Crisis del agua . Jaime Peña Ramírez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jaime Peña Ramírez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9786070252815
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dialoga con los movimientos sociales por la construcción de sociedades sustentables y por la reapropiación de su naturaleza y sus territorios de vida” (Leff, 2004). En relación con nuestra ciencia, delimita sus objetos de estudio en los siguientes términos:

      A la ecología política le conciernen no sólo los conflictos de distribución ecológica, sino el explorar con nueva luz las relaciones de poder que se entretejen entre los mundos de vida de las personas y el mundo globalizado […] Conflictos derivados de la distribución desigual y las estrategias de apropiación de los recursos ecológicos, los bienes naturales y los servicios ambientales […] Es […] La reapropiación de la naturaleza […] Una política de la diferencia, de la diversificación de los sentidos (Leff en Alimonda, 2006: 22, 34).

      En cuanto al método, nos indica que:

      La ecología política atrae a la economía ecológica, el derecho ambiental, la sociología política, la antropología de las relaciones cultura-naturaleza, la ética política, en un tono multidisciplinario. Declara que […] No estamos ante un nuevo paradigma de conocimiento o un nuevo paradigma social, sino que se trata de un campo que aún no adquiere nombre propio; se le designa con préstamos metafóricos de conceptos y términos provenientes de otras disciplinas para ir nombrando los conflictos derivados de la distribución desigual y las estrategias de apropiación de los recursos ecológicos, los bienes naturales y los servicios ambientales […]

      […] No se trata tan sólo de adoptar una perspectiva constructivista de la naturaleza, sino política, donde las relaciones entre los seres humanos, y entre éstos con la naturaleza, se construyen a través de relaciones de poder (en el saber, en la producción, en la apropiación de la naturaleza) y de los procesos de “normalización” de las ideas, discursos, comportamientos y políticas (p. 26) […] Habrá de edificarse y convivir en una Babel de lenguajes diferenciados, que se comunican e interpretan pero que no se traducen en un lenguaje común unificado (p. 34).

      En general coincidimos con este autor, sin embargo, diferimos de algunos puntos de partida; así, por ejemplo, el concepto de medio ambiente, del cual surge la racionalidad ambiental, sobre el que descansa el resto de sus argumentos, es ambiguo, así como el de sustentabilidad. Tal vez hablar de crisis ecológica y de crítica de la ecología política sería más prudente, pero no de distribución ecológica porque confunde: la contaminación no es un tema elegible para una distribución. Por ejemplo, las relaciones de poder eventualmente se transmutan en no poder, al igual que el saber en ignorancia o la producción traducida en destrucción y caos, como elemento dominante surgido de la entropía, o de la no apropiación de la naturaleza en el caso del agua o del aire. Es cierto que la ciencia ha perdido los referentes éticos, y por lo mismo resulta indispensable recuperar los saberes no científicos, para hacerlos llegar a la Torre de Babel en aras de una lengua común centrada en referentes éticos. Tal vez los temas de agua, salud, alimentación, etc. todos ellos, deban abrir una interrogante sobre sus orígenes, orientada a escarbar en el porqué de las crisis; así planteado el problema, nos conducirá a enfocar las hipótesis al comportamiento del Estado y el capital en la etapa de globalización, sobre todo del capital transnacionalizado que supera fronteras mediante los préstamos internacionales manejados por los organismos que dominan el espectro mundial.

      Desde la crítica de los autores de influencia marxista en los años setenta del siglo XX, se observa una visión de la ecología política como ideología. Las críticas de Ensezberger, Gortz o Tibaldi identifican el discurso ambientalista burgués y las necesidades del capital para perpetuarse generando capitales y especialistas ambientales en el campo de la ganancia, así como los discursos del Estado. Reconocen las reformas ambientales a las que aspira el capital y los límites del ambientalismo, en tanto no es capaz de detener, sino de garantizar el desarrollo capitalista con sus contradicciones no sólo entre las relaciones de producción y las relaciones sociales, sino ahora con la naturaleza (segunda contradicción hombre-naturaleza). Inclusive en el caso de sociólogos tales como Pérez Agote, encontramos referencias a un ambientalismo ideologizado en los países avanzados, que toma gran fuerza con los medios de comunicación:

      El movimiento ecológico está siendo digerido. Se está convirtiendo en una nueva capacidad de un nuevo consumo. Consumo forzoso, además. Con ello, se asegura la participación política, el éxito de ciertos movimientos. Pero ello requiere, a su vez, que el poder político juegue un papel extremadamente activo. Como siempre, lo político aparece en el terreno de la síntesis, de la integración; y por consiguiente, de la descomposición y de la ruptura; se trata, en cierto sentido, de lo dinámico. Si se admite que los fenómenos políticos se caracterizan por su aspecto sintético (se confunden con la organización de la sociedad global) y por su dinamismo (se basan sobre la desigualdad y la competición), el medio ambiente es un fenómeno indiscutiblemente político […] El discurso es caracterizado como ideológico, perteneciente en su forma y contenido a la ideología tecnocrática. Se trata, por tanto, de describir y caracterizar el fetiche del medio ambiente. El “medio ambiente” es una forma determinada de problematizar el fenómeno de la degradación del medio. Esta problematización es operativa dentro de la racionalidad tecnocrática y sus estrategias de resolución de los conflictos sociales (p. 15). Más preciso aún, dice el autor: el que contamina vende la descontaminación y necesita del poder político para ello (p. 141). […] Una vez que el problema ecológico es digerido por el poder político, éste intenta reconvertirlo en una fuente de desarrollo del propio sistema (p. 176). […] Una vez socializada una determinada conciencia semiótica (traducción a términos ideológicos: necesidad de bienes concretos aportados por el mercado), el Estado puede suscitar una determinada participación política, porque la proyección concreta de ésta sería en términos de necesidades colectivas de bienes producidos por el mercado (p. 196). [El subrayado es del autor].

      Ésta parece ser una interpretación bastante coherente del proceso político-ideológico ambiental. La ecología política como ideología inspira a los verdes europeos desde su nacimiento en el terreno político-electoral (Marcellesi, 2008; retoma a Lipietz); sin embargo, el concepto de ecología política puede verse como instrumento analítico siguiendo las restantes acepciones citadas por Gudynas, tal como los dos autores marxistas antes citados, que siguen agudamente las acciones, discursos y comportamiento de los agentes principales que definen la política ambiental, o de los grupos subalternos que sufren los impactos ambientales negativos. El discurso ambientalista del Estado en su nueva modalidad globalizada y sobre todo, de los organismos internacionales que cuentan con sus intelectuales orgánicos mundiales, disponen de una interpretación específica de la crisis del agua y su existencia, así como de los bienes que el mercado debe disponer para atenderla, tal como los bienes que surgen con las crisis de la salud o la alimentación.

       Estado, capital y sociedad civil

      Tal como lo reconoce Pérez Agote, el Estado constituye su vocación ambientalista que gana la partida a los movimientos de protesta en muchos países durante la segunda mitad del siglo XX. Estados Unidos es el caso más claro a partir de la aparición del texto Silent Spring de Rachel Carlson en los años sesenta. Éste conlleva al procesamiento de nuevas leyes, la creación de la EPA (Environment Protection Agency) y a una persecución de capitales productores de venenos para la agricultura o depredadores del agua y el aire con claros impulsos a nuevos capitales en la nueva rama ambiental. Es interesante recordar que en el Earth Day convinieron el Estado, los monopolios y la juventud contestataria (Pérez Agote: 195). Al Estado corresponden los aspectos básicos de coerción y de consenso; al capital interesa la ganancia y el proceso continuado de crecimiento y acumulación, mientras que en la sociedad civil surgen inquietudes ecológicas por envenenamientos, riesgos reales y potenciales, evidencias de contaminación y agotamiento de los recursos. Antes de lograr esta claridad teórica, los críticos de izquierda afirmaban:

      El Estado sólo entra en acción cuando ve amenazados los intereses de explotación de las empresas. La crisis del medio ambiente