Para las personas que se dedican a las actividades y comercio informal en la zona transfronteriza, está bien visto, dado el supuesto de que se encuentran trabajando para obtener un salario, aunque sean considerados no formales. Este tipo de actividades se realiza bajo el visto bueno de las autoridades locales, las cuales permiten seguir realizando actividades sin sancionar a quienes las realizan, favoreciendo la creación un área de continuo tránsito entre los inmigrantes y las personas de esa “área comercial”.
Una de las posibles razones de la informalidad descansa en la contigüidad de los territorios, históricamente unidos, y en los usos y costumbres, que surgen de la constante interacción entre los individuos, creando lazos culturales y emocionales.
1.8.1. Estructuras no formales
Antes de indagar en este apartado es necesario definir el concepto de estructuras no formales. Martín (s. f.), basado en la estructura no formal de la educación, la describe como,
Todo proceso educativo diferenciado de otros procesos, organizado, sistemático, planificado específicamente en función de unos objetivos educativos determinados, llevado a cabo por grupos, personas o entidades identificables y reconocidos, que no forme parte integrante del sistema educativo legalmente establecido y que aunque esté relacionado con él, no proporcione directamente ninguno de sus grados y titulaciones (Pastor Homs, 1999, p. 184 citado en Martín, s/f, p. 7).
Por ello nos referiremos a aquellas relaciones que tienen una estructura, personificadas por una figura o representante, y que cuentan con una organización no formal, legal, con cierta formalidad y respeto. Un ejemplo de esto son las comunas, organizadas pero sin una institución que las avale o respalde existiendo, a su vez, dentro de las mismas una formalidad, con cada representante jugando un papel de importancia dentro de éstas.
Así, se entenderá como estructuras no formales a las redes de relaciones locales que incluyen familias, amistades y relaciones económicas informales, que permiten a la población local entretejer sus intereses y sus necesidades y, de ese modo, vivir, sobrevivir o prosperar a través de acuerdos de intercambio que mezclan economía, parentesco, coincidencias de modos de vida, cultura y, en ocasiones, afiliaciones políticas, religiosas o ideológicas.
1.8.2. Estructuras informales
El concepto “informalidad” aparece en la literatura en 1971 creado por Keith Hart a partir de un estudio en Ghana sobre la ocupación urbana, donde se utiliza la definición de oportunidades informales de ingreso (INEGI, 2004; STPS, 1993 y STPS, 1994), se señala a lo que es “formal” con lo que se conoce como “empleo asalariado” y se expresa como a lo “informal” con las actividades desempeñadas como empleo por cuenta propia (Hart, 1972). En esas circunstancias, Hart estaba delimitando más al Sector Informal, conocido actualmente como un subconjunto de la Economía Informal. Por lo cual, dicho concepto pretende integrar aquellos modos de producción y empleo cuya lógica de funcionamiento provenía de los hogares como base original (INEGI, 2014, p. 3).
Años más tarde las revisiones desde la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y los aportes de la comunidad internacional permitieron diferenciar conceptos más finos como diferenciar el empleo informal del propio sector informal (Hussmanns, 2004), por lo que la informalización laboral define al trabajo cuyas relaciones no son convencionales, asociadas a precariedad e irregularidad que no permite ser fácilmente identificadas desde un enfoque de establecimientos productivos. Sin embargo, pese a que el empleo informal contiene una amplia diversidad de condiciones de empleo, se caracterizan en relaciones contractuales informales con alta vulnerabilidad para los trabajadores (OIT, 2013; Portes, 1995). Desde ese aspecto la teoría económica ha realizado contribuciones substanciales para comprender los orígenes y las dinámicas que se dan sobre la informalidad (Azuma y Grossman, 2002; Portes y Haller, 2004; Cervantes, et al., 2008; Loayza y Sugawara 2009).
La absorción de mano de obra migrante desde Guatemala a los municipios de la frontera sur de México, acompaña un proceso similar al de migración rural-urbana, así como el lento crecimiento del sector industrial durante el proceso de modernización (Tokman, 1995), siendo una transición de lo rural a lo urbano, ya señalado en la teoría dualista de la economía. La llegada a los espacios principalmente urbanos establece la integración al empleo informal constituido por ingresos no vinculados a lo que significa un trabajo formal, aportaciones a los recursos de la familia o una forma de mantenerse activo y no desempleado (Rodarte, 2003). De allí que en la RTMG las estructuras productivas quedan compuestas por unidades informales y fuerza de trabajo vinculados a una dinámica informal que, como refieren Cota y Navarro (2015) para unos puede ser por elección o no, mientras que para otros por elección inducida.
De esta manera, muchos estudios dan cuenta de la importancia y vinculación de la informalidad con la estructura productiva y las características del mercado de trabajo (Tokman, 2001, Galli y Kucera, 2004; Fields, 2008; Brandt, 2011; Di Giannatale et al., 2016; Dougherty y Escobar, 2013; Farazi, 2014; La Porta y Shleifer, 2014; Samaniego, 2014).
En este sector informal se vinculan jóvenes, trabajadores sin experiencia y mujeres (Freije, 2001; Jacinto, 2006; Van Ham y Büchel, 2006), y los establecimientos informales se clasificaban en dos tipos, las empresas informales de personas que trabajan por cuenta propia y aquellas con empleadores informales (Trejo, 2003; Rodarte, 2003). Esto muestra a la franja de informalidad como un fenómeno urbano con características de flexibilidad de ingreso tanto para organizarse, capacidades y capital, basada generalmente en vínculos familiares de pequeña escala, con intensificación de la fuerza de trabajo, bajo uso y acceso a la parte tecnológica, con baja regulación local (Portes y Haller, 2004). De esta manera estos establecimientos de la estructura informal realmente son los individuos en sí como base del capitalismo, más allá de ser percibidos como entes sociales, son factores productivos (Horowitz, 1990; Tokman, 1994), que le dan dinamismo a la estructura productiva de la RTMG.
En efecto, la ausencia de inversión de capital en fronteras precarias como la frontera sur de México con Guatemala y el flujo migratorio con procesos de llegada y radicación de población migrante en las localidades mexicanas de la RTMG, no se acompaña con gran capital que estimule a la instalación de empresas formales de manera masiva y por el contrario la masificación es la conformación de unidades productivas de pequeño tamaño y cuya especialidad se basa en las carencia de la frontera que son principalmente en el acceso de suministros pero con alta flexibilidad, como base de lo que se conoce como “especialización flexible” (González, 2005; OIT, 2005), cuyo objetivo es la supresión de normatividad proteccionista a la fuerza de trabajo para disminuir las prestaciones sociales y demás costos laborales pero que aviva y reproduce los márgenes de pobreza y estimula la marginación (Horbath, 2003).
Esta incorporación a los establecimientos productivos informales no es homogéneo en toda la RTMG, debido a la segmentación no solamente laboral sino espacial que hay en el discurrir de la línea fronteriza, así como también desde lo regional que hace de la franja sur del país una zona polarizada en desarrollo respecto a otras zonas del país como la región central, el bajío y la frontera norte, producto de una globalización que genera desigualdad regional (Ochoa, 2004; Huesca, 2005) y que favorece aquellos canales de las franjas migratorias que apuntan y conectan los flujos de personas, bienes y recursos naturales, dirigidos al paso del norte, del otro lado del río Bravo.
Pese a que Maloney (2004), negara la existencia de segmentación laboral en México como condición necesaria para que lleguen al sector informal y referir que los propios trabajadores se desplazan a él por ser más seductor, lo que ocurre en la RTMG es que la estructura productiva no ofrece mayores y mejores nichos de vinculación para esta fuerza de trabajo. Esta segmentación favorece la incorporación a mercados precarios, pero mejor estructurados en la informalidad dentro de ámbitos urbanos, que se encuentran en la región cercana a localidades del Pacífico mexicano, mucho más que aquellas localidades de la franja cercana a la Península de Yucatán y del Caribe.
Guillermo & Angulo (2016) nos muestran los muchos sinónimos que se usan en la literatura especializada sobre el término de informalidad,