Los Indios, su Historia y su Civilización. Antonio Batres Jáuregui. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Antonio Batres Jáuregui
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 4057664141163
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en las faldas de los volcanes de Agua y de Fuego, y por el lugar de Escuintla, Sonsonate, Apaneca, Aguachapán y Cuscatlán.[51]

      Durante el primer período del siglo XIII. todavía se hallaba la nación quiché, obscura y concentrada en las montañas en donde nació. Después fué creciendo poco á poco, hasta llegar á ser muy poblada y muy rica. La ciudad de Santa Cruz, en otro tiempo la opulenta Utatlán, era la corte de los famosos reyes quichés. El cronista Fuentes hizo un viaje á aquella ciudad para estudiar sus ruinas, que revelan la magnificencia que tuvo, aunque lo que hoy se encuentra no es más que un pequeño barrio de la gran capital. Hallábase circundada de una barranca, que le servía de foso, con dos entradas muy estrechas, defendidas por el castillo de El Resguardo, que las hacía inespugnables. En el centro de la capital estaba el real palacio, rodeado de casas de la nobleza, y el pueblo vivía en las extremidades de la ciudad. Las calles eran estrechas y la población tan grande que el rey pudo encontrar 72,000 combatientes para luchar con los españoles. Esta opulenta capital contenía numerosos y bellos edificios, entre los cuales era notable el colegio nacional, en donde se educaban é instruían de 5 á 6 mil niños, alimentados por cuenta del Tesoro nacional. Había sesenta maestros y toda clase de comodidades. Como cosa grandiosa, es preciso citar el castillo del Atalaya, con cuatro pisos y un gran número de soldados. El gran Alcázar, ó sea palacio de los reyes del Quiché, según varios cronistas, no cedía en suntuosidad ni al de Moctezuma, en México, ni al de los incas en Cuzco. La fachada, de Este á Oeste, tenía 376 metros de largo y 728 de ancho. Estaba construido de finísimas piedras de diversos colores. Se dividía en muchos departamentos: el primero servía de cuartel á un numeroso batallón de lanceros, de arqueros, y de otros veteranos que escoltaban al monarca: el segundo era la habitación de los principales y parientes del rey, que vivían allí con grande opulencia, mientras no se casaban; el tercero era la casa real, donde estaba el trono, el tesoro, el tribunal de los jueces del pueblo, el depósito de armas, los jardines, &; en el cuarto y quinto, estaba la mansión de la reina y de las concubinas del rey; era inmenso, y contenía baños, fuentes, jaulas con fieras, y grandes parques.

      Y no sólo en el Quiché (Santa Cruz), se encuentran vestigios de una civilización remota, sino que, como dice Bancroft, en casi todo el territorio de Guatemala, hay restos de la cultura indígena. Las ruinas de Quiriguá, con sus altares, estatuas y pirámides, que tanto han llamado la atención del viajero que visita nuestro suelo; los despojos ciclópeos del Carrizal; las fortificaciones de Mixco; los acueductos del Rosario; las ruinas de Patinamit ó sea Tecpán Guatemala; los escombros de edificios y los ídolos de Rabinal; las antigüedades de Cotzumalguapa, Palenque, Copán y Tical; en suma, todos esos monumentos que el tiempo respetó, dan idea de las gentes que poblaron nuestro suelo, antes de la conquista española, y acerca de las cuales, escribió el abate Brasseur de Bourbourg, una obra interesante, que se intitula "Historia de las naciones civilizadas de Méjico y de la América Central."[52]

      Entre esos pueblos se contaba el reino cackchiquel, que había alcanzado notable desarrollo y que tuvo á Patinamit por corte. Los bravos cackchiqueles no sólo vencieron á los quichés, sino que, en combate memorable, ganaron la primacía entre las monarquías centro-americanas, no por cierto para consolidar la paz, sino para estar en continuas guerras con las tribus vecinas. Nación poderosa la de los cackchiqueles, pudo alcanzar desarrollo y adelanto, no obstante los disturbios y las asoladoras pestes que diezmaron á los indios de esa raza. Al tiempo de la conquista por los españoles, Guatemala comprendía varios reinos poderosos de los antiguos indios, siendo los principales, como se ha dicho, el del Quiché y el de los Cackchiqueles. Estos lucharon fuerte y largamente en defensa de su patria y libertad, y cuando fueron forzados á rendirse á los españoles, los pocos que sobrevivían de la lucha, se retiraron á vivir en partes casi inaccesibles en las elevadas montañas del norte, ó quedaron sumisos á los conquistadores en los lugares que fueron ocupados, conservando por mucho tiempo sus creencias antiguas en materia de religión, que hasta el día no han perdido. En una parte de esa región, especialmente en el estado de Chiapas y en algunos pueblos de los Altos y la Verapaz, los naturales conservan todavía muchas de sus antiguas creencias, y caracter muy reservado.

      Las ruinas de Méjico y Centro-América demuestran, de una manera cierta, que en tiempo antiguo existía en estos paises una importante civilización, que debe haber provenido de época muy remota. Sabido es que la mayor parte de esas ruinas estaban olvidadas ó habían llegado á ser vistas como misteriosas por los habitantes que los españoles encontraron en esos países al tiempo de su descubrimiento.

      En mil quinientos veinte, los bosques que cubren la mayor parte de Yucatán, de Guatemala y de Chiapas estaban tan espesos y frondosos como lo están hoy; y como probablemente estaban un siglo antes de la conquista, porque, según la tradición que se conserva de Yucatán, cuando fué destruido el reino de Maya, uno de sus príncipes huyó á esconderse en la floresta con una parte de su pueblo, los Itzas, y se estableció con ellos en las playas del lago del Petén. Si en la época á que me refiero ya existían olvidadas y sepultadas en los bosques esas importantes ruinas, y si se observa esa clase de vegetación que las cubre, no puede uno menos de suponer, con bastante fundamento, que la época de civilización que representan trascurrió hace muchos siglos.

      En la edad anterior al desarrollo de estas inmensas y espesas florestas, los lugares que ocupan estaban habitados por un pueblo que había obtenido un grado bastante alto de civilización. Los campos cultivados, y las ciudades en condición floreciente. La calidad misma de las florestas y el estado tan decaído en que se hallaban las ruinas, son pruebas inequívocas de la antigüedad muy remota del período de civilización. Puede asegurarse, sin temor de incurrir en un yerro, que ese período fué muy anterior á la dominación de los aztecas; pero no se puede fijar con precisión el número de siglos ó años trascurridos entre esas diferentes épocas. Copán, que por primera vez fué descubierto hace trecientos años, ya era entonces misterioso y tan poco conocido de los naturales, que vivían en sus inmediaciones, como lo son las antiguas ruinas de Caldea para los árabes, que vagan en los solitarios llanos de la baja Mesopotamia. No existía entre ellos ningún recuerdo ó tradición relativa á esas ruinas, que ni nombre tenían, lo cual hace suponer que cuando los aztecas se elevaron al poder ya esa ciudad estaba abandonada y oculta en el bosque que la rodea.[53]

      Si se dejan aparte las ruinas antiguas de Guatemala, y se desea saber cual era la base de la alimentación de los indios, bastará consultar á Bernal Díaz del Castillo y á Ximénez, para saber que el maíz, el chile (pimiento), el plátano, los frijoles, los tubérculos y el cacao, formaban los principales alimentos de nuestros aborígenes. Humboldt asegura que por estas regiones se conocían las cebollas, las calabazas y garbanzos. Tenían varias especies de gallinaceas, como chumpipes (pavos), faisanes y chachas. Había unos perros mudos, que no ladraban y servían para comer. Eran muy dados los indios á la caza y á la pesca.

      Sabían mezclar el cobre con el estaño para darle más dureza, y tuvieron curiosos instrumentos de esos metales, que casi igualaban al acero. Tejían sus vestidos, y los adornaban de colores abigarrados, siendo de diversos matices en cada pueblo. Mucho más se podría decir de los usos y costumbres de las antiguas naciones civilizadas del istmo centro-americano; pero ya se ha alargado bastante el presente capítulo.

      Para concluir, y sin entrar á examinar aqui si los mejicanos y quichés fueron más civilizados que los incas, cumple echar una ojeada rápida sobre el afamado país que con el nombre de Perú, fué conocido por los castellanos, que así lo denominaron á causa de que al llegar los primeros á sus costas, preguntaron á un indio por el nombre de aquella tierra, y les contestó que era Berú; "luego mirando al río, dijo Pelú, y señalando después á los extranjeros, el interior del país, Pirú. Entonces los recién llegados exclamaron: "¡Acabemos, que aquí todo es Perú!" En ninguna parte de la América llegó la agricultura á un estado más floreciente. En el arte de labrar piedras, hallábanse los incas á la vanguardia de los demás pueblos americanos. El espléndido templo del sol en Pachacanac, el palacio real del Cuzco, la fortaleza de ésta ciudad, y los célebres caminos que de allí partían para Quito y Chile, son obras colosales, que llenan el espíritu de asombro y admiración. Mucho habría que escribir acerca del rápido progreso que los incas alcanzaron bajo el imperio