Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo. Creusa Muñoz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Creusa Muñoz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876145787
Скачать книгу
Lotta Femminista aglutinó fuerzas del norte del país que tenían conexiones internacionales con Inglaterra, Estados Unidos y Canadá. Sin pérdida de tiempo, se constituyeron grupos de autoconciencia en Milán, Roma y Florencia. Tales cenáculos fueron adquiriendo una influencia notoria, dado que en cada ciudad funcionaba un grupo de mujeres con una comunicación permanente mediante sus redes de afinidades; sin olvidar la publicación de boletines, revistas y todo tipo de expresión impresa. En junio de 1973, sucedió que una muchacha fue procesada por haber abortado y condenada a tres años de prisión. Sin proponérselo, ella se convirtió en un símbolo de la lucha en torno de la cual se organizaron agrupaciones feministas, de sindicatos y partidos para visibilizar su práctica. A partir de ese momento, se pasó a la acción directa y comprometida con el método abortivo. El artículo “El aborto ya no es más un delito en Italia”, publicado en la revista Persona, de julio de 1981, sostiene que “este proceso se convirtió en un acta de acusación contra una sociedad con una doble moral. Las activistas del MLD que asistieron al Tribunal declararon también haber abortado”.

      En 1974 se ganó el referéndum solicitado por las organizaciones católicas para derogar la ley que había aprobado el Parlamento. Para que esa consulta no cayese, Roma amaneció con miles de personas que marchaban por sus calles empedradas mientras el movimiento feminista activó por la defensa del divorcio vincular mediante acciones callejeras y nuevas formas de intervención pública, lo cual generó una acumulación de experiencia. Por un lado, provocó la articulación de grupos de mujeres que funcionaban de manera autónoma. Por el otro, después de lograda esta conquista el feminismo se fortaleció de tal manera que se impuso ir por más.

      Mientras tanto, el movimiento feminista organizó un programa llamado Soccorso Rosa (Socorro Rosa). ¿En qué consistía este proyecto de jugado color? Asistir a las mujeres de diferentes regiones del país que deseaban realizar un aborto. “Para ello las feministas se lanzaron a practicarlos en domicilios particulares o reuniéndose en oficinas o en sótanos, donde las mujeres recibían ayudan”. Siguiendo el traqueteo de estas ingeniosas activistas italianas, en el artículo anteriormente citado de la revista Persona se hacía referencia a que “se fundaron centenares de consultorios y centros de asesoramiento sobre métodos anticonceptivos mientras allí se realizaban abortos gratuitos”. Estas iniciativas no solo se organizaron en centros urbanos sino también en pequeñas zonas campesinas de Calabria y Sicilia.

      El ejemplo se esparció como un reguero de pólvora y una diversidad de luchadoras se congregó alrededor de uno de los motores centrales en la batalla por la conquista de la legalización de dicha práctica como fue el Coordinamento Romano Contraccezione Aborto (CRAC). Fundada por Simonetta Tosi, esta red, constituida por un número importante de médicas, se convirtió en una herramienta imprescindible para convocar a protestas masivas. Asimismo, se volcaron de lleno a llamamientos públicos por la difusión y liberación de los métodos anticonceptivos y por el reclamo de un aborto digno y sin riesgos. Además, realizaban charlas sobre sexualidad, grupos de reflexión, provisión de métodos y hasta habían aprendido a practicar abortos con el método Karman durante los tres primeros meses de embarazo, en momentos trascendentes de controvertida polémica.

      A lo largo de estas confrontaciones políticas e ideológicas y de sus experiencias sustanciales, el movimiento feminista italiano, con sus diferentes tendencias, adquirió fuerza y significación para el desarrollo de una teoría como la de Estados Unidos. Así, se caracterizó por ser una corriente sin estructuras centralizadas, radicada de acuerdo con los escenarios regionales, marcados por las diferencias entre el Norte y el Sur, además de contar con una movilización constante que no menguaba. Al año siguiente, las integrantes de la famosa Librería de las Mujeres de Milán abogaron por la conquista de la despenalización del aborto. No así su legalización, ya que para ellas significaba someterse a normas elaboradas por los varones.

      En esta dirección, la acreditada teórica Rossana Rosanda afirmó que la legalización implicaba el reconocimiento de una sexualidad femenina sometida. De este modo fue que la mayor parte de los colectivos de Turín y Milán no levantaron la consigna del aborto libre y gratuito, tal como lo demandaba el feminismo de la época, sino que plantearon la divergencia entre despenalizar y legalizar. De acuerdo con esta nueva mirada, los conflictos en la diferencia sexual no debían ser reivindicados mediante el soporte legal que operaba como dispositivo del domino del varón. Por otra parte, planteaban que de nada servía que las normas diesen valor a las mujeres si estas de hecho no lo tenían. Para esta corriente del feminismo de la diferencia, las estructuras sociales, jurídicas, políticas y científicas habían sido desarrolladas históricamente por el pensamiento masculino y pretendían mostrarse como neutras.

      El 10 de julio de 1976, un accidente industrial ocurrido en una pequeña planta química generó una nube de gas