Dolor. Francisco Panera. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Francisco Panera
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418726187
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arrepentirse al momento de sus palabras.

      —Lo de ese pueblo lo miraba por mirar. En realidad, estaba planeando perderme por Picos de Europa o por esa zona quizá un par de semanas, antes de que pasen a buscarme.

      —¿A detenerte?

      —Han empezado a apresar a algunos insumisos y no sé si dejarme cazar. No tengo necesidad de convertirme en preso para visibilizar esta lucha. Al no presentarme en el cuartel, vendrán a buscarme al cabo de pocos días. Lo harán una o dos veces, después me darán por fugado. Durante el periodo que esté fuera, tendré tiempo también para pensar qué hacer. Iré con la mochila bien equipada, la tienda de campaña, todo listo para una travesía de montaña. Además, toda esa zona seguro que me va a encantar.

      —Ya lo creo.

      Kattalin asiente convencida, tanto ella como su sobrino son grandes aficionados a la montaña, una pasión que ella misma se encargó de inculcarle en vena desde niño.

      —Es verano, hará buen tiempo y necesito hacer algo así. También había pensado, para evitar que me detuviesen, esconderme unos días en casa de algún amigo, pero eso es encerrarse voluntariamente y yo quiero sentirme libre.

      —Creo, y no te enfades, que tienes bastantes pájaros en la cabeza. Así todo, adelante, aunque, si quieres huir, podría hablar con alguien para que…

      Julen le interrumpe.

      —Espera. Si lo que me sugieres es cruzar la muga y esconderme en Iparralde, paso. No estoy en esa situación.

      —Parece que censurases la actitud de los refugiados.

      —¡Pero qué dices! ¿ves? Confundís las cosas.

      —¿Como que confundís? Aquí solo estamos tú y yo.

      —Ya me entiendes. Si digo que paso de armas y de ejércitos, es que paso. También de quienes emplean las armas como un ejército.

      —Te estás confundiendo. Nadie dice que hagas otra cosa.

      —Vale, pero si quien yo me imagino me ayuda a pasar al otro lado, me da refugio… tendré que dar algo a cambio, ¿no? Algo se esperará de mí, ¡digo yo!

      —No tiene por qué.

      —Tía, no nos hagamos trampas. Creo que tienes un concepto idealizado de todo esto.

      —¿Como que idealizado? ¿Me tomas por una chiquilla? Mira que ya tengo 32 años.

      —Vale, y yo 19, ¿me consideras un crío o qué?

      —Julen, se te está yendo la pinza. En Iparralde hay refugiados por distintas razones, no solo por participar en la lucha armada: los hay por persecución política, o por ser solo insumisos… Estás muy nervioso.

      Julen se toma unos segundos para responder.

      —Vale, vale… igual sí que estoy nervioso.

      —¡Hostia! y ya vale con decir todo el rato vale.

      —Vale, vale, no te rayes.

      —Venga, cuéntame tu plan.

      —Vale. Tengo ahorrado algo de lo que gané el verano pasado ayudando a Piru cuando montó el bar y algo más que he logrado juntar.

      —¿De cuánto hablas?

      —Cien mil pelas.

      —Joder, mucho me parece.

      —Bueno, me he buscado la vida un poco.

      —¿A qué te refieres?

      —He meneado un poco de costo con los amigos y conocidos. Además de salirme los porros por la cara, algo he podido ahorrar. No es mucho, pero…

      —¿Que vas trapicheando con costo? Si se entera amama te cruje.

      —¿A mí? Igual a ti.

      —¿Como que a mí?

      —A ver, que el poco costo que he movido se lo pillaba a Piru. Que ya sé que, de vez en cuando, se curra encargos mucho más serios. Por ejemplo, como el de ayer, cuando os largasteis a Bilbao.

      Súbitamente, el rostro de Kattalin la muestra azorada, como si la acabasen de descubrir guardando el secreto más grande nunca imaginado.

      —Ya sé que una parte de lo que entra por el puerto, y que no son precisamente anchoas, lo menea él de manera discreta. Te juego lo que quieras a que sé lo que llevaba ayer en el maletero y que llegó hace dos días con un atunero que regresaba de África.

      —Déjalo.

      —Por lo menos serían tres kilos de…

      —Que lo dejes, ¡hostia!

      —Vale, tranquila, pero Piru gana, gasta mucho y se está empezando a notar. Él me lo ha negado, pero no sé si estará medio enganchado al caballo.

      Kattalin se vuelve clavándole los ojos. Está encendida en cólera.

      —Y no te enfades conmigo por saber eso, que tampoco me he enterado hace tanto. Piru es un tío de puta madre, pero esa mierda de heroína ha destruido a mucha gente aquí.

      —Tú no sabes nada.

      —Vale, solo sabré un poco, pero mejor que tu novio deje esas movidas.

      —Está todo hablado, este verano se va a ir a pasar el mono al caserío de su hermano. Se va a limpiar, ¿está claro? Y si no lo hiciese, lo mando a tomar por culo. También va a traspasar el bar y luego a buscarse la vida en lo que sea. Está dispuesto a volver al barco.

      Kattalin baja la mirada y derrama un par de lágrimas. Julen, al verla, se sintió terriblemente mal por haberle espetado a la cara todo aquello de manera tan brusca.

      —Vaya, lo siento.

      —No pasa nada, si lo que has dicho de que ayer llevamos «algo» en el coche es verdad. Me enteré al llegar a Bilbao. Por eso nos enfadamos y… bueno, ya vale.

      —Igual hasta ahora no ha movido mucho, pero alguien no piensa así en el pueblo.

      Kattalin asiente. Lo que Julen no sabía es que, después de la bronca que mantuvieron Piru y Kattalin en Bilbao tras entregar el «paquete», para convencer Piru a su novia de que aquel había sido definitivamente el último trapicheo que realizaba, era que ETA le había amenazado formalmente, pero que, como ya tenía la mercancía, era inexcusable entregarla a su destinatario. Quizá ni Julen ni ella sospechaban lo que, en realidad, Piru podría estar moviendo, pero, por lo visto, otros sí que lo sabían.

      —Es por él.

      —No es para tomarlo a broma.

      —Por eso está todo hablado con quien se tenía que hablar. Piru cierra el bar, se limpia y deja esas historias. Por eso he llegado hoy tan… tan jodida.

      —Que dices que lo has hablado con…

      —Hemos hablado, es Piru quien ha tenido que comprometerse.

      —Pero eso lo habéis hablado, ¿con quién?

      —Ninguna pregunta más sobre este asunto, ¿entendido?

      3 Amama, abuela en euskera.

      4 Aita, padre en euskera. Ama, madre.

      5 Iparralde, traducido del euskera significa zona norte, en referencia a los territorios vascos integrados en la República Francesa, también conocidos como País Vasco francés.

      6 En euskera, «traficantes fuera». En los años 80 y