Las arañas cantan cuando tejen. Fernando Basurto Reyes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Basurto Reyes
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9789569946547
Скачать книгу
por individuos iguales (esto quiere decir que en una camada de gatos los hermanos se parecen, pero no son gemelos idénticos).

      Pero el sistema de Lineo habla tanto de género como de especie. Si afinamos más la puntería, en el mundo de los osos podríamos reconocer diferentes tipos. Por lo tanto, todos los osos pertenecen al mismo género ya que son parientes cercanos, pero cada uno pertenece a una especie diferente. Si usamos el sistema de Lineo con dos nombres latinos, podemos conocer el nombre científico, por ejemplo, de tres especies de osos:

      TABLA 1. Tres especies de osos.

GÉNEROESPECIENOMBRE COMÚN
UrsusMaritumusOso polar
UrsusArctosOso pardo
UrsusAmericanusOso negro americano

      Cada género, como los felinos, los canes o los cetáceos (mamíferos marinos), tiene varias especies relacionadas, de tal forma que se pudiera pensar en un antepasado común, que con el tiempo evolucionó en las diferentes variedades que conocemos actualmente. Sin embargo, Lineo se opuso con vehemencia a cualquier idea evolucionista. Los científicos de su época consideraban a todo tipo de plantas y animales sin cambios evolutivos de ningún tipo, y por lo tanto iguales desde que habían sido creados hasta la eternidad (la influencia del arzobispo Ussher estaba aún presente).

      Fue Lineo, sin embargo, quien puso nombre científico a nuestra propia especie: Homo sapiens, que significa “hombre sabio” (aunque algunos no lo merezcan). A pesar de sus creencias religiosas, Lineo se atrevió a clasificar al humano entre los primates, en compañía de los simios y los monos (de cualquier forma fue discreto para no levantar sospechas).

      El Conde de Buffón junto con Erasmus Darwin (1731 – 1802), entre otros, comenzaron a suponer que los seres vivos no eran fijos. Buffón incluso pensaba que las especies sufrían cambios a lo largo del tiempo por la influencia del ambiente.

      Sin embargo, no hizo mucho ruido sobre sus atrevidas ideas para evitar enemistades, miradas feas y problemas serios. Mientras que el médico Erasmus Darwin (abuelo de Charles Darwin) estaba plenamente convencido de la evolución de los seres vivos y de los mismos humanos, pero sus escritos carecían de rigor científico.

      En el año en que Charles Darwin nació (1809) Jean-Baptiste Lamarck (1744 – 1829) publicó su teoría de la evolución. Lamarck primero fue militar, después escribió y publicó un libro sobre la flora de Francia, y en 1793 fue nombrado catedrático de zoología en París. Fue este científico quien puso nombre a la ciencia que se dedica al estudio de los seres vivos y sus ocupaciones: biología.

      Trabajando en la clasificación de invertebrados, que Lineo había dejado incompleta y confusa, Lamarck concluyó que era muy difícil eludir el tema: fue el primer biólogo que desarrolló una teoría coherente sobre la evolución, argumentando que las especies sufrían cambios con el paso del tiempo conforme se adaptaban a su ambiente.

      Desafortunadamente su teoría estaba mal planteada. Él pensaba que los animales que usaban en exceso ciertas partes de su cuerpo, se desarrollaban conforme al uso, mientras que las partes que no eran usadas terminaban por atrofiarse. Lamarck también estaba convencido que los organismos vivos podían desarrollar nuevos órganos o cambiar la forma de algunos dependiendo del uso o desuso. Su teoría comprende lo que se conoce como “herencia de caracteres adquiridos”.

      Lamarck mismo usó como ejemplo a un animal popular en su época: acostumbrada a comer hojas de los árboles, la jirafa primitiva y pequeña estiraba su cuello con fuerza para alcanzar la mayor cantidad de hojas posibles. El proceso implicaba que no sólo el cuello, también la lengua y las patas se alargaban un poco más de lo normal, y este “alargamiento” se trasmitía a sus crías (herencia de caracteres adquiridos), quienes repetirían el proceso y a lo largo de varias generaciones tendríamos a la jirafa actual, con un cuello enorme, patas largas y lengua elástica.

      A pesar de que tiene lógica, la idea es tan absurda como suponer que un hombre que pierde la vista por accidente sus hijos nacerían ciegos (herencia de caracteres adquiridos), o los retoños de un fisicoculturista nacerían musculosos (lo mismo). Sin embargo, la herencia de caracteres adquiridos fue una teoría coherente.

      El maestro Pascal Picq, en su libro Darwin y la evolución, nos explica que fue el biólogo August Weismann (1834 – 1914) quien solucionó la cuestión cortando las colas a ratones de ambos sexos, y los dejó reproducirse entre ellos: los ratoncitos bebés, obviamente, tenían cola pues el carácter adquirido “cola cortada” no había sido transmitido a la siguiente generación.

      Esta teoría sobre la evolución feneció no porque estuviera mal planteada, sino porque el maléfico George Cuvier la criticó ferozmente. A pesar de que el prestigioso anatomista Cuvier fuera uno de los primeros científicos en estudiar fósiles de animales extintos (fue uno de los fundadores de la paleontología) rechazó la idea de cualquier forma de evolución: las especies eran fijas y no cambiaban bajo ninguna circunstancia ni en miles de años.

      Finalmente, llegaron Charles Lyell y James Hutton, quienes sentaron las bases de la moderna ciencia de la geología, y sin darse cuenta apoyaron a Darwin en el desarrollo de su famosa y muy controvertida teoría: la evolución de las especies por selección natural.

      Charles Darwin (1809 – 1882) nació en una comunidad rural de Inglaterra llamada Shrewsbury, en el hogar de una familia acomodada. Al igual que su abuelo Erasmus, su padre Robert también era médico: el joven Charles inició la misma carrera por tradición familiar. En cierta ocasión, Darwin tuvo la suerte de entrar a la cirugía –sin anestesia– de un niño (la anestesia comenzó a usarse varios años después).

      La fuerte impresión que le produjo el sufrimiento de aquel infante, que casi lo manda a visitar el suelo por la vía del desmayo, fue suficiente para convencerlo que lo mejor era cambiar de profesión. Motivado por la bondadosa influencia de su familia, pensó que podía dedicarse a los asuntos de la Iglesia: se matriculó para ser sacerdote.

      Pero de nuevo encontró dificultades. Las clases de teología que estudiaba en la prestigiosa universidad de Cambridge le parecían tan aburridas, que prefería dedicarse a asuntos más interesantes con sus amistades: paseos por el campo, juegos de cartas, salir de cacería, etc.

       img_03

      Leyendo al naturalista alemán Alexander Humboldt (1769 – 1859) durante su estancia en Cambridge, se aficionó con pasión por la ciencia y la historia natural (aun así, Darwin no creía en las ideas evolucionistas del viejo Lamarck ni de su abuelo Erasmus). En cuanto a Humboldt, se sabe que viajó por Sudamérica investigando la flora, la geología y la geografía de varios países, y en 1803 llega a México donde hizo importantes aportaciones en colaboración con científicos mexicanos de la época.

      Después de leer a Humboldt, y gracias al apoyo del profesor John Henslow, Darwin fue invitado para acompañar a un capitán de un buque de guerra de nombre H. M. S. Beagle, el cual estaba a punto de iniciar un viaje científico y de elaboración de mapas de ciertas regiones de interés para la marina británica.

      Obviamente, el padre de Darwin se opuso al viaje puesto que ya contaban con un futuro ministro de la Iglesia en la familia. Afortunadamente para el destino del joven Darwin (y de la ciencia), su tío Josiah Wedgegood convenció a su padre, quien accedió y además cubrió los gastos de su hijo. Darwin apenas contaba con 22 años y estaba recién graduado en teología. La oferta de viajar en el Beagle lo rescató de un humilde futuro como pastor rural; sin embargo, con el tiempo tendría que librarse de algunos dogmas sobre la creación de la naturaleza.

      Bajo las órdenes del capitán Robert Fitzroy (1805 – 1865), el Beagle levantó anclas y zarpó mar adentro en diciembre de 1831. Darwin estaba tan interesado en la biología como en la geología, por lo que durante el viaje recolectó una gran colección de objetos: rocas, minerales, fósiles, pájaros,