Las arañas cantan cuando tejen. Fernando Basurto Reyes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Basurto Reyes
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9789569946547
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(Troya, Egipto, Israel y Palestina), para cerrar con el origen y declive de Palenque (zona maya localizada en el sur de México). El libro cierra con la fascinante, enigmática y conmovedora historia de la Reina Roja.

      Escrito con un lenguaje muy sencillo (logrado gracias a un enorme esfuerzo enfocado en pulir y simplificar el texto), puede ser leído por personas con conocimientos básicos, por estudiantes de educación media o superior, o por adultos que deseen aprender sobre los orígenes de nuestra especie.

      Fernando Basurto. Qro., abril 2017.

      Capítulo 1

      ORIGEN DE LA GEOLOGÍA Y LA EDAD DE LA TIERRA

      Si quisiéramos averiguar la edad que tiene nuestro planeta lo primero que haríamos sería recurrir a Internet: la interminable fuente de verdades y mentiras. Pero, reflexionando un poco, ¿acaso tiene edad la Tierra? Parece como si fuera eterna y no hubiera tenido una fecha de nacimiento y tampoco fuera a tener otra de defunción. ¿Se puede saber cuántos años tiene de vieja? Seguramente son muchos años para algo tan grande y complejo como nuestro planeta.

      El primero que se arriesgó en semejante dilema fue un arzobispo irlandés del siglo 17. Su nombre era Jacobus Usserius (1581 – 1656) pero lo conocemos como James Ussher. En 1650 publicó Anales del Antiguo Testamento deducidos del primer origen del mundo, su obra más conocida. El arzobispo Ussher dedujo, a partir de un análisis muy interesante de las generaciones del antiguo testamento de la Biblia, y una serie de correlaciones de fechas de la historia romana y de otras civilizaciones, que nuestro planeta había sido creado a las 8 de la noche del sábado 22 de octubre del año 4004, antes de Cristo. Si esto fuera cierto, habríamos celebrado el cumpleaños 6,000 de la Tierra en octubre del año 2004.

      También el arzobispo Ussher se aventuró a decir que la humanidad había sido creada el viernes 28 de octubre (casi una semana después), y que Adán y Eva habían sido arrojados del paraíso el lunes 10 de noviembre, del mismo año.

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      Es obvio que la fecha era errónea; sin embargo, en esos años todavía se consideraba a la Biblia como una fuente de conocimientos verdaderos. Además, el arzobispo realizó un trabajo sistemático y metódico para determinar su cálculo, y el 4004 a. C. para la creación de la Tierra fue tan importante que durante muchos años se conservó en las Biblias anglicanas y en otros textos que usaban la cronología bíblica, desde la época de Ussher hasta buena parte del siglo pasado.

      Qué sucedía en aquellos lejanos 4000 a.C. Hacía mucho tiempo que el paleolítico (la edad de piedra antigua) había cedido su lugar al neolítico (la nueva edad de piedra). Las técnicas agrícolas se mejoraban en Egipto, Palestina y México, al tiempo que en esa lejana época comenzó el empleo de los metales: la fundición de piedras de cobre en Mesopotamia.

      ¿Cómo sabemos tanto? ¿Por qué Ussher y sus contemporáneos ignoraban todo esto? La prehistoria como ciencia nació mucho después de la muerte del arzobispo; pero, lo que sí es seguro, es que la humanidad ya tenía bastante tiempo moviéndose en el planeta para el periodo en que calculó su origen.

      En Dinamarca, un médico, naturalista y también religioso, conocido como Steno (Niels Stensen, 1638 – 1686), por las mismas fechas postulaba algunos principios fundamentales de lo que algunos años después serían dos nuevas ciencias: geología y paleontología. Steno se dedicó a estudiar fósiles y las diferentes capas de tierra que los contenían, llamadas estratos.

      A partir de sus observaciones Steno dijo algo más o menos así: en una secuencia de estratos que se encuentran superpuestos son necesariamente más modernos los que se sitúan por encima. Es decir, si cavamos un pozo, las capas o estratos de tierra más profundas son las más antiguas.

      A partir de este principio, Steno pudo determinar edades relativas de los estratos. No es un método muy preciso, pero por un lado permite deducir una sucesión de acontecimientos (sabemos qué fue primero y qué después), y sobre todo representa el primer método con base científica para medir escalas geológicas de tiempo.

      El famoso naturalista francés, Georges Cuvier (1769 – 1832), estaba muy interesado en conocer por qué había fósiles de especies extintas, como los dinosaurios, en las capas más profundas de los estratos geológicos (y por lo tanto más antiguas): ¿qué había pasado con esos animales?, ¿cómo habían desaparecido?, ¿quién habría sido el responsable? Eran algunas de las cuestiones que intrigaban a los eruditos de su época.

      El paleoantropólogo Richard Leakey (hijo de dos pilares en la historia de la evolución humana) menciona que la Teoría del Diluvio vino al rescate:

      Proponía que las especies extintas halladas en las capas de roca habían sido víctimas del Diluvio Universal. Pero cuando se observó que con frecuencia las rocas no contenían una sino muchas capas de diferentes criaturas extintas, se hizo evidente que una sola inundación no podía ser la responsable de su extinción (Richard Leakey, El origen del hombre).

      Si la Teoría del Diluvio no servía, Georges Cuvier postuló la Teoría de las Catástrofes, la cual consistía en que nuestro planeta había pasado por una serie de cataclismos naturales, que habían eliminado a casi todos los seres vivos. Cuando murió el barón Georges Cuvier en 1832 siendo miembro de la Academia de las Ciencias, ya se habían calculado nada menos que veintisiete de esas “terribles catástrofes”.

      El mismo Cuvier y sus seguidores, también basados en la cronología del antiguo testamento de la Biblia (y en sus catástrofes), calcularon la edad de la Tierra en 70 mil años de antigüedad.

      Entre Cuvier y Steno hubo más intentos, más o menos científicos, para calcular la edad del planeta. El científico y filósofo inglés, Robert Hooke (1635 – 1703), el primer científico en utilizar el término célula (celdilla) al observar corcho con un microscopio recién mejorado, calculó la edad de la Tierra usando una tasa de sedimentación, en varios cientos de millones de años.

      El científico y escritor francés, Georges Louis Leclerc (1707 – 1788), a quien llamaban Conde de Buffón, utilizó una bola de tierra y metales que según él era similar a la composición media del planeta, la calentó lo más que pudo para fundirla y midió el tiempo que tardó en enfriarse. Con su experimento buscaba deducir la edad de la Tierra extrapolando sus resultados experimentales al tamaño y temperatura actual de nuestro planeta: estimó que tenía 3 millones de años, aunque después rectificó y bajó su cálculo apenas a 75 mil años (quizá por temor a la excomunión). Por lo menos tiene el honor de haber sido el primero en intentar el cálculo con métodos científicos, mediante un experimento de laboratorio.

      Pero ¿por qué suponían que la Tierra había sido una masa de lava fundida al principio? Ya el célebre físico y matemático Pierre Simón Laplace (1749 – 1827) había explicado que en sus orígenes nuestro sistema solar se había formado por nubes incandescentes de gases que al comprimirse para crear al sol y los planetas habían elevado más su temperatura. Para esas fechas (siglo 19) no le daban al universo entero más de 6 ó 7 mil años de antigüedad.

      William Thomson (1824 – 1907), mejor conocido como Lord Kelvin, en 1862 calculó que la Tierra tenía cerca de 100 millones de años, basado tanto en las leyes de la transmisión del calor como en la segunda ley de la termodinámica (descubierta por él mismo). Supuso que la Tierra se había enfriado a un ritmo constante. Su cálculo provocó groseros enfrentamientos con los biólogos evolucionistas de su época, quienes no creían que la evolución hubiera sido posible con apenas 100 millones de años

      De cualquier forma y a pesar de tanto cálculo, no tardaron en comenzar las protestas: el paleontólogo inglés William Buckland (1784 – 1856) rechazaba que la Biblia pudiera considerarse como una referencia de los fenómenos geológicos históricos. Entonces, comenzó la búsqueda.

      El geólogo escocés James Hutton (1727 – 1797) es considerado