Argentina y sus clases medias. Sergio Visacovsky. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Sergio Visacovsky
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9789876919531
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en la ciudad de Buenos Aires los propietarios de la vivienda que habitaban pasaron del 17,6% en 1947 al 45,6% en 1960. Los departamentos, que en 1944 representaban el 20% de los hogares, llegaron al 75% en 1970. La ley abrió, pues, un nuevo mercado inmobiliario que incorporó al departamento al horizonte de aspiraciones y consumo de los porteños. El crecimiento en el número de propietarios estuvo, en buena medida, mediado por la creación de un nuevo mercado inmobiliario, dirigido principalmente a las clases medias. Diversos actores (arquitectos, desarrolladores, constructores, agentes inmobiliarios, muchas veces combinados todos ellos en una misma empresa familiar) fueron dando forma a ese mercado, que muy pronto se fue fragmentando simbólica y materialmente no solo respecto de distintos tipos de departamentos, sino también de los destinatarios de sus intervenciones. Así, si por un lado el gran incremento de propietarios y de habitantes de departamentos modernos facilitaban la creciente identificación de la mayoría de los porteños con la clase media, por el otro el mismo fenómeno tendía a fragmentarla en razón de la gran distancia, material y simbólica, que separaba a algunos proyectos inmobiliarios de otros. Desde su proyección, la diversidad de materiales, el espacio, los sistemas de financiación y las publicidades para su venta, Aboy muestra una clara contraposición entre dos modelos de distribución espacial, social y simbólica: por un lado, los departamentos “para las altas clases medias”, por el otro, “los departamentos mínimos”. Distancias abismales que, como concluye la autora, debieron funcionar “como ámbitos catalizadores de nuevas y diferenciadas identidades sociales de las clases medias participantes del mercado”.

      En el capítulo 3, “La clase media como lenguaje y los lenguajes de las clases medias en tres ciudades del interior bonaerense”, Gabriel Noel compara analíticamente sus experiencias de trabajo de campo etnográfico en Tandil, Villa Gesell y Verónica (cabecera del partido de Punta Indio). Noel destaca especialmente las disímiles imágenes que los habitantes de estas tres localidades proyectaban sobre ellas y, a su vez, las diferentes formas de identificación entre los habitantes de cada una de las ciudades, según su ubicación en el espacio urbano y situación social. Así, en Tandil en 2003, los habitantes del centro presentaban a la ciudad como un lugar próspero que usualmente se asocia con el estereotipo de la clase media (aunque no fuese nombrada explícitamente), en razón de los niveles y la calidad de los consumos de bienes y servicios o por la seguridad frente al delito que ofrecía. En contraposición, en un barrio popular, Las Tunitas, sus pobladores (considerados “extraños” por los habitantes del centro) se identificaban con una clase media en crisis, empobrecida. A su vez, en Villa Gesell en 2008, los sectores populares urbanos no se concentraban en barrios marginales, sino que eran una presencia significativa en toda la ciudad. “Los notables” (que invocaban una genealogía cuyo origen se remontaba a los “fundadores”) poseían una relativa hegemonía respecto de la representación de la ciudad y se presentaban como “autóctonos”, frente a las acusaciones políticas del gobierno del Frente para la Victoria, que había ganado la intendencia en 2007, según las cuales se trataba de un sector que tenía a la ciudad de rehén para su propio beneficio, condenando a la miseria al resto. Finalmente, en 2014, Noel encuentra que, de acuerdo con los relatos de sus habitantes, Verónica era presentada como un lugar en el que no había segmentaciones o quiebres como los que encontró en Tandil y Villa Gesell (pese a que las asimetrías y diferencias socioeconómicas eran reconocidas), siendo consideradas algo accidental, esto es, personas que atravesaban una “mala situación”. De tal modo, en Verónica las diferencias y desigualdades no responderían a “clases” ni “clases medias”, sino a asuntos fortuitos del dominio de lo individual. De manera relevante, Noel cuestiona tanto los usuales análisis de la clase media basados en estudios de la Ciudad de Buenos Aires y su conurbano proyectados acríticamente al conjunto del país, como el no tener en cuenta las formas de identificación especificas a las que apelan los conjuntos sociales para establecer sus fronteras, las cuales son, como lo ha señalado Philip Furbank, enunciados morales.

      “Un campo inesperado de inclusión social: negociaciones identitarias y movilidad socioeconómica en un equipo de triatlón en Santiago del Estero” es el capítulo 4, cuya autora es Sara Kauko. Se trata de un trabajo etnográfico donde pone su atención en un escenario: un gimnasio y su equipo de triatlón. Tal como ella lo presenta, en ese espacio se producía el encuentro entre deportistas considerados de clase media acomodada (“gente bien”, en su mayoría profesionales) y jóvenes provenientes de familias de bajos recursos (“negros”), que suplantaban sus carencias materiales y culturales con destrezas y esfuerzo físico, accediendo a becas para entrenar. Kauko ve en ese “campo deportivo” la posibilidad de analizar el cruce de dos mundos sociales radicalmente distintos, donde la identidad de clase media de unos se ve fortalecida, al tiempo que promueve las aspiraciones y posibilidades de movilidad social de los otros. El mundo del triatlón santiagueño se muestra, así, como un terreno en el que es posible apreciar tanto el papel activo de las jerarquías raciales y clasistas como la posibilidad de que ciertas formas de convivencia y solidaridad puedan emerger. Y, en particular, la difusión de las aspiraciones de ascenso social a través del esfuerzo individual a través del cual salir de la pobreza. El caso resulta particularmente instructivo, ya que revela que las prácticas de distinción de los sectores más favorecidos no solo afirman fronteras sociales que los separan de otros sectores sociales, sino que estos pueden disputarlas no contraponiendo otros valores, sino apropiándose de ellos. Y debido a la lógica misma del campo, pueden hallar allí reconocimiento social.

      El interés por el deporte como un campo o escenario social se prolonga en el capítulo 5, “Universitario y de barrio: la construcción de un nosotros de clase media en un club social y deportivo platense”, de Julia Hang. Ella pone su atención en el Club Universitario de la ciudad de La Plata, fundado oficialmente en 1937. A través de un trabajo de campo etnográfico realizado entre 2013 y 2018, Hang muestra cómo una situación de crisis económica del club, que le exigía incrementar sus ingresos y ampliar la masa societaria, llevó a diferentes actores involucrados a (re)definir la identidad institucional. Hang sostiene que en el período estudiado se configuró un nosotros de clase media (de la clase media platense) en el cual se aunaron moralidades heterogéneas y hasta contradictorias. Así, los dirigentes promocionaron al club tanto como un lugar donde fuese posible practicar deportes y, simultáneamente, gozar de un “estilo de vida”, basado en un pasado deportivo glorioso pero con “espíritu barrial”: un lugar de encuentro de la clase media. En el club, sostenían, se preservaban valores “originarios”, como la humildad, lo universitario, el esfuerzo, la mesura y la familia. Pero otros impugnaron estas virtudes morales, calificándolas de “elitistas”. Estas definiciones convivirían de manera compleja con la presentación de la institución con aquellos valores que había estudiado Maristella Svampa en la década de 1990, con el surgimiento de los countries y barrios cerrados: como un espacio donde resultaba posible llevar un “estilo de vida verde y natural”. De tal modo, el requerimiento de un incremento de la masa de socios entraba en tensión con una representación de la institución como un espacio distinguido y exclusivo, que para algunos debía mantenerse, mientras que para otros era necesario disputar.