La diversidad del ecosistema, como adelantamos, desempeñó un papel decisivo en el proceso de construcción de sistemas de regadío. Así, por ejemplo, en regiones como Biobío, donde existe una pluviosidad proporcionalmente mayor, la construcción de canales y embalses en el siglo XIX fue mucho menor que en zonas como Colchagua y Santiago, en que la pluviosidad es más reducida, lo que obligó a que en estas últimas se realizaran obras de gran complejidad, que supusieron elevadas inversiones. A esto se agrega que la actividad agraria en el norte de la zona central resultó mucho más intensa que en el sur, pues la realizada en esta última área, agobiada por las continuas guerrillas y malones indígenas, no pudo desarrollarse tempranamente como su contraparte septentrional.
Al igual que lo sucedido en los valles transversales, muchos de los canales y embalses del Chile central tuvieron como punto de partida el interés de los particulares. Debido a sus necesidades de irrigar las haciendas y sacar sus producciones al mercado, los propietarios agrícolas, individualmente o agrupados en juntas, comenzaron a realizar los primeros estudios de viabilidad de canales y embalses. El papel que al Estado le cupo en esta materia fue reducidísimo. En más de algún caso actuó como asesor técnico, prestamista o accionista, pero no se puede considerar a este como un actor protagónico del sistema.
En la cuenca de Santiago fueron cruciales el río Mapocho en un comienzo y el Maipo, más adelante, para la irrigación del amplio intervalle que hoy ocupa la ciudad90. El intento de construir el canal del Maipo a principios del siglo XIX se vio suspendido por el proceso de la emancipación y en la década de 1820 siguió estancado por las devastadoras consecuencias económicas de la Independencia. Constituida en 1826 la Sociedad del Canal del Maipo, se reanudaron los trabajos en 1843, modificándose el trazado original. Así, en noviembre de 1844 el canal Nuevo del Maipo pudo regar desde el piedemonte andino a gran parte de las haciendas que estaban en la zona oriente de Santiago91. Algunas de ellas, como Los Leones, Ñuñoa, Lo Hermida y las de Macul, y la parte sur hacia San Bernardo y Puente Alto, sector antes conocido como Llanos de Lepe y, más tarde, como Llano del Maipo, fueron las beneficiadas de su paso por Santiago92. También del río Maipo, y de su ribera sur, nació el canal de Pirque, construido por Ramón Subercaseaux Mercado a partir de 1834 para regar su hacienda del mismo nombre93. Diseñado por el ingeniero Antonio de Gorbea, la necesidad de labrarlo en sectores rocosos hizo que los trabajos demoraran cuatro años94.
Ediciones, Santiago, 2015, p. 137.
El área situada al sur de Curacaví recibió el riego gracias a dos obras hidráulicas de gran magnitud, que llevaron hasta allá las aguas de los ríos Mapocho y Maipo. Por iniciativa de Manuel Montt y Domingo Matte Messía, respectivos dueños de las haciendas Las Mercedes e Ibacache, se diseñó en 1854 un canal para llevar los sobrantes de las aguas del río Mapocho después de vaciarse en él los derrames recogidos por el Zanjón de la Aguada, y regar la zona poniente de Santiago, como Pudahuel, Lo Prado, Lo Bustamante y, más al poniente, hasta llegar a las tierras de Curacaví. En 1872 se asoció al proyecto el entonces diputado José Manuel Balmaceda95. La construcción de la obra duró casi 30 años, originó innumerables pleitos y produjo serios quebrantos económicos a sus impulsores. El canal de Las Mercedes, de 120 kilómetros de longitud, pasa bajo la cuesta de Barriga por un túnel de un kilómetro y medio de largo, cruza por otros dos túneles de 300 y mil 200 metros, sigue por el valle de Curacaví, sobrepasa el estero de Puangue por un puente acueducto de 700 metros y llega hasta la Rinconada de Ibacache, dando riego a ocho mil cuadras96. El canal de Mallarauco, de unos 40 kilómetros de longitud, que también atraviesa por un túnel de tres kilómetros el cordón montañoso que separa Pelvín de Mallarauco, fue iniciado en 1873 por Patricio Larraín Gandarillas y, por las innumerables dificultades técnicas y económicas que este hubo de vencer, solo fue concluido en 1893. Dividido en dos brazos al llegar a la rinconada de Mallarauco, sigue por la falda de los cerros y riega cinco mil cuadras97.
En el decenio de 1860 Juan Guillermo Gallo Goyenechea, dueño de la hacienda Requínoa, construyó el canal El Gallino98. Hacia la misma época, y para regar su fundo Cunaco, Ignacio Valdés Larrea dispuso la construcción del canal Cunaquino desde el río Tinguiririca99. El canal Común, también proveniente de ese río, permitió el riego de 18 propiedades agrícolas. Muy notable fue, por sus resultados, el trabajo de poner bajo riego las tierras de Almahue y del Huique, lo que supuso cavar las rocas del Portezuelo del Peral para llevar el agua hacia ellas. La iniciativa, que se debió a José Manuel Ortúzar Formas, tuvo como resultado regar más de nueve mil cuadras. Ella permitió, asimismo, que los pequeños propietarios de Larmahue pudieran elevar el líquido mediante las llamadas ruedas de agua o azudas, colocadas sobre el canal y que se mueven con la corriente, y que todavía están en funcionamiento100.
Ltda., Santiago, 2005, pp. 186, 200 y 212.
En el secano costero se conoce la iniciativa de Fernando Tupper Zegers para regar 100 cuadras de la hacienda Mallermo mediante la construcción de un embalse101.
En la región del Maule, cuyo impulso agrícola tomó forma más tarde que en Santiago y Colchagua, solo desde mediados de siglo se empiezan a observar sistemas complejos de regadío. Una vez más, los recursos procedentes de la minería se emplearon para mejorar la agricultura. Así, el empresario minero Juan Garín adquirió la hacienda Huemul, para cuyo riego construyó un canal desde el río Teno. Otro tanto hizo el minero José Bruno González, que del río Maule sacó un canal para regar la extensa hacienda Mariposas, en San Clemente102. Vicente Correa, propietario de tierras en la zona intermedia entre Curicó y Talca, solicitó estudios de viabilidad para construir un canal al ingeniero Martín Droully, proyecto que se hizo realidad con el canal Cumpeo, desprendido del río Lontué, muy cerca de la cordillera, y que, con 40 kilómetros de extensión, regó casi cinco mil hectáreas de las lomas de Cumpeo y parte de la hacienda Pangue103. La obra, que significó grandes movimientos de tierra, demoró 18 años. En 1850 Diego Vergara Albano, que había formado una gran estancia en Alico, hizo construir el canal Queri desde el río Maule104. Muy cerca de las tierras de Vicente Correa, Javier Larraín Aldunate inició las obras del canal Purísima, que sacaba sus aguas del río Claro105. Otro tanto hizo el agricultor José Manuel Donoso, quien construyó en las cercanías de Talca, en la comuna de Río Claro, el canal Galpón106.A Manuel Ossa Ruiz se le debe la construcción del canal de Longaví, cuya bocatoma estaba en el río de ese nombre, para el servicio de la hacienda El Porvenir, en Parral, de su padre, el célebre minero José Santos Ossa, y que permitió el riego de vastas extensiones de esa localidad. Manuel Bulnes, por su parte, construyó un canal para el riego de la parte baja de la hacienda Canteras, y Manuel Arístides Zañartu sacó agua del río Laja para regar parte del fundo Colicheo107. Del río Ñuble nació el canal Rivas, extensa obra de ingeniería que permitió el riego de las haciendas Zemita y Virgüin, de Juan Francisco Rivas, quien también hizo su fortuna en la minería108. Cabe hacer notar, como expresión del veloz crecimiento del sistema de regadío, que en el departamento de Chillán, en 1873, había 214 canales alimentados por los ríos Chillán, Ñuble, Gallipavo y Diguillín109.
El proceso de convertir las extensas zonas de secano en tierras regadas no se agotó con la construcción de las grandes obras indicadas, pues de ellas derivaban canales menores y acequias, con sus correspondientes marcos partidores, que permitían llevar el agua a los diversos predios próximos a aquellas, lo que formó una extensa y cada vez más densa red de acueductos, en cuya gestión fueron determinantes las juntas de canalistas.
En el esfuerzo por irrigar el valle central se construyeron muchas obras, y algunas de ellas con resultados fructíferos, como las recién citadas. Otros proyectos, en cambio, nunca llegaron a hacerse realidad, pero por su magnitud conviene recordarlos. Entre ellos se encuentra el gran canal del Maule, que, ideado por Cayetano Astaburuaga, tenía la finalidad de drenar los principales ríos de la región para distribuir el agua por toda ella. Esto suponía unir los ríos Lontué y Claro por el norte, y el Ñuble con el Perquilauquén por el sur, desembocando sus aguas en el Maule. Para ello convenció al gobierno sobre la necesidad