Las arañas cantan cuando tejen. Fernando Basurto Reyes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Basurto Reyes
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9789569946547
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en un solo artículo conjunto en el año de 1858, sin que esta publicación tuviera mayores repercusiones. Pero ya no podía dilatarse más: era noviembre de 1859 –veinte largos años después de su viaje en el Beagle– cuando se publicaba, por fin, El origen de las especies.

      Estalló una polémica salvaje que, por más raro que parezca, continúa hasta nuestros días. Generaciones enteras de científicos, unos a favor y otros en contra, en Inglaterra, Alemania o Estados Unidos, se enfrentaron en acalorados y muy violentos debates.

      Darwin era de temperamento extremadamente amable, por lo que se mantenía al margen de las controversias; pero no le faltaban defensores como Thomas Henry Huxley (1825 – 1895) o Ernst Haeckel (1834 – 1919), quienes se peleaban en su nombre contra todos aquellos que sentían que sus creencias religiosas habían sido ofendidas y mancilladas.

      Antes de su muerte, en 1882, se habían publicado seis ediciones y traducciones a once lenguas distintas de su libro El origen de las especies. Desde entonces se han hecho cientos de ediciones diferentes.

      Poco tiempo después de que apareciera su famoso libro, y para aderezar con fuegos pirotécnicos el ambiente científico de su conservadora época, Darwin tuvo la osadía de publicar en 1871 El origen del hombre. Como era de esperarse, su teoría aplicaba a todos los seres vivos, incluyendo a los humanos. Entre otras cosas, en este segundo bombazo editorial, Darwin discutía las pruebas que demostraban la evolución humana.

      Cabe destacar que Darwin nunca mencionó que descendiéramos del mono; lo que establece su teoría –como se ha venido aclarando desde el siglo 19– es que compartimos un antepasado común, y no podía ser menos dado el estrecho parentesco que tenemos con nuestros primos incivilizados.

      Antes de morir, Darwin reconoció que encontraba enormes dificultades para explicar satisfactoriamente dos pilares fundamentales de su teoría: el origen de las variaciones y el mecanismo de la herencia. Él mismo propuso una teoría sobre el tema denominada pangénesis, que no convenció en su época.

      Sencillamente nadie tenía idea de cómo se heredaban los rasgos de padres a hijos: ¿dominaba el padre en algunos aspectos y la madre en otros?, ¿se combinaban?, ¿cómo se transmitía el color de los ojos, por ejemplo?, ¿en los animales y las plantas la herencia era diferente? En la época de Darwin no se conocían los genes ni la herencia.

      Después de que fuera enterrado solemnemente en la abadía de Westminster en 1882 como un gran científico inglés, tanto su teoría como sus ideas comenzaron a perder protagonismo en las discusiones científicas de finales del siglo 19 y principios del 20. Algunos pensadores de la época retomaron las ideas del viejo Lamarck, mientras que otros simplemente declararon que el darwinismo no tardaría en desaparecer.

      ¿Hasta qué punto está demostrada la evolución? ¿Por qué no decimos la “Ley de la Evolución” al igual que la Ley de la Gravitación Universal o la Ley de los Gases Ideales? ¿El que sea “teoría” significa que podemos dudar de sus conclusiones? ¿Se contradicen ciencia y religión?

      Las explicaciones basadas en la Biblia y la religión son válidas y pueden ser muy útiles. Una persona que pierde un hijo, como le sucedió al mismo Darwin con su pequeña Annie de tan sólo 10 años, seguramente siente un dolor tan hondo que no encuentre consuelo más que en el creador de todas las cosas.

      Pero la ciencia sigue un camino diferente: comparando hipótesis con las evidencias que nos ofrece la naturaleza, los científicos van conociendo la realidad en la que vivimos. Stephen Jay Gould nos explica que la evolución es una teoría y también es un hecho. Las teorías son estructuras de ideas que explican e interpretan los hechos: los seres humanos evolucionamos a partir de antepasados simios, lo cual es un hecho; esa transformación se puede explicar por la selección natural propuesta por Darwin, o por otra teoría que estaría por descubrirse.

      Las explicaciones basadas en la ciencia, desde luego, también son válidas y pueden ser muy útiles. El extraordinario Louis Pasteur (1822 – 1895) en 1885 ayudó con sus investigaciones a una atormentada mujer: su hijo estaba agonizando pues había sido mordido por un perro rabioso, y el científico francés le salvó la vida con una vacuna que se encontraba en fase experimental.

      Pero ¿cuáles son las evidencias en el caso específico de la evolución? ¿Acaso existen pruebas que respalden esta oscura y compleja teoría?

      Si dejamos caer una taza en dos segundos queda hecha pedazos por efecto de la fuerza de gravedad; es un fenómeno cotidiano. Pero la teoría de la evolución escapa al sentido común porque aún si lográramos vivir 100 años no seríamos testigos de la evolución de los elefantes por selección natural, y ese pequeño detalle encierra una enorme dificultad.

      De cualquier forma, la evolución sufrió su más dura prueba con el nacimiento y desarrollo de la genética. Pero antes de describir brevemente los avatares y vicisitudes que esta teoría sufrió durante el convulso y muy belicoso siglo 20, veamos algunas evidencias (existen otras) que permiten a los científicos conocer cómo los seres vivos están inmersos en sus respectivos procesos evolutivos.

      Fósiles

      Los restos de plantas y animales descubiertos en un tipo de rocas conocidas como “sedimentarias”, representan un vistazo al pasado, y por lo tanto a la historia natural de nuestro planeta y los seres vivos que lo habitamos. Ya que los depósitos de estas rocas se van acumulando muy lentamente por capas, los especialistas en animales extintos, los paleontólogos, saben que los fósiles encontrados en las capas más profundas son los más antiguos, y han descubierto también que contienen a las plantas y animales más primitivos.

      Se sabe que han ocurrido cinco extinciones masivas, lo que significa que la mayoría de los seres vivos que han poblado nuestro planeta, están ahora extintos. ¿Cómo saben esto los especialistas? Estudiando fósiles: con estas enciclopedias rocosas de historia natural se pueden conocer los profundos cambios sufridos por plantas y animales a través de muchos millones de años.

      

      Hace 500 millones de años sólo había vida en los océanos. Las plantas, por evolución, se adaptaron a vivir en tierra firme hace 430 millones de años; los animales harían lo mismo hace 360 millones de años.

      Algunas de las series mejor estudiadas son la del caballo, el elefante o los mamíferos marinos: se han recuperado fósiles de todas sus etapas evolutivas que muestran claramente los pequeños cambios sufridos con el caminar de los años. También se han encontrado series completas de fósiles que señalan el paso de reptil a mamífero casi sin interrupciones.

      Sin los fósiles, no sabríamos nada de los famosos y terribles dinosaurios, ni se habrían filmado tantas películas jurásicas.

      Anatomía Comparada

      De esta rama de la biología se puede deducir la misma historia del antepasado común. Las extremidades de diferentes vertebrados son similares aunque sus funciones no sean iguales: el ala de un murciélago, la mano de un chimpancé, la aleta de un delfín o la pata delantera de un lobo tienen el mismo patrón de huesos: húmero, cúbito y radio, muñeca y falanges (dedos). La cantidad de características que comparten las diferentes especies da una idea de la separación en el tiempo a partir del antepasado común, y que la selección natural se encargó de modificar.

      Estos patrones no se pueden explicar por simple coincidencia, y podemos afirmar que todos los vertebrados comparten una historia evolutiva compartida. Sucede lo mismo con los insectos, las aves o las plantas con flores: descienden de un antepasado común.

      Si nos vamos más lejos, podemos pensar en un punto en el cual se origina la vida en el planeta, con un solo antepasado para todos los organismos: el gran y ancestral abuelo de todas las especies (por el que sentiríamos poco afecto si lo conociéramos pues sería más parecido a una simple bacteria que a un amable anciano). Pascal Picq afirma que el ancestro común a todas las formas vivas ha