Crisis del agua . Jaime Peña Ramírez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jaime Peña Ramírez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9786070252815
Скачать книгу
una extrema violencia. La capacidad de contaminación por el uso de energéticos y el consumo de enervantes igualmente se concentra en los países ricos; el tercer mundo se transforma en proveedor, de tal modo que el placer de los ricos, conlleva violencia y corrupción en el mundo del hambre.

      Así, la producción de bienes y males ha sido acompañada de un paradigma energético depredador, y a la vez injusto, entre regiones y países. Esto ha conducido a la generación de riqueza concentrada en pocas manos y a muchas desgracias en la salud y bienestar general de la humanidad. De tal modo que hay una crisis de distribución que no solamente genera movimientos sociales, como el de los indignados de la Puerta del Sol en España o los de Ocupa Wall Street, sino que también reacomoda capitales y fuerza de trabajo en el espacio, generando fenómenos migratorios intensos.

      La crisis ecológica surge, por su parte, de una forma histórica de producirconsumir- distribuir que desemboca en crisis; digamos que no es el capital en abstracto el responsable, sino capitales, organismos y países específicos. El grueso de los contaminantes proviene de la producción depredadora de los países ricos por el grado de entropía que generan (Altvater y Mankhopf, 2002) y sin embargo, afecta más a las empobrecidas regiones del tercer mundo, a pesar de que éstas puedan contar con gran diversidad biológica y cultural. Las soluciones propuestas por empresarios de los países ricos son sumamente claras en el sentido de los beneficios de una eventual modernización ecológica (Redclift y Woodgate, 2002):

      La proposición central de la modernización ecológica es que el crecimiento económico puede adaptarse para satisfacer objetivos medioambientales […] Se afirma que la empresa se tomará en serio la modernización ecológica cuando se beneficie económicamente de ella […] En la práctica, la acción internacional efectiva para abordar los problemas medioambientales no consiste sólo en soluciones técnicas. Requiere también un acuerdo sobre medios y fines en el que la internalización de los costes medioambientales (a través de la modernización ecológica) suponga una ventaja de mercado por la que los ricos recojan la mayoría de los beneficios (Redclift: 55-58).

      De esta manera, el mercado impone sus reglas para la superación de la crisis ecológica comandada por el capital y los países ricos: no resulta extraño entonces que los problemas de salud, alimentación, educación, vestido, vivienda y demás servicios básicos, se instalen en el ámbito de la ganancia capitalista, la que a su vez, ha hecho de la naturaleza un comercio, o si se quiere, un medio ambiente, para matizar la crudeza de los hechos.

      En este contexto, surge una serie de procesos que se han dado en llamar crisis del agua, entre los cuales destaca su escasez, derivada básicamente de su contaminación.

      En realidad el problema no es, ni será, tanto de escasez como de calidad […] Estamos ante las trágicas consecuencias de una de las crisis más trascendentales en marcha: la crisis ecológica de los ecosistemas hídricos. La combinación de la contaminación sistemática y de la extracción abusiva de caudales está conduciendo a graves problemas de disponibilidad de aguas potables (Arrojo, en Barkin, 2006: 50).

      El agua es un elemento vital que ha sido dañado por la actividad humana, especialmente por aquella vinculada a la industrialización y urbanización asociadas al consumo energético ya citado. Ante ello, el capital, los estados ricos y los organismos internacionales vinculados a los grandes capitales transnacionales del mundo (G-7, OMC, Banco Mundial), reconocen a partir del último tercio del siglo XX (1972), la existencia de una crisis del agua y la necesidad de subsanarla mediante la adopción de una estrategia de desarrollo sustentable.

      Ante ello, nos indica Sachs:

      El significado de la sostenibilidad se refiere a la conservación del desarrollo en lugar de la conservación de la naturaleza. Es más, como “desarrollo” es un envoltorio conceptualmente vacío que puede incluir todo, desde la tasa de acumulación de capital hasta el número de letrinas, siempre seguirá siendo confuso y cuestionable qué debe sostenerse exactamente. Ésta es la razón que explica por qué todo tipo de actores políticos, incluso los protagonistas entusiastas del crecimiento económico, pueden hoy día expresar sus intenciones en términos de “desarrollo sostenible”. El término es hoy día intrínsecamente auto-referencial, como lo confirma con claridad una definición del Banco Mundial: “¿Qué es sostenible? Desarrollo sostenible es un desarrollo que perdura” (Banco Mundial, 1992: 34) (Wolfang Sachs en Redclift, 2002: 65, 66).

      En el alcance espacial de la perspectiva del desarrollo sostenible, entonces tenemos una estrategia así concebida:

      La tendencia a definir los problemas medioambientales del tercer mundo de manera que su solución sólo pueda proceder del norte es una variante benigna de la tendencia a proyectar la responsabilidad hacia el sur. Por ejemplo, la voluminosa “Agenda 21” –el plan de acción de 800 páginas de la Comisión de Naciones Unidas para el Medio Ambiente– se elaboró con este espíritu. Divide el mundo ecológicamente en países con déficit y países de alto rendimiento. Los problemas medioambientales del sur se consideran resultado de un capital insuficiente y de una tecnología obsoleta, de la falta de experiencia y de un débil crecimiento económico. Y la definición del problema ya implica su solución: el norte tiene que aumentar sus inversiones en el sur, proporcionar transferencia tecnológica, introducir competencia en la ecoingeniería y actuar como locomotora del crecimiento para el sur (Hildyard, 1993). Es fácil comprender cómo las convenciones del pensamiento desarrollista moldean esta perspectiva; de nuevo, el sur se describe como el hogar de la incompetencia y el norte como la fortaleza de la excelencia (Sachs en Redclift: 70).

      Nuestro tema de crisis del agua no escapa a esta forma de pensar las posibles soluciones, tal como veremos a lo largo de este trabajo. Por el momento, queda claro que la crisis del agua es un fenómeno mundial; refiere procesos de deterioro, agotamiento y contaminación del recurso; en su atención interviene el Estado, principalmente, con el apalancamiento de los organismos internacionales y la creciente influencia del capital transnacional, quienes difunden un modo ambiental de ver el problema del que todos somos culpables y la redención queda en sus manos.

      En tanto peligro, o riesgo, como ahora se llama, la crisis del agua a nivel global se asocia a fenómenos relacionados con el cambio climático mundial que afecta los ciclos naturales del agua. Las causas antropogénicas del cambio climático, producto del uso excesivo de combustibles fósiles que producen gases de efecto invernadero, agudizados por la deforestación y quema de bosques, son producto del paradigma extractivo vigente bajo el capitalismo mundial que rompe los ciclos naturales del agua para su uso en los polos de desarrollo urbano capitalista. Los fenómenos de El niño o La niña se han agudizado de tal modo que propician lluvias extremas con inundaciones y, a la vez, procesos de desertificación de algunas regiones. Esto se atribuye al impacto de la producción de clorofluorocarbonos, deforestación, quema de bosques y otros fenómenos producto de la actividad humana. El peligro por estos procesos ha sido evidente en los últimos años en muchas regiones del mundo, despertando la necesidad de acuerdos mundiales para detenerlos, sin que a la fecha existan compromisos serios para lograrlo.

      La cara de la crisis del agua más evidente la constituye su contaminación por los usos urbano-industriales y agrícolas. En ello existen responsables identificados, pero se avanza poco en el control y supresión a nivel de origen. Lo que se observa son medidas de saneamiento del agua residual industrial y urbana, con un conjunto de tecnologías dominadas por grandes empresas transnacionales. La contaminación produce una reducción del agua limpia disponible para todos los usos humanos, especialmente para los usos básicos de limpieza y salud de los habitantes del mundo, y entramos de lleno con este tema, al ámbito de una crisis civilizatoria, en tanto el agua que consumimos ya no puede surgir espontáneamente de los aprovechamientos superficiales o subterráneos, si no es mediante tratamientos costosos. En la sociología actual se habla de una naturaleza construida refiriéndose al medio ambiente, cuando debería hacerse mención también a una naturaleza destruida a partir de la cual el ser humano reconstruye lo que puede, tal como se percibe en Hiroshima, por poner un ejemplo extremo.

      Los