En cuanto al capital, este mismo autor nos dice:
Los monopolios cuentan con representación en todas las comisiones estatales y privadas del medio ambiente y su influencia en la legislación es a este respecto decisiva […] La industria de la protección del medio ambiente se ha enquistado en el corazón del movimiento ecológico […] El resultado ha sido que en la actualidad una cuarta parte del presupuesto federal para la investigación va a parar a sus arcas para la protección del agua […] Un aspecto esencial del negocio del medio ambiente es el desarrollo de productos químicos y aparatos purificadores con destino a medios polucionadores. Los grandes trusts químicos, que se hallaban en primera fila de los productos de polución, se aprestan con gran entusiasmo, como por ejemplo la firma Monsanto, a defender las medidas de protección del medio ambiente, desde el momento en que ellos mismos fabrican sistemas de control ecológico […] Tampoco podemos olvidar que los intereses del capital son contradictorios en sí mismos (Ensezberger, 33-39).
Estas prácticas observadas por los analistas e ideas planteadas en los años setenta del siglo XX siguen vigentes, inclusive extendidas hacia todos los países, y no es casualidad que la firma Monsanto aparezca hoy en la producción de alimentos y semillas, así como en otros campos de la salud. Otras más, como Vivendi, avanzan en los negocios de la contaminación del agua.
Los cambios neoliberales verdes en el discurso y práctica estatal. Los organismos internacionales. El desarrollo sustentable
Los cambios que ha traído el neoliberalismo en el escenario mundial del ambientalismo globalizado en el arranque del nuevo milenio podrían analizarse en varios frentes. Se enmarcan, por lo demás, en el retiro y adelgazamiento del Estado, el discurso de la eficiencia y la competencia, el dominio del capital financiero, entre otros aspectos.
En relación con el Estado, se genera una tendencia a su debilitamiento, fortaleciéndose a la vez la presencia de los organismos internacionales, bastante activos en atender las recurrentes crisis económicas y financieras de la etapa transitiva entre siglos; dichas crisis refuerzan las tendencias concentradoras del producto mundial y la presencia cada vez mayor de políticas económicas impuestas a los países deudores; éstos reciben préstamos condicionados para que abran sus mercados, desalienten la intervención estatal y promuevan el capital internacional en todos los campos de la ganancia.
El discurso del desarrollo sustentable toma cuerpo en una serie de políticas ambientales y creación de aparatos estatales que dan juego a ONG y otros agentes sociales emergentes que han surgido ante las diferentes crisis: agrícola, alimentaria, de salud, de narcotización, de valores, etcétera. Emergen los derechos de la mujer, de los niños y ancianos; los derechos a la información, a la salud en diferentes versiones, entre otros. En cada aspecto, los organismos internacionales instalan programas y especialistas, generándose equipos multidisciplinarios de atención, dependiendo del tema particular.
El capital ha seguido su curso de acomodo en los campos más prósperos de desenvolvimiento y esto surge en los productos de uso masivo tales como el agua embotellada. Sin embargo, el capital productivo ha ido detrás del financiero, con resultados desalentadores a la inversión por la baja tasa de ganancia en relación con la tasa de interés; a su vez, el capital en acción tiene que vencer obstáculos burocráticos con ciertos precios, que imponen las corrompidas burocracias a su desenvolvimiento. Pero la competencia mayor es con capitales surgidos del narcotráfico, de fáciles negocios en los ámbitos especulativos. Las cualidades de la producción reflejan los nuevos tiempos en la era informática y robótica; los materiales modernos, así como novedosas tecnologías (nanotecnología, genética y biotecnología) generan nuevos productos, mientras que los sistemas de comunicación y mercadeo aceleran tiempos y movimientos para el desplazamiento global de los productos. Muchas de las modernas tecnologías dejan sin aliento a la producción de nuevas reglas y leyes que ofrecieran seguridad tanto al capital como a los estados. Las estrategias de obsolescencia programada se quedan cortas ante nuevas tecnologías emergentes, generando más basura de la acostumbrada. Los movimientos comerciales virtuales están fuera del control estatal y las patentes forman un cúmulo mundial diariamente, bajo el dominio del capital. Mientras tanto, son ambivalentes los resultados de la nueva era de la comunicación, la cual puede favorecer al ser humano tanto como perjudicarlo. No obstante, en tal marasmo, lo palpable es la persistencia de la crisis ecológica, incrementada por cada crisis económica o por lo que un autor ha llamado la gran crisis (Bartra, 2011). Así, el enverdecimiento de las políticas hídricas se nota, con algunos cambios, en el contratismo de viejo cuño para dar juego a nuevas formas descarnadas de contratación Estado-capital, con aumento en las cuotas que cada capital deberá pagar al director de la burocracia en turno para adjudicarse el contrato en cuestión. Generalmente las grandes firmas nacionales resultan beneficiadas por las nuevas reglas de competencia en el mercado, pero suelen aliarse hoy con las empresas globales que manejan la tecnología del caso, como regla del Estado (impuesta por los prestamistas internacionales). Sin embargo, lo sobresaliente son los grandes negocios con el agua en todos los campos de atención y en los nuevos que genera el mercado, bajo el concierto del capital. Incluso el acuífero guaraní en el sur del continente americano está bajo la mira del capital. De tal modo que los nubarrones de las guerras por el agua están presentes en el mundo (Vandana Shiva, 2003; Gian Carlo Delgado, 2004).
La discusión sobre crisis del agua
El concepto crisis del agua ante la crisis civilizatoria y el desarrollo sustentable
La crisis del agua se puede definir, en primera instancia, como un conjunto de procesos de deterioro de la calidad y cantidad del recurso para la reproducción de la vida, enmarcados en un contexto civilizatorio que los atiende para abrir camino a nuevas formas de relación del hombre con el agua. Siguiendo a J. Robert (en Ávila García, 2004: 42): “Estamos en un momento de peligro y de opción. O, para hablar griego, estamos en una crisis […] momento de necesario discernimiento y decisión. Los que preferían hablar latín hablaban de bivium, de vía a dos opciones, de bifurcación. In bivio stamus: estamos en un momento de decisión” (J. Robert en Ávila G., 2002: 42).
Efectivamente, el agua se ha contaminado dañando los hábitats, se agota para ciertos usos humanos, se sobreexplota o deteriora en su devenir de agua subterránea o superficial; se manifiesta escasa; adquiere valor (económico) y precio exorbitante superior al del petróleo en el caso del agua embotellada; es decir, como resultado social, se transforma en mercancía, objeto de discordias que conducen a guerras por su causa.
La crisis del agua de beber se sintetiza históricamente en las botellitas que contienen este líquido: el bien elemental y necesario se contamina por la producción (en términos amplios) petrolera, y a su vez se retiene con derivados del petróleo que irán a contaminar los cuerpos de agua después de consumirse. La crisis económica está presente, por lo que significa no tener agua y cubrir la demanda con un bien encarecido; la crisis de valores es comandada por irresponsables productores de las botellitas que arrastran a los consumidores en su inconsciencia y la crisis ecológica, acompaña a todo un proceso productivo depredador. Este conduce a grandes injusticias sociales y ambientales en el corolario. La mercancía agua se transforma así en fetiche que oculta una serie de contradicciones del hombre con el vital líquido y del hombre con el hombre.
Por su parte, la población concentrada en las urbes es un fetiche que justifica una serie de injusticias y depredaciones con el agua. Se trata entonces de develar estos fetiches con nuestro análisis de la crisis del agua.
La crisis civilizatoria, que incluye la crisis de valores, la crisis económica y la ecológica (conforme a Toledo, 1987) se expresa en múltiples aristas. La de valores, entre otros aspectos, toca fibras bélicas en principio, las cuales mantienen al mundo en riesgo