Las arañas cantan cuando tejen. Fernando Basurto Reyes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Basurto Reyes
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9789569946547
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grandes cambios geográficos, si consideramos los monumentales espacios de tiempo transcurridos. En otras palabras, la superficie del planeta había sido esculpida en el pasado por las mismas fuerzas que le daban forma en el presente, ¿cuáles eran esas fuerzas?

      Para entender e interpretar el pasado, dedujo este científico, tenemos que comprender el presente; por lo tanto Hutton se dedicó a observar y estudiar las rocas y los procesos geológicos, y concluyó que el viento, la erosión, la lluvia, el sol, la nieve y el deshielo eran las fuerzas que habían dado su forma característica a la superficie de la Tierra con la aparición de colinas y montañas. Rechazó la Teoría de las Catástrofes, aunque no descartaba que tanto las erupciones volcánicas como los terremotos y las inundaciones representaran también fuerzas considerables, pero no eran las únicas ni las más importantes.

      Estos factores que modifican la Tierra actúan de manera extremadamente lenta: un cañón tarda en formarse muchos siglos por la paciente y constante erosión de un río, las rocas cambian de forma por la lluvia y el viento a través de milenios, las montañas y las colinas se forman con tanta lentitud, que parecen eternas. En la página de Internet Portal Ciencia nos explican:

      La gente, que estaba acostumbrada a pensar en un mundo recientemente creado, en una breve historia de seis mil años a lo sumo, recibía un terrible golpe conceptual: descubrían que su tiempo, el tiempo de sus vidas, prácticamente no contaba en la inmensidad de los tiempos geológicos (Portal Ciencia).

      Precisamente, para que pudiera suceder esto, el tiempo durante el que estas fuerzas habían estado actuando sobre nuestro planeta tenía que ser, necesariamente, descomunal.

      En medio de tanta confusión, sucede además que el famoso libro de Hutton (Teoría de la Tierra) estaba escrito en un lenguaje muy técnico, y que no era nada sencillo de leer. Tuvo que llegar al rescate su colega Charles Lyell (1797 – 1875): en 1830 publicó una obra en tres volúmenes titulada Principios de geología. Basado en los escritos de Hutton, no sólo explica y defiende el principio de uniformismo, sino que lo hace tan popular, que muchos consideraban que Lyell debía ser el verdadero padre de la geología.

      Sin importar a quién le asignemos la paternidad (la geología nunca estará huérfana), este par de extraordinarios científicos ingleses, además de dar formalidad al estudio de la Tierra, dejaron bien claro que tenía muchos millones de años de antigüedad. Con un tiempo tan dilatado, los biólogos evolucionistas pudieron trabajar sin presiones, ya que los seres vivos habían tenido tiempo de sobra para transformarse y evolucionar.

      Fue Lyell quien motivara de manera decisiva a uno de los científicos más famosos e influyentes de todos los tiempos: Charles Darwin, para formular sin prisas su controvertida y osada teoría de la evolución.

      Posteriormente, durante la segunda mitad del siglo 19 y durante todo el siglo 20, la geología experimenta un gran desarrollo con la aparición de nuevas observaciones y técnicas experimentales. La teoría de las placas tectónicas y la exploración de los suelos submarinos impulsaron de tal forma a esta ciencia que terminaron el siglo estudiando rocas lunares y la superficie del planeta Marte.

      Pero ¿qué pasó con la edad de la Tierra?

      Si bien ya se tenía claro que era de muchos millones de años, no fue sino hasta bien entrado el silgo 20 (cuando se perfeccionaron las técnicas de datación con elementos radiactivos) que se logró estimar la edad del planeta actualmente aceptada. En 1896 Antoine Henri Becquerel (1852 – 1908) descubre la radiactividad, fenómeno que fue satisfactoriamente explicado hasta 1902 por Ernest Rutherford (1871 – 1937).

      Los elementos radiactivos, como el uranio o el plutonio, se descomponen espontáneamente y se transforman en otros más simples como el plomo. Ya han sido estudiados con mucho detalle en la actualidad, así que se conoce muy bien a qué ritmo se transforman. Por lo tanto, cumpliendo ciertos requisitos, pueden ser usados para conocer la edad de rocas antiguas, midiendo la cantidad que hay de dichos elementos, pues estos se formaron en las primeras etapas de vida de nuestro planeta.

      El químico norteamericano Claire Patterson (1922 – 1995) fue uno de muchos científicos que han corroborado la edad de la Tierra usando elementos radiactivos. Rocas encontradas en Groenlandia fueron datadas en 3,800 millones de años. Pero ya desde 1953 Patterson llegó a la conclusión de que el planeta debía tener entre 4,500 y 4,800 millones de años de antigüedad.

      Desde que James Ussher en el siglo 17 se basara en la Biblia para estimar su cálculo, hasta nuestros días usando sofisticados equipos me miden la radiactividad de diminutas rocas, la cifra sigue variando. Sin embargo, afortunadamente hoy podemos dormir tranquilos, pues la edad de la Tierra ha sido calculada con bastante precisión: 4,600 millones de años.

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      Capítulo 2

      DARWIN Y LA SELECCIÓN NATURAL

      En ciudades de Estados Unidos existen hoy diversas agrupaciones que se autodenominan “creacionistas”: la mayoría (porque no hay consenso) están en contra de las ideas evolucionistas propuestas por Darwin hace más de cien años. Algunos siguen pensando que la Tierra fue creada hace tan sólo 6 mil años de acuerdo al cálculo del arzobispo Ussher, y se ufanan de tener grupos de investigación científica dedicados a demostrar el origen divino de los humanos y las demás criaturas que pueblan nuestro planeta.

      La Cretion Research Society, fundada en 1963 en Michigan, Estados Unidos, es una organización que dice tener propósitos educativos. Está formada por científicos e investigadores que trabajan con los registros bíblicos de la creación y la historia antigua.

      Si Darwin en su época enfrentó a terribles opositores, en la actualidad no estamos exentos de semejantes amenazas y peligros. En 1987 la Suprema Corte de Estados Unidos decidió que la Ciencia de la Creación basada en la Biblia no podía considerarse una ciencia y por lo tanto no podía ser enseñada como tal en las escuelas de ese país.

      Pero ¿por qué tanta polémica?, ¿hay evidencias científicas de la teoría de la evolución?, ¿acaso carece de fundamentos científicos la Ciencia de la Creación basada en la Biblia?

      Todo comenzó con Aristóteles (384 – 322 a. C.), el famoso filósofo griego, discípulo de Platón. Es considerado el primer científico, y el fundador del estudio de los seres vivos (posteriormente se llamaría biología). Historia de los animales, en nueve tomos, fue su obra más importante en este campo, la cual consiste en un tratado de zoología y de historia natural. Entre otras cosas, Aristóteles consideraba al alma como parte de lo biológico, por ser ésta la que permite que algún organismo esté vivo.

      También este filósofo propuso la teoría de la generación espontánea: los peces, los insectos y otros animales surgían de la naturaleza al combinarse las fuerzas capaces de dar vida a la materia inerte.

      Aristóteles fue el primero en intentar una clasificación sistemática de las plantas y los animales. La forma en que organizó su sistema lo indujo a suponer que había un cambio progresivo o evolución; ideas tan descabelladas, desde luego, no prosperaron entre sus discípulos.

      Tuvieron que pasar muchos siglos hasta que un botánico sueco, Karl von Linné (1707 – 1778), mejor conocido como Lineo, se ocupara nuevamente del asunto de la clasificación. Esto fue descrito en su libro Sistema Naturae, publicado por primera vez en 1735. Este sistema de clasificación es actualmente usado para nombrar y describir a todo lo vivo en todas las ramas de la biología. Consiste en usar sólo dos palabras en latín: género y especie (sistema que también sirve para todos los idiomas).

      Por lo tanto, cuando hablamos de especie, estamos hablando de las diferentes clases de seres vivos: los gatos, los pingüinos, las ardillas o los piojos son ejemplos de especies animales; los girasoles, las rosas, el pasto o las palmeras de especies de plantas. También hay de bacterias y de hongos.