—Sí. Bueno, tendrás que felicitarlo luego. La mayoría del grupo ha ido directamente para la discoteca. En fin, luego nos vemos, voy a saludar —terminó Jorge.
Jorge se dirigió hacia dos chicas que estaban tomando algo en la barra.
Las dos se pusieron a coquetear con él. Clara intentaba disimular, pero no le quitaba el ojo de encima. Seguimos bailando, aunque Clara había cambiado por completo. Intentaba reír, e intentaba bailar cómo si nada le importara, pero estaba… diferente. Decidió pedir otra cerveza.
Ana también pidió otra, pero yo decidí que ya había bebido suficiente. Además, algo había cambiado y no sabía el qué, y de repente me encontraba en alerta. Aquella noche me quedaba a dormir en casa de Clara, y presentí que iba a ser una noche muy larga.
De repente Jorge rodeó a una de ellas por la cintura, la otra se acercó a susurrarle algo al oído, y pareció pasar su lengua por el lóbulo de la oreja de Jorge. Él la miró, riéndose, como saboreando lo que iba a suceder. Y los tres se dirigieron a la salida del pub. Clara continuaba observando, y al pasar por su lado, Jorge la miró y sonrió. Fue cruel.
Ella aguantó cinco minutos más, y se derrumbó. Ana y yo supimos de inmediato que la noche había terminado.
Salimos del pub y nos dirigimos al coche. Clara no paraba de llorar.
—¡Se ha ido con las dos! —decía—. ¡Hijo de puta! ¡Con las dos a la vez!
—No lo sabes, al igual las conoce y simplemente las lleva a la discoteca —contesté.
—¡No, lo he visto todo! ¡La morena le ha mordido la oreja, y la otra le ha dicho algo! Se han ido los tres a su casa. Y no tengo ninguna duda de lo que han ido a hacer. No lo entiendo. ¿Qué le he hecho yo? Y además, ¿habéis visto cómo me ha mirado? ¿Por qué me hace esto? ¿Qué le he hecho yo?
Estaba realmente sorprendida. Mi primera noche en el mundo real, y ya no me gustaba. Yo también lo había visto todo, pero no había querido echar más leña al fuego. ¿Había sido necesario? Si realmente Jorge pasaba de Clara, ¿qué necesidad tenía de irse con dos chicas delante suyo? ¿No podía haber disimulado un poquito? Yo creo que se le notaba a la legua que estaba enamorada, y Jorge se había aprovechado de eso, porque si lo había notado yo que acababa de enterarme de qué iba todo, él también debía haberlo notado.
No me gustaba lo que estaba viendo. Sí, tenían razón. El mercado estaba fatal.
CONFESIONES
A la mañana siguiente Clara estaba un poco más calmada. Seguía llorando mientras fumaba y tomaba café, pero sólo de vez en cuando.
Yo aguantaba como podía. Había dejado el tabaco hace catorce años, la mejor decisión que había tomado en mi vida junto a la de separarme de mi ex marido, pero en ese momento era cómo si no lo hubiera hecho, pues estaba impregnada de su olor. Clara tenía la casa llena de humo. Desde que llegamos la noche anterior, no había parado de fumar y, cómo era invierno, el humo se acumulaba por toda la casa al no tener abierta ninguna ventana. Mi cabeza se debatía entre escuchar a mi amiga y salir corriendo de su piso. Creía que iba a ahogarme, no podía respirar. Terminó el cigarrillo y encendió otro. Menos mal que estaba con la cabeza en sus cosas, porque si no hubiera detectado mi cara, que precisamente no era muy amigable en ese momento.
—No lo entiendo Ruth. Conmigo no es así.
—No sé, Clara, quizá tienes razón y simplemente tiene miedo. Pero esa ya no es tu lucha. Un chico que hiere tus sentimientos a propósito no se merece estar contigo. No merece que llores por él.
—Ya lo sé Ruth, pero no puedo evitarlo.
Sí, estaba realmente enamorada. La verdad, a mi Jorge no me había dado buena impresión. No sé por qué. Es cierto que no tengo muy buen ojo con los chicos, bueno, al menos con los míos. Supongo que con los de los demás siempre es más fácil verlo. Así que no me gustó. Me pareció el típico creído que te mira con superioridad y que se piensa que sólo con sonreír vas a caer rendida a sus pies. Me pareció prepotente. Y encima no era ni guapo. Su cuerpo distaba mucho de ser atlético, pero es que además sus facciones eran extrañas. Y bajo mi punto de vista, tampoco hablaba bien. No sé, quizá al ver cómo había actuado con mi amiga había magnificado sus defectos, pero bajo mi punto de vista Clara valía demasiado para alguien como él.
—¿Sabes? Hace poco que me he separado, lo sé. Pero estoy sintiendo algo especial por alguien.
Decidí contarle a mi amiga lo que me había pasado durante la separación, en parte para ver si la distraía un poco. A Clara siempre se le había dado muy bien dar consejos. La verdad, si hubiéramos seguido la mitad de los que nos daba nos hubiera ido mejor. Pero tal y cómo le sucedía a ella en este mismo instante, dar consejos era muy sencillo. Seguirlos, cuando estás sintiendo, no lo era tanto, por no decir que era prácticamente imposible.
—¿Ah sí? ¿Quién es? ¿Lo conocemos?
Su rostro cambió. Se había serenado un poco. Volvía a ser mi amiga, la pequeña, pero la más centrada.
—No Clara, hace años que no nos vemos. ¿Cómo vais a conocerlo? —dije—. Es un compañero de trabajo. La verdad, me ha apoyado bastante con el tema de la separación. Me ha escuchado, y me ha hecho sentir valorada. Me ha dado fuerzas cuando me fallaban. Nos hemos dado un beso.
—¿Un beso? ¿Estáis saliendo?
—No, tiene pareja.
La cara de Clara cambió por completo. Creo que el dolor volvió a su corazón con más fuerza, así como el recuerdo de Rubén. Aunque bueno, al menos había olvidado a Jorge por un momento. Me preparé para una bronca monumental, aunque esta llegó más en forma de sentencia.
—Sabes que eso no está bien. Olvídalo —me dijo.
—Nos hemos enamorado —contesté.
—¿Ah, sí? Pues que deje a su pareja.
—No es tan fácil. Ella es mayor que él, y su anterior pareja también la dejó por una más joven. No sabe cómo hacerlo para herir lo mínimo sus sentimientos.
—¡Pues será que no es fácil! —Clara montó en cólera—. Mira, lo siento, he conocido a otra persona, me he enamorado, te dejo. ¿Qué será mejor, eso o que se entere por ahí que lleva unos cuernos que no pasa ni por la puerta?
—No lleva cuernos, Clara, sólo ha sido un beso.
—Sí, de momento, hasta que os lieis. Lo que no entiendo es cómo tú te has prestado a algo así. Será que no hay chicos en el mundo. ¿Tienes que liarte con uno con pareja? Mira lo que me pasó a mí. No lo entiendo Ruth, ¿en qué estás pensando? Y además con el psicópata de tu ex presente todavía. ¿Qué quieres, que te haga la vida más imposible?
—Tienes razón. Supongo. No lo he hecho a propósito Clara. Me he enamorado.
—Ya, pues enamórate de alguien sin pareja —sentenció Clara.
Para ella el tema estaba cerrado. No había duda alguna. Eso, estaba mal. Ella era así. Lo blanco, blanco. Lo negro, negro. Nada de grises. Y lo que estaba mal, estaba mal.
—¿Él dice que está enamorado de ti también?
—Sí. No lo hemos buscado Clara. De verdad. Ha sucedido.
—Quiero conocerlo —dijo—. Hablaré con él. Yo lo he vivido. A ver si piensa igual cuando haya hablado conmigo. ¿Cómo se llama?
—Ángel.
ÁNGEL
Ángel era enfermero. Entonces, yo estaba trabajando como administrativa en un conocido hospital desde hacía seis años. Ángel apenas hacía un año que trabajaba