Argentina y sus clases medias. Sergio Visacovsky. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Sergio Visacovsky
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9789876919531
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Isabella Cosse (2010: 14) señaló la centralidad de la familia en las “aspiraciones de respetabilidad de los nuevos sectores sociales en ascenso”, en tanto “dotó de identidad a esos sectores, permitiéndoles asociar ciertos criterios morales con su propia posición social. Es decir: tener una familia doméstica les otorgaba prestigio y respetabilidad y los diferenciaba de los sectores populares”.

      Las políticas impulsadas por el gobierno peronista, en efecto, abrieron la posibilidad de que sujetos de diversos sectores sociales se apropiaran del modelo de domesticidad de clase media, no solo por las transformaciones en la propia idea de familia (Cosse, 2006), sino también por aquellas promovidas con relación a la posibilidad de acceder a bienes clave en la adopción de dicho modelo. La ampliación y diversificación del consumo centrado en el hogar fueron el sustento sobre el que diferentes actores construyeron sus identidades de clase, pero también marcaron un escenario de desestabilización de las jerarquías sociales caracterizado por la ansiedad y la búsqueda de distinción. Como muestra el fragmento de la entrevista citado anteriormente, tener o no tener casa propia o los bienes “necesarios” para hacerla confortable no agotaba las tensiones que podían surgir en torno de ellos, sino que ellas se articulaban muchas veces alrededor de moralidades que informaban su adquisición y su uso.

      En este capítulo, a partir de una revisión de mis propias investigaciones centradas en la historia del trabajo doméstico en las décadas centrales del siglo XX, me gustaría dar un nuevo giro a esta hipótesis, para señalar el peso de la cultura material y de las relaciones establecidas en el espacio del hogar en la construcción de distancias sociales. Estos procesos tuvieron particularidades regionales. Aquí haré foco sobre el caso de Mar del Plata, una localidad que nació como puerto de pescadores a mediados del siglo XIX, para transformarse en el balneario predilecto de las elites porteñas primero y, hacia mediados del XX, en un destino de turismo masivo.

      El texto está organizado en dos apartados. En el primero, me detengo en las condiciones materiales que permitieron que el modelo de domesticidad identificado con la clase media pudiera ser apropiado por sujetos de distintos sectores sociales. Analizaré el lugar de la vivienda y de los artefactos domésticos destinados a hacerla confortable en esas apropiaciones y en las estrategias de distinción que habilitaron. Destacaré la centralidad del trabajo doméstico –en este caso no remunerado– y del consumo centrado en el hogar en el sostenimiento de la respetabilidad familiar y, con ella, de la propia posición social. En el segundo apartado, abordaré las relaciones de servicio doméstico en la producción, pero también en la desestabilización, de las jerarquías sociales, haciendo foco en casos de hurto protagonizados por empleadas domésticas y sus empleadores.

      Clase media, consumo y domesticidad

      El modelo familiar de clase media tuvo un escenario preferencial: la vivienda moderna, con espacios funcionalmente diferenciados, una planta compacta y una clara delimitación (y generización) de lo privado y lo público (Prost, 2001; Liernur, 1999a). Es más, algunas interpretaciones han señalado que sus características expresaron cambios importantes en las formas y los comportamientos familiares. La especialización de los ambientes y el desplazamiento hacia modos de habitar que privilegiaban el confort han sido leídos como resultado de un creciente individualismo y de una nueva relevancia atribuida a la intimidad y a la creación de espacios donde la familia pasara tiempo junta (Béjar, 1995; Marsh, 1989). La vivienda moderna fue diseñada para cobijar familias nucleares, más bien pequeñas, con un núcleo completo (heterosexual) y roles genéricamente diferenciados.

      Aunque esta tipología de vivienda fue construida previamente, su extensión a grandes sectores de la población argentina solo fue posible gracias a un cambio sustantivo en las políticas públicas que comenzó en los años 40. Como ha señalado Anahí Ballent (2007: 415), con la llegada del peronismo se “inició la construcción masiva por parte del Estado y [se] consolidó un aparato estatal destinado a la vivienda cuyas características se mantuvieron, con matices, creciendo y diversificándose hasta 1976”, en un escenario en que el acceso a la vivienda era visto como parte del derecho al bienestar (Gaggero y Garro, 1996: 64). La creación de líneas de crédito para la construcción con bajas tasas de interés, extensos plazos de pago y altas tasas de cobertura resultó clave tanto durante como después de los gobiernos peronistas. Sin embargo, en la mayor parte de los casos, como la posesión de un lote era un requisito, la posibilidad de los sectores de menores recursos económicos de acceder a ellos fue limitada. Durante toda la segunda mitad del siglo XX se extendió significativamente la proporción de viviendas ocupadas por sus dueños: si en 1947 solo alcanzaba el 37%, en 1960 ascendía al 57% y para 1980 llegaría al 68% de las viviendas (Ballent, 2007: 425).

      En el fragmento de la entrevista citado en el inicio de este capítulo, el acceso a la vivienda propia marcaba un hito en la historia familiar en torno del que se estructuraban también señas identitarias. Quienes perdían la casa eran presentados como sujetos descuidados con aquello que les había sido dado (una casa moderna, con pisos de parquet) y como consumidores irresponsables que poseían una gran cantidad de artefactos domésticos (licuadora, tocadiscos), pero habían sido incapaces de sostener la cuota del crédito hipotecario gracias al que habían llegado a tener esa casa. Quienes compraban, en cambio, aparecían como personas humildes, con un modo de vida austero. Esa oposición expresa una moralidad del gasto particular (Horowitz, 1985), marcada por el esfuerzo, la previsión y la racionalidad, y permite sostener una imagen de acuerdo con la que la adquisición de la propia vivienda y el acceso a los modos de habitar modernos fue resultado del esfuerzo propio, desdibujando el papel de las políticas públicas.

      A pesar de que en ese fragmento la adquisición de artefactos domésticos es presentada como parte de los consumos irresponsables de los que la entrevistada busca distanciarse, para mediados de siglo el confort y la “liberación” de las amas de casa habían ganado relevancia tanto en el modelo de domesticidad de clase media como en la retórica peronista de “democratización del bienestar” (Torre y Pastoriza, 2002). Como se puede ver en el primero de los textos que siguen, tomado del capítulo XV del Segundo Plan Quinquenal, tanto la vivienda propia como los artefactos domésticos eran presentados como conquistas que antes solo pertenecían a “los pudientes” y que, ahora, “gracias a Perón”, eran aspiraciones legítimas de “todos”, accesibles para “todos” en la medida de su propio esfuerzo. En el capítulo XV del Segundo Plan Quinquenal, referido a la energía eléctrica, tomado del diario Mundo Peronista del 13 de septiembre de 1953, se afirmaba:

      Antes nadie soñaba siquiera con tener su heladera, su aspiradora y otros implementos que facilitan la vida hogareña: eran privilegios de los pudientes. Hoy todos somos pudientes en la medida de nuestro propio esfuerzo, que se nos reconoce gracias a Perón y todos queremos esas cosas, como queremos levantar nuestra vivienda.

      En el mismo diario, pero del 1 de abril de 1955, en “Confort para el pueblo”, se señalaba:

      Las familias argentinas van teniendo heladeras y lavarropas casi sin excepción. Las amas de casa se van liberando de las pesadas tareas del hogar, ya que esos y otros adminículos mecánicos las hacen más llevaderas y gratas. Los alimentos se conservan mejor y la familia obrera argentina ahorra dinero y salud como consecuencia. Quizá alguno todavía piense que esos adelantos están desvinculados de la conducción político-social del país por parte del gobierno y que son regalos que la técnica hace al hombre a esta altura de los tiempos. A ese podemos preguntarle cuántos pueblos del mundo, con excepción de Estados Unidos y algunas naciones europeas –no muchas– cuentan realmente con estos regalos de la técnica. Las comodidades y ventajas que la técnica ofrece son allí gozadas por los privilegiados de siempre, pues esos pueblos no tienen la suerte del nuestro, en lo que a justicia en la distribución de la riqueza se refiere. Argentina ya es un pueblo moderno que cuenta con todas las ventajas que la técnica ofrece, y esas ventajas han llegado a las más humildes capas sociales del país gracias al genio de un Presidente que es el ejemplo del mundo y el orgullo de los argentinos.

      Si en el primero de los fragmentos citados el propio esfuerzo (el mismo al que hacía alusión la entrevistada cuyo relato abre este capítulo) aparece como elemento clave (puesto en valor gracias a Perón), en el segundo el énfasis