: un gran jurista alemán, Melchior Wolman5 acrecienta los primeros conocimientos que el estudiante Calvino había podido recibir de Cordier. La muerte de Gérard Cauvin, que había discutido con su propia Iglesia y que había sido excomulgado, permite a nuestro joven un nuevo cambio de frente: irá a estudiar letras y teología en el colegio parisino de Fortet, y asistirá a los cursos, de reciente creación, de los “los lectores reales”.6 Publica entonces su primera obra, comentario humanista, en latín, del De clementia de Séneca (1532).7 Parece que data de este momento su dedicación plena a las nuevas ideas, puede —como se ha dicho— bajo la influencia de su primo Olivetán, cuya traducción de la Biblia revisa y prologa. Por otra parte, poco había de hablar de este cambio espiritual, siendo poco dado hablar de sí, al revés de Lutero. La locución conversio subita que un día emplearía ha sido interpretada en el sentido de “conversión sufrida” (y nos hallaríamos en los inicios de una experiencia de la predestinación) o en el de una “conversión súbita”. No, ciertamente, a al manera de un Wesley, que olvida y casi niega el encaminamiento interior de la gracia para no acordarse más que del día preciso, y de la hora, de la “decisión” voluntarista. También Lutero había hablado de una iluminación repentina, la cual, sin embargo, no había dejado de ir precedida de una larga búsqueda de la salvación. Caso parecido al de Calvino. La insignia que éste adoptó más tarde (un corazón sobre una mano tendida hacia Dios) y la divisa Prompte et sincere, expresan bien no sólo su propio comportamiento en ésta época capital sino también el que exigió a sus fieles: una vez reconocida la verdad seguirla sin titubear (prompte) y sin compromisos (sincere). Actitud activista que caracterizará a la Iglesia y civilización que de él procederán.

      Si hemos de creer ciertas tradiciones locales, sus viejas le habían ya permitido predicar el Evangelio en algunos sitios. Después de una breve ausencia de París, ocasionada por el discurso provocador de su condiscípulo y amigo, el joven rector Cop,8 regresa gracias a la reina de Navarra e incluso aparece en la corte, donde es acogido con favor. Pero vuelve a sus viajes, predica y (según el polemista católico Florimond de Raemond) distribuye la Santa Cena en Poitiers, reside en Angulema en casa de su amigo Louis du Tillet (que ha llegado a canónigo), se dirige a Nerac, donde Lefèvre d`Étaples —si hemos de dar crédito a Teodoro de Beza— habría saludado en él al “futuro restaurador del Reino de Dios en Francia”. Rehusará en Noyon los beneficios