Tres vidas. Raquel CG. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Raquel CG
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417500764
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voy a matar! —fue lo primero que dijo.

      En ese momento, Ana sí sintió miedo.

      —No estoy con nadie Javier, estoy en un hotel. Necesito pensar. No entiendo que te pasa. No entiendo nada. ¿Por qué me estás gritando?

      —¿No estás con él? ¡No me lo creo, ayer lo vi todo! —gritó él.

      —Javier, necesitas calmarte. Voy a pasar el día aquí, y cuando te calmes hablaremos. Quiero que lo dejemos. No confío en ti, me asustas.

      —¿Quieres dejarlo? ¿Por qué? ¿Te lo has follado?

      —Javier, ya te he dicho que no estoy con nadie. Cálmate. Me gustaría ir a recoger mis cosas. Cuando te calmes y puedas, avísame e iré con una amiga.

      —¿Dónde estás? —preguntó Javier.

      —Prefiero no decírtelo —dijo Ana.

      Y colgó el teléfono. No confiaba en él, no en ese estado. Llevaban diez años juntos, pero ese no era el Javier con quién ella había estado. No lo conocía. Ella, tan fuerte, tan independiente, tenía miedo.

      Cuando fue a trabajar el lunes estaba más calmada. El día en la oficina pasó rápido.

      Por la tarde, al salir, pensó en Javier. Lo llamaría para ir a recoger sus cosas.

      No hizo falta.

      Javier estaba esperándola a la salida del trabajo, con un ramo de rosas. Ana se sorprendió. ¿Dando señales de humanidad? ¿En público? No se lo podía creer.

      —Ana, siento lo del sábado. Me puse celoso y perdí el control. No reaccioné bien. Te quiero, y no soporto que otro pueda tocarte.

      —Lo siento Javier —dijo ella—. No puedo continuar contigo.

      Ana se había asustado el sábado, sí, pero cuando lo tuvo delante de ella el miedo dio paso a una punzada de dolor y rabia por saber que debía decirle adiós, porque ya no confiaba en él, pero sin saber si tendría fuerzas. Se dio cuenta de que le amaba, con todas sus fuerzas, a pesar de todo, a pesar de lo sucedido el sábado. Nunca había amado a nadie como a Javier, a pesar de su carácter, y en ese instante supo que quizá nunca volvería a amar a nadie así. Pero no podía dar marcha atrás. Ana observaba, y había observado que ambos habían comenzado a sacar el uno del otro lo peor.

      Tras cuatro años sin verlas, por fin conseguí reunirme con ellas. ¡Teníamos tanto que contarnos! Cierto era que habíamos hablado alguna vez por teléfono, pero no era lo mismo. También era consciente de que en una noche no íbamos a poder ponernos al día de todo, pero bueno, sería el principio de una nueva época.

      Yo había conseguido separarme, y hacía apenas un mes que vivía sola nuevamente. Había conseguido la custodia compartida, y bueno, que el psicópata de mi ex marido hiciera un poco de reparto de los bienes materiales que teníamos, y la intención verbal declarada de dejarme en paz por ser la madre de su hija. Eso sí, según él, siempre que me comportara, es decir, que no saliera con nadie, y que cuando él necesitara algo yo corriera a saber qué era.

      Todavía no entendía cómo no había terminado loca. Había sufrido seis meses de malos tratos psicológicos hasta que conseguí firmar el papel del divorcio, seis meses viviendo bajo el mismo techo, intentando convencerlo que era lo mejor ya que no nos queríamos, y que no podía comportarse atacando a todo mi entorno sólo porque estuviera rabioso.

      Seis meses en los que, menos sexo, había continuado siendo para todos los demás la esposa perfecta y cocinando, fregando, planchando,…

      Seis meses en los que cada noche venía a la cama, y me llamaba puta, entre otras cosas, y me preguntaba por quién lo dejaba. Me amenazaba, insultaba, y acusaba de ser la causante de la desgracia en su vida.

      Aprovechaba cuando lo veía de buen humor, para intentar avanzar en el divorcio, para conseguir pequeños pactos, para salir de allí.

      Así que había firmado todo lo que él había querido, y había prometido todo lo que me había pedido. Lo único que quería era salir de allí, y no podía hacerlo hasta tener firmado el convenio, un convenio abusivo dónde manifestaba toda su rabia, pero que me permitía estar con mi hija, aunque no todo el tiempo.

      No había podido defenderme, no tenía fuerzas. Así que había hecho lo que tan bien se me daba: había sobrevivido.

      —¡Chicas! ¡Por fin! —dije.

      Estaba realmente contenta de verlas. Habíamos ido a cenar a un restaurante de las afueras de Barcelona, bajo petición expresa mía. Seguía teniendo miedo de mi ex marido. Todavía ejercía su influencia sobre mí. Prefería que no supiera si salía o no, no quería hacerlo enfadar.

      —¡Nena! —dijo Ana—. Eso tú, que es más difícil quedar contigo…

      Nos sentamos. Era un restaurante de tapas. Pedimos la carta y vino tinto mientras pensábamos en lo que íbamos a comer.

      Pedimos unas patatas bravas, mejillones al vapor, atún encebollado y una especie de carne cruda aliñada que chiflaba a Clara, pero que yo no tenía la más mínima intención de probar. Todo para compartir.

      —Cuenta, Ruth —dijo Ana—. ¿Qué ha pasado? Parecíais la pareja perfecta…

      —Ni lo sé, Ana. De repente, cambió. Bueno, creo que en realidad siempre fue así, pero no lo vi. O no quise verlo. Ha sido muy duro…

      Pasé a relatarles un poco cómo había ido todo. Ya habría tiempo de profundizar poco a poco. Esta era la primera de muchas cenas que pensábamos hacer.

      —Creo que era gay —dijo Clara medio riendo—. Lo vi claro en la boda. Te ha dejado por otro, ¿a que sí?

      —No Clara —dije riendo—. Lo he dejado yo. No sé cómo explicarlo. Llevábamos ya más de cinco años mal. He intentado salvar mi matrimonio pero es que es un psicópata. Se metía en mi cuenta de correo, se creaba cuentas de correo falsas para putear a mis amistades, me ha amenazado…

      —¿Tu ex marido? No me lo puedo creer, ¡si parecía tonto! —dijo Ana.

      —A mí no me sorprende nada —puntualizó Clara—. Los tíos están fatal. Yo creo que les han afectado las radiaciones o algo así, porque no se salva ni uno. ¿Quieres creerte que a mí San Rubén me hizo creer que estaba loca y que me estaba imaginando que estaba con otra? ¡Qué hipócrita!

      Cada vez que hablaba de su ex, Clara se ponía furiosa.

      —A la semana los vi juntos. Vamos, ¡nadie conoce a nadie en una semana! Y encima iba haciendo “el pena”, diciéndole a todo el mundo que me había dejado él porque no soportaba mis cambios de humor. Casi como si lo estuviera maltratando. Si lo llego a saber le estrello un jarrón en la cabeza. ¡Entonces sí que hubiera podido quejarse!

      Clara me contó lo que había sucedido. Rubén hacía meses que estaba con otra, pero era tan cobarde que no fue capaz de decir nada hasta que Clara los pilló. A la semana ya hacía vida en común con “la otra”, y a los dos meses ya vivían juntos ¡en el piso de ella! ¡Rubén, que nunca había querido abandonar su piso bajo ningún motivo!

      —Dos años he estado para recuperarme —dijo Clara—. Adelgacé 10 kilos. En el trabajo pensaban que estaba enferma. ¡Hasta me obligaron a tomar vacaciones!

      —¿Y ahora cómo estás? —pregunté.

      —Bien.

      —Bueno, bien no —dijo Ana—. Ha conocido a otro capullo que no le hace ni caso.

      —No es un capullo, lo ha pasado mal —lo defendió Clara—. Yo creo que siente algo por mí pero no se atreve a dar más pasos.

      —Sí, los únicos que da son de la puerta de tu casa a tu cama los sábados por la noche que le viene bien, y de tu cama a la puerta para huir por la mañana —rio Ana.

      Yo