Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo. Creusa Muñoz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Creusa Muñoz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876145787
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diferenciación sexual, al mismo tiempo que se apropiaba de muchos saberes desarrollados por el Movimiento Feminista”. (81) Como señala la socióloga Mabel Campagnoli: “Foucault no considera particularmente la operación de género en su análisis del dispositivo. Millet revela el carácter político de la sexualidad y sus implicancias para las mujeres, cuestión no relevada por este autor”. (82) Esta crítica resulta sumamente acertada porque encuentra en sus conceptos las marcas de la producción feminista, si bien lo significativo sería que las ideas se expandan hasta el punto de no disponer de una propiedad intelectual y, en cierto modo, olvidar de dónde salieron. Lo importante reside en apropiarse de las herramientas de liberación.

      Por lo demás, este movimiento maduro y en ascenso arrojó un emblema tan trascendente que se instituyó como el paradigma ideológico del feminismo hasta nuestros días: “Lo personal es político”. A decir verdad ese enunciado, supuestamente anónimo, recorrió el mundo, ganó popularidad como un grito de guerra feminista y se oyó con frecuencia, hacia fines de los años 60 y principios de los 70. Fueron varios los nombres de las activistas de grupos encumbrados a las que se les adjudicó su sello. Siempre este tema ha sido objeto de debate y, lo más probable, es que se trate de un lema no atribuible a una sola persona sino más bien a una producción intelectual colectiva interdisciplinaria y de reflexión crítica acuñada por el feminismo de la Segunda Ola, que habilitó tanto a las mujeres como a otros grupos subalternos, también, a interpretar el orden jerárquico y desigual que regula el régimen de lo íntimo y de lo privado, a enfocar el cuerpo en sus relaciones con el poder, la violencia y la sexualidad.

      LA HETEROSEXUALIDAD EN LA MIRA

      Así, comenzada la década del 70, varias tendencias feministas coincidieron en que la propuesta “la política del cuerpo” desempeñase un papel fundamental en el debate sobre la sexualidad femenina y los cambios implicados en los distintos órdenes. A partir de ese ideario, se cuestionaba lo que hasta ese entonces era considerado el patrón normal de la sexualidad.

      Con tenacidad, las activistas suscribían la idea de que el cuerpo femenino estaba disciplinado para cumplir los férreos intereses de las normas heterosexuales. En aquellos días, estas preocupaciones eran francamente luminosas. Se advertía sobre la enajenación de los cuerpos al servicio de las necesidades del estado, de la iglesia, de las grandes corporaciones médicas y, en especial, de los varones con los que convivían. Abrieron caminos de reflexión pero también provocaron osadas batallas. Era preciso entonces explorar nuevas formas de acercamiento erótico. Y así fue que, junto con el placer físico prometido por el régimen heterosexual, se derrumbaron, como en el crepúsculo de los dioses, el orgasmo vaginal, la penetración y la pretendida frigidez femenina. Al evaluar las conquistas a partir de las propias experiencias, el orgasmo clitoriano, la masturbación, el lesbianismo y, en general, la relación con el propio cuerpo se convirtieron en requerimientos fundamentales del movimiento feminista. Demandas de este orden ofrecían una fuerte carga liberadora que estimulaba una lucha de la política sexual al tiempo que se valoraba la experiencia personal como fuente de conocimiento, en el extremo opuesto de las teorías investidas tanto por la medicina como por la religión.

      De este modo, las nuevas reivindicaciones, sostenidas por las tendencias radicales que pugnaban hacia la construcción de una cultura de mujeres, profundizaron el ámbito personal y se organizaron para posicionarse políticamente respecto de la determinación de interrumpir un embarazo no deseado. Se razonaba que cada una podía decidir sobre el destino de su fecundidad, sin arriesgar en ello la salud, la libertad o la vida. Han sido esas mismas activistas las que transformaron el aborto, de un hecho personal y privado, a uno político y público. Entonces, con ese marco ancho y vasto se visibilizó la práctica clandestina como una de las caras más cruentas de la sexualidad femenina.

      Así, hacia fines de 1970, el reclamo del aborto libre y gratuito dejó de ser una consigna más de las agendas radicalizadas para constituirse en un discurso elaborado a partir de las categorías teóricas específicas y los datos estadísticos necesarios. Se inscribió en la órbita pública como un derecho civil con la demanda de una política del cuerpo. Por cierto, concebir un discurso particular sobre la práctica abortiva contribuyó a visibilizar el valor crítico de su contenido político frente a la imposición de la omisión y el silencio velado por parte de las instituciones en su conjunto.

      PIENSO, LUEGO ACTIVO

      Tanto la narración personal, los manifiestos de barricada como los documentos políticos elaborados por las activistas del MLM fueron decisivos para definir la retórica de una opresión común, tal cual lo reflejó el libro Sisterhood is powerfull (La Hermandad femenina es poderosa), publicado en 1970 por la poeta y fundadora del colectivo NYRM, Robin Morgan. Comenzaba el prefacio con un simple enunciado: “Este libro es una acción”. Dicho lema intentaba atrapar al lector desprevenido causando una colisión entre el mundo en general pasivo, elitista y refinado de la creación literaria y el mundo del underground del feminismo radical. No cabe duda de que el vínculo entre las categorías enunciativas y el proyecto de emancipación se exhibió como una de las particularidades paradigmáticas del movimiento feminista y, específicamente, de su flanco intransigente. Así, tanto su oratoria como su ideología se presentaron en el perfil de textos pioneros –en su mayoría tesis doctorales–, en los manifiestos